4. Un pequeño recordatorio

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Katie lloraba en su cama, acariciando el brazo herido por su padre y haciendo todo lo posible para ser más pequeña

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Katie lloraba en su cama, acariciando el brazo herido por su padre y haciendo todo lo posible para ser más pequeña. Para desaparecer.

—Tú me has obligado a esto —dijo su padre, enojado—. Me has avergonzado allá afuera.

—Yo no quise... —Fue silenciada por otro latigazo con el cinturón y ella chilló, retrocediendo más hasta chocar con su pared.

—No me respondas, Katie. Estoy hablando. Cuando los hombres hablan, las mujeres se callan. Tienes que aprenderlo. Un día tu esposo esperará esa obediencia.

Katie decidió que no quería casarse nunca entonces. Con trece años había sido presentada a un grupo de hombres que habían querido tocarla, pero ella lloró llamando a su mamá, que fue golpeada por intentar detener toda la presentación.

Ahora su padre la golpeaba a ella por hacer ese desastre.

—La próxima vez que uno de mis socios te dé una orden, obedecerás sin dudarlo. ¿Lo entiendes? ¿¡Lo entiendes, mocosa desagradecida!?

—¡Sí! —lloró y gritó cuando el cinturón volvió a golpearla, pero esta vez impactó su rostro. Sin embargo, el hombre no se detuvo con eso. La obligó a acostarse boca abajo y azotó su espalda sin cesar durante minutos que ella consideró horas.

Una vez que estuvo satisfecho y Katie no podía gritar ni moverse, se puso de nuevo el cinturón y fue a la puerta, murmurando maldiciones sobre mujeres débiles y estúpidas.

Katie trataba de respirar, pero le dolía hacerlo y empezaba a considerar renunciar en ese momento.

—¿Aline? —cuestionó su padre, sorprendido—. ¿Qué haces aquí?

—Allen —corrigió una voz femenina suave—. Recuerda que mi nombre ahora es Allen. Y estoy aquí porque miré lo que sucedió. Pensé que querrías que te echara una mano con ella. Puedo educarla correctamente para ti.

Hubo un silencio entre ellos, pero Katie no tenía fuerzas para mirar por encima de su hombro.

» ¿Ya has conocido a Emelie? Mi hermosa hija es la Matheson mejor educada que vayas a conocer. Seguirá y cumplirá cualquier orden que le des. ¿No es así, querida?

—Sí, madre —dijo otra voz femenina—. Cumpliré cualquier cosa que desee, mi señor.

—Eso no será necesario —dijo su padre y Katie pudo sentir que estaba halagado—. Aunque me gustaría charlar contigo más tarde, Aline. Para... ya sabes, aclarar los horarios y eduques a mi hija.

—Por supuesto, Drew.

Katie escuchó los pasos de su padre y luego unos tacones femeninos, así como la puerta cerrándose.

Fue entonces cuando miró por encima de su hombro. Katie se sorprendió de mirar a su tía Aline en su habitación. Aunque había escuchado, no pensó que su padre permitiera que se quedara.

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