18: Volver a casa

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Dante había tratado de matarme

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Dante había tratado de matarme.

Tal vez Alexander no lo hubiese notado cuando saltó frente a la daga para protegerme, pero yo estaba segura de lo que había visto en sus ojos. Ese odio, ese miedo cuando me negué a ir con él.

Había apuntado a mi cabeza y con lo famosa que era su puntería, aún con el estado en el que estaba, habría acertado.

No tenía ninguna duda. Si en algún momento me atrevía a insinuar siquiera algún atisbo de la plática que habíamos compartido esa noche, estaría muerta.

Mis manos temblaban mientras revisaba a la pequeña Shërim, tan perdida en esos pensamientos, que no lograba registrar mucho de lo que estaba haciendo y más de una vez me había tenido que obligar a concentrar, pues terminaba por olvidar la lista de cosas que debía traer de la enfermería para ayudarla.

No conseguí relajarme en absoluto, así que aproveché que Lionel y Alexander habían salido a discutir y me acerqué al escritorio de nuestro líder para tomar prestado un pedazo de pergamino y una pluma donde anotar lo que necesitaba para ayudar a Juvia, pues la chica parecía necesitar atención en serio.

Me planteé la idea de comentarle a Sebastian la situación al ir por los ingredientes, pues aparte de saber que necesitaba algo para el dolor, para los golpes y mucha comida, había poco más que pudiera hacer para ayudarla. Él podría hacer decenas de veces más que yo y Slifera, quizás cientos.

Mordí el interior de mi mejilla, sopesando mis opciones y tratando de enterrar de tema de Dante hasta lo más profundo de mi mente, pues no me sentía lista para decidir lo que haría. ¿Debía guardar el secreto y arriesgarme a que mi vida estuviese en las manos de su cambiante humor? ¿O debería romper mis promesas y decirle la verdad a Alexander para que pudiese tomar el lugar que le correspondía en el castillo y alejarse de mí?

Terminé por reprenderme por el egoísta pensamiento, ¿cómo podía creer que Dante estaba calificado para guiar al reino y poner fin a la guerra?

No contar lo que estaba sucediendo podría ser mi condena de muerte, pero contarlo, bien podría ser la condena de muerte de todo el ejército.

No me atrevía a hacerle eso a todo el mundo.

Volví a reprenderme por divagar y opté por salir corriendo a la Torre de los Magos. Necesitaba un consejo sobre qué hacer con Juvia...

Sin embargo, apenas salí de la habitación de Alexander, me di cuenta de que ambos soldados se encontraban platicando no muy lejos de ahí. Me alivió ver que ya no peleaban y que incluso parecían estar caminando de regreso a la habitación, pero supe entonces que pedir un consejo sobre Juvia ya no sería posible a menos de que contara con la aprobación de Lionel.

Eso me hizo dudar de nuevo. Sabía que era un veterano del ejército, pero había algo en él que no terminaba de agradarme, aunque no sabía si se debía a su extraño sentido del humor o a lo que había dicho sobre mí y Alexander o sobre la chica nueva.

Guerra de Ensueño I: Princesa sin nombreWhere stories live. Discover now