2. Un hijo por otro hijo

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Los tacones de las botas negras de Carol resonaron por los pasillos de la mansión Matheson mientras se acercaba a la oficina de su primo, acompañada por su prima y mejor amiga, Nixia

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Los tacones de las botas negras de Carol resonaron por los pasillos de la mansión Matheson mientras se acercaba a la oficina de su primo, acompañada por su prima y mejor amiga, Nixia.

Carol no necesitaba que nadie le dijera que algo estaba mal, podía percibirlo. Los hombres desviaban la mirada cada vez que una mujer Matheson pasaba por órdenes de Henry, pero nunca se movían nerviosos como en ese momento. Ella sólo esperaba que no se tratara de nada que amargara su mañana. Por fin estaba en casa y deseaba disfrutarlo. Más de cinco años afuera limpiando las calles de sus más grandes opositores y creando las mejores alianzas para su familia la tenían al borde del colapso. Extrañaba pasar tiempo con sus primos.

Nixia abrió la puerta de la oficina, caminando con más rapidez porque su emoción superaba la de ella. Su prima no era buena tratando de contenerse. La consideraban una bonita bomba de tiempo emocional.

—Me siento ofendida porque no han salido a recibirme —fueron las primeras palabras de Nixia cuando irrumpió en la oficina.

Los tres hombres rubios y grandes giraron sus cabezas en dirección de la puerta y casi al mismo tiempo esbozaron una sonrisa, pero Carol sólo le prestó atención a uno de ellos. Henry.

Si uno de ellos era incapaz de mantener una máscara con ella, era Henry. Ella siempre, siempre sabía lo que pasaba con él, incluso antes de que él se diera cuenta.

—¿Qué sucedió? —cuestionó con voz severa.

El rostro de Henry se ensombreció, ella curvó la comisura de sus labios. A él no le gustaba darle explicaciones a nadie.

—Tomen asiento, por favor —pidió Dominic, por primera vez adoptando una expresión seria.

Ella lo miró fijamente, encontrándose con sus ojos grises. Dominic, de cabello rubio dorado lacio, a diferencia de Henry, era el más bajo de los tres, pero su cuerpo era más grande. La mayor parte del tiempo se la pasaba haciendo bromas que le daban ganas de darle un puñetazo en la garganta.

Carol frunció el ceño, pero no se negó, sentándose al lado de Nixia en el sofá, mientras ellos seguían de pie.

Henry dio un paso adelante, sin perder la máscara estoica a la que todos estaban acostumbrados y sus manos dentro de los bolsillos.

—Atacaron la mansión anoche —informó, mirándolas fijamente, pero ninguna dio una reacción a la noticia. Sólo años de entrenamiento le permitieron guardar la rigidez que su cuerpo hubiera sentido—. El objetivo era Leah.

Ahora tenía su atención.

Nixia y ella se inclinaron hacia adelante.

—¿Sabemos quién lo hizo? —cuestionó Nixia.

Newt, el rubio más oscuro y de ojos azules, le lanzó una pequeña tarjeta negra, que ella atrapó con facilidad antes de que le cortara el rostro. Leyó en voz alta lo que estaba escrito y Carol frunció el ceño.

MathesonWhere stories live. Discover now