6. ¿Boda o castigo?

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Años atrás

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Años atrás.

Escuchar a escondidas estaba mal visto. Henry lo sabía. Sin embargo, quería saber porque lo habían alejado de su prima cuando estaban jugando. ¿Qué era tan importante que tenían que llevársela con urgencia? Él era el hijo del Jefe, no deberían alejarla hasta después de que ellos jugaran o cuando él lo dijera. Además, Carol estaba triste. Él lo había notado. Su pecho se apretaba cada vez que la veía triste y no podía darle un significado a ello. Su padre no le respondería si le preguntaba y casi nunca miraba a su madre.

Tal vez debía preguntarle a Ellie. Su hermana siempre tenía todas las respuestas.

Henry se inclinó hacia adelante cuando escuchó la voz furiosa de su tío.

—¿Qué demonios te he dicho sobre comportarte como un hombrecito? ¿No tienes vergüenza, Carol?

—No he hecho nada malo —dijo la voz tranquila de su prima—. El hijo del Jefe pidió que lo acompañara en su juego. ¿Debía desobedecer?

Henry sintió malestar en su estómago.

¿Su prima no jugaba con él porque se divirtiera? ¿No era feliz jugando con él?

—No puedes jugar en el maldito piso. Debiste decírselo. Eres una señorita.

—Se lo diré la próxima vez —concedió su prima.

—Eso no te salvará de tu castigo.

Henry frunció el ceño.

—¿Po- por qué? —balbuceó su prima—. No he hecho nada malo.

—Te advertí la última vez sobre esto, pero no me escuchaste.

El sonido de algo cayendo al suelo puso inquieto a Henry. Hubo un silencio molesto después de eso y él tragó saliva. ¿Qué estaba pasando ahí dentro? ¿Por qué debían castigarla? ¿A qué se refería exactamente?

Henry recibió su respuesta cuando la puerta se abrió de golpe y una despavorida Carol salió corriendo del lugar, con su padre detrás de ella, sosteniendo un cinturón en la mano. Observó, lleno de impotencia, como la alcanzaban del cabello y la tiraban contra el suelo. No gritó, no lloró, ella simplemente soltó un pequeño quejido, que enseguida su padre cayó, dándole una patada.

Eso fue suficiente para Henry. Con una respiración profunda, los puños apretados a sus costados, y solo seis años de edad, se paró detrás de su tío y espetó:

—¿Qué crees que estás haciendo?

Él se volteó y lo miró con sorpresa, antes de volverse una mueca de burla.

—No intervengas, mocoso.

Henry ladeó la cabeza, sorprendido por el tono de desprecio que había en su voz. Nunca lo había escuchado en su tío. No hacia él.

MathesonWhere stories live. Discover now