Interludio II

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Estaba segura de que lo que acababa de hacer contaba como un crimen de guerra

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Estaba segura de que lo que acababa de hacer contaba como un crimen de guerra.

Iba en contra de todas las reglas del ejército que conocía y seguramente de todas las que no conocía, pero no le había quedado alternativa.

Dante la había dejado encerrada y luego de buscar por todo el edificio una forma de salir sin éxito alguno, Lilineth no había tenido otra opción que recurrir a los soldados que seguían allí y, principalmente, al encargado del ejército en Cert: Wilmer.

Había sido una mentira patética, tenía que reconocerlo, pero era lo más cercano a la realidad que pudo conseguir para paliar un poco la culpa, aunque la misma la seguía golpeando con fuerza al haber tenido que usar el miedo que le tenían al coronel en contra suya.

Ella se había equivocado, había bebido un poco durante la comida y cuando Dante le pidió que juntara algunas cosas y lo siguiera, se había derramado un frasco de bloqueo encima y ahora necesitaba un antídoto o el coronel la asesinaría por quedarse en las oficinas.

Todos parecieron creerlo capaz y no tardaron en ofrecerle el antídoto que solicitaba, así como un par de frascos de suspiro de medianoche que pudiera llevarle a Dante, para que no estuviera tan enojado y que ella se vio obligada a aceptar.

Los había tirado al salir del edificio. No permitiría que Dante siguiera abusando de esa cosa en su presencia.

Luego, comenzó la búsqueda.

Cert estaba abarrotado de gente que bailaba, cantaba y bebía, bloqueando la visión, los caminos y hasta la vista al bosque, haciendo que abandonar el pueblo le tomara una eternidad y también, todo su autocontrol, pues más de una vez se vio tentada a detenerse para disfrutar del festival.

No lo hizo. Su resolución era más grande. Quería probarle que podía ser útil, que estaba lista para las misiones asistidas y que podía ser un soldado de verdad y por eso, debía matar alguna de las criaturas ella sola.

Abandonó el pueblo y se internó en el bosque, que se encontraba sumido en tinieblas pese a la fecha, tratando de obligar a su magia a obedecer para poder alumbrarse.

Lo consiguió pasado el décimo intento y apenas unos minutos después de eso, Dante saltó de entre los árboles cortándole el paso y poniendo una daga contra su cuello.

—¿Cómo demonios lograste salir de las oficinas y por qué te conviertes en un blanco tan sencillo de atrapar? —regañó en un susurro, golpeando su brazo para que la llama se extinguiera, sin embargo, era demasiado tarde.

Un coro de gruñidos se oyó en la distancia y con las sombras, la pelirroja no podía distinguir nada.

De todos modos, sacó un par de cuchillos de sus fundas, las únicas armas que llevaba encima y trató de imitar la postura de Dante, cuyas manos ya se encontraban llenas de dagas.

—Si no quieres que te acuchille como a los malditos grifos, más te vale no estorbar —advirtió con brusquedad antes de lanzar la primera de sus armas a un punto más allá de la visión de Lilineth.

Guerra de Ensueño I: Princesa sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora