14. Mentes rotas

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—No puedes quedarte aquí si ellos no están en la mansión —dijo Mary

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—No puedes quedarte aquí si ellos no están en la mansión —dijo Mary.

Carol miró su copa de vino, moviéndola un poco.

—Yo puedo quedarme. Tú no. Sabes que tienes que irte, Mary.

—No voy a dejarte sola.

Carol la miró.

—Hemos avanzado mucho, Mary, no es momento de retroceder.

Mary desvió la mirada.

—No quiero dejarte con ellos.

—Yo puedo manejarlos si estoy sola, pero sabes que no podré hacer nada si tú estás aquí.

Su prima se masajeó las sienes y Carol reconoció los síntomas de su ansiedad, lo que solo le hizo sentirse más determinada para sacarla de la mansión.

La estabilidad mental y emocional de Mary se había convertido en su prioridad desde que Nixia le confesó lo que habían vivido sin que ella estuviera consciente.

La culpa que le oprimía el pecho cada vez que lo pensaba era más de lo que podía soportar.

Había visto como la mente de su prima se rompía cada vez más con el paso de los años. No quería que eso siguiera sucediendo. Se había hecho la promesa de protegerla, incluso de sí misma.

—Mary. No es una petición. Vas a irte.

Su prima levantó la cabeza y la miró fijamente. Carol no desvió la mirada. Quería que quedara claro que no estaba jugando con eso. Ella tenía que salir de la mansión. Cuanto antes.

Mary intentó abrir la boca, pero el sonido de voces masculinas y pisadas pesadas la detuvieron.

Los músculos de Carol se tensaron.

Los ojos de Mary se movieron de un lado a otro con horror, sabiendo que habían sido atrapadas.

Carol se levantó. Por un momento se planteó dejar su copa de vino y prepararse mentalmente para ser la misma idiota de siempre, pero cuando miró el terror en los ojos de su prima, se negó a permitir que todo fuera como siempre.

Tres hombres aparecieron en la sala de estar. Tres Matheson. Damien, Arnold y Frank. Carol observó al anciano que caminaba en medio. El padre de Anthony, primo de Hernan Matheson y el responsable de todos los traumas de las mujeres de la familia.

—Mis queridas sobrinas —dijo el viejo, sonriendo y abriendo los brazos.

Mary intentó caminar hacia él, pero Carol la agarró del codo y la hizo retroceder.

El viejo miró contrariado el movimiento y sus dos acompañantes sonrieron con burla.

Carol dio un paso adelante.

—Arnold, que sorpresa —dijo con aburrimiento—. No se me informó que estarías de visita.

Él bajó los brazos y la miró con el ceño fruncido.

MathesonWhere stories live. Discover now