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Una niña de diez años había aprendido a soportar los golpes de los hombres

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Una niña de diez años había aprendido a soportar los golpes de los hombres. Había aprendido a quedarse callada y quieta cuando otros hombres la tocaban de maneras que no deberían. Había dejado de llorar a los trece. Cuando Allen Matheson la buscó y le propuso un entrenamiento para ser más fuerte e inteligente. La niña le dijo que podía irse a la mierda.

Allen Matheson no podía ayudarse ni a sí misma. La niña no confiaba en ninguna otra ayuda. Claro que, Allen no tenía idea de que la niña ya era víctima de abusos. Así como no sabía que su hija también era compañera en la habitación del dolor.

La niña era la hija favorita. Siempre siguiendo las reglas y menospreciando a sus otros primos, de la misma manera que lo hacía su padre, así que nadie le prestaba atención. Ni siquiera su hermano mayor, que la regañaba por ser egoísta e imprudente.

Su hermano mayor nunca supo que ella era de esa manera para que no le hicieran lo mismo a él.

La primera vez que la tocaron de manera incorrecta, su hermano estaba sedado, al lado de ella.

Las siguientes veces le mostraron la cámara de seguridad de su habitación para asegurarle que él estaba a salvo. Siempre y cuando ella no hiciera ningún sonido.

La niña a los catorce años perdió la máscara de insensibilidad y su prima más perspicaz se dio cuenta. La acogió bajo su ala, aunque ella puso mucha resistencia. La obligó a entrenar. La obligó a estudiar todos los venenos que existían. Y también le enseñó las partes del cuerpo que podía tocar para paralizar a alguien.

La niña a los quince años cometió su primer asesinato por medio del veneno.

Mataron a la sirvienta de la cocina después de encontrar misteriosamente el veneno en su habitación.

La niña creció despreciando a los hombres de su familia. Hasta que vio como sus primos y su hermano se abrían camino hacia el poder y las protegían.

La niña se prometió a sí misma que nunca más le daría la satisfacción a un hombre de vencerla. Que haría lo que pudiera por no volver a una posición como la de antes. Que ella controlaría a los hombres con lo que tanto deseaban. Su cuerpo. Ella los manipularía a su antojo y los mataría si se aburría.

Esa misma niña ahora estaba gritando de impotencia mientras la mujer en la que se había convertido se mecía en el aire con las muñecas atadas al techo y las piernas abiertas, los tobillos de cada pierna con una atadura que le impedía cerrarlas.

Porque otra vez estaba a merced de alguien. Y ese alguien no quería que ella se quedara callada. Quería escucharla gritar, quería deleitarse con su dolor. Excitarse con este.

La mujer apretó sus uñas en sus palmas cuando el hombre golpeó la fusta contra su piel. Se mordió los labios tanto qué sacó sangre.

El hombre la regañó y golpeó más fuerte.

Ella se estremeció, pero no abrió la boca.

Él gruñó con frustración, pero dejó caer la fusta. La golpeó con la mano antes de posicionarse por detrás.

Ella escuchó el tintineo del cinturón y se desconectó. Como había aprendido a hacerlo. Por suerte, las viejas costumbres no morían. Incluso entonces ella todavía podía hacerlo.

Nixia cerró los ojos y pensó en cosas agradables.

La manera en que los ojos de su hermano brillaban cuando Sunny le sonreía como si él fuera el centro de su mundo. O la pequeña sonrisa secreta de él cuando ella se sonrojaba por cosas tontas.

Pensó también en los abrazos de Carol. Su prima estoica y tranquila daba abrazos que te hacían sentir seguros, resguardados y listos para pelear contra el mundo entero.

Nixia pensó en las cosas que haría cuando regresara.

Ella iba a cocinar para su hermano.

Nunca lo había hecho. Newt la malcriaba aunque ella fuera una perra de niña. Le daba todo lo que pedía. Tal vez si cocinaba para él entendiera lo mucho que significaba para ella.

Nixia sabía que nunca se lo había dicho. Estaba segura de que él era consciente de que lo quería, pero ella no había usado las palabras ni una sola vez en su vida. Y no se imaginaba haciéndolo.

Así que cocinaría para él.

Tal vez también para Carol y Henry, quienes se habían peleado por una temporada con Newt por dejarle trabajar como señuelo con los hombres a los que querían sacarle información.

Les haría ver lo mucho que los apreciaba.

Porque ella iba a volver.

Aunque los hombres que la tenían cautiva repitieran que no. Aunque ellos aseguraran que la romperían tanto que olvidaría su nombre y quién era.

Nixia se negaba a permitirlo.

Así que cuando se desconectaba, pensaba en su hermano. Pues él era su esencia. Él era su razón para ser quien ella era. Y nadie podía quitarle eso.

Pensaba que él estaba vuelto loco con su desaparición porque era la primera vez que era consciente de algún daño en su contra y ella quería poder hablarle, así que se lo decía en su mente, con la idea absurda de que tal vez él lo sentiría.

Estoy bien, Newt.

Estaré en casa pronto.

Lo prometo.

Un nuevo pinchazo de dolor la atravesó, casi sacándola de su concentración, pero lo ignoró y volvió a desconectar.

Estoy bien.

Regresaré a casa.

Estoy bien. 

 

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MathesonWhere stories live. Discover now