14: La reserva

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—No te exijas tanto

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—No te exijas tanto. Llevas dos vueltas más que ayer, solo vas a lastimarte —dije no por primera vez a la incansable pelirroja que corría detrás de mí alrededor de la pista de La Arena.

Lilineth hizo oídos sordos y pese a que jadeaba al respirar, se esforzó por seguir adelante hasta darme alcance en la línea de meta.

No era ni un cuarto de lo que corría normalmente, pero tras haberle prometido que la ayudaría a entrenar, Sebastian había consentido que volviera a La Arena si y solo si me ejercitaba a su ritmo. Pese a todo, no podía quejarme. Llevábamos apenas una semana de coincidir en las mañanas, pero ella no dejaba de exigirse cada vez más, al punto de que estaba seguro de que, si el entrenamiento extenuante no la mataba primero, estaríamos corriendo la misma cantidad de vueltas en poco más de un mes.

—¿Cuántas vueltas fueron? —quiso saber, haciendo su mayor esfuerzo por no colapsar, al punto de tener que recargar sus manos en su cintura como una forma de obligar a su pequeño cuerpo a no caer a pedazos.

—Tres vueltas completas, creo que por hoy es suficiente —dije mientras buscaba una cantimplora para ofrecérsela como había sido desde el primero de los días.

Ella negó con la cabeza, retrocediendo un par de pasos para no recibir el agua.

—No. Ayer fueron tres vueltas, hoy debo poder hacer al menos media más —respondió decidida y aunque una parte de mí, esa que había logrado ver el alcance de su fuerza de voluntad, sabía que iba a lograrlo, negué con la cabeza de forma tajante.

—Hoy no. Te necesito para algo más y no puedes estar cansada —expliqué, consiguiendo que incluso su agitada respiración consiguiera serenarse un momento.

—¿Para qué? —dudó, sus ojos verdes llenos de curiosidad y también de una pizca de desconfianza que hizo que me mordiera la lengua para no reclamarle por la misma, sobre todo tras el trabajo que los planes del día requerían. Un beneficio que no era para mí.

—Llevas más de dos meses aquí. Tus memorias no han vuelto pero tu compromiso con esta armada es evidente. Sin embargo, te metiste en una pelea que no estaba autorizada en un ataque en el que no formabas parte de los soldados asignados. Trabajar en el ejército requiere disciplina y eso es algo que parece que es mi deber enseñarte —expliqué con seriedad.

—¿Así que me necesitas con energía porque vas a castigarme por eso? —dedujo, aunque por su tono, la idea le parecía tan ridícula como una broma. Casi quise reírme también.

—Exactamente. El día de hoy me acompañarás al pueblo de Ythala para abastecer las reservas que el ataque mermó anticipadamente y ya que no soy capaz de encargarme de transportarlas por mi cuenta, el ayudarme a que lleguen a salvo a la armada, será tu trabajo.

Lili me dio una mirada incrédula, entre molesta y sorprendida a la que me esforcé por no responder, simplemente manteniendo su mirada hasta que ella pareció ceder.

Guerra de Ensueño I: Princesa sin nombreWhere stories live. Discover now