7. Compromiso

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Estar sentada al lado de hombres codiciosos y tontos no era el pasatiempo que Carol hubiera elegido alguna vez en su vida, pero nunca había tenido elecciones para tomar, así que no le servía nada lamentarse

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Estar sentada al lado de hombres codiciosos y tontos no era el pasatiempo que Carol hubiera elegido alguna vez en su vida, pero nunca había tenido elecciones para tomar, así que no le servía nada lamentarse.

Su deber como Matheson era recibir a los clientes del casino y hacerlos sentir cómodos. Esa noche en especial. Porque uno de sus clientes era el hijo de un hombre importante. Y se le daba bien gastar en su casino.

Un juego de poker entre hombres con el ego demasiado grande y ella era la compañía de Dain Green.

Ellos hablaban de negocios, ignorando su presencia, excepto cuando querían coquetear con ella. Dain tenía una mano en su muslo desnudo por el vestido corto que usaba.

Ella estaba a punto de buscar una excusa para levantarse e irse, cuando una voz masculina y grave dijo:

—Buenas noches, caballeros. —El cuerpo de Carol sufrió un escalofrío involuntario y sólo años de experiencia le evitaron demostrarlo—. ¿Puedo unirme?

—Niels, por supuesto, toma asiento, hijo —dijo uno de los hombres.

El hombre tomó asiento frente a ella, y enseguida sus ojos la enfrentaron. Una sonrisa curvó sus labios.

—Carol Matheson, qué placer volver a verla —dijo.

Dain volvió la cabeza en su dirección.

—¿Se conocen?

—Los Matheson hicieron una fiesta hace poco. Nos presentaron esa noche —respondió él.

—¿Qué fiesta? ¿Por qué no fuimos invitados?

Se hizo el silencio.

Los hombres desviaron las miradas de sus cartas para ver a Dain con inquietud. Todos los clientes sabían que no podían cuestionar a los Matheson.

Todos menos Dain, al parecer.

—Henry lo quiso de esa manera —respondió Carol.

Dain resopló y apartó la mano de su muslo.

—Creo que me gustará hablar con Henry.

Carol se mantuvo tranquila.

—Por supuesto, Dain. Le avisaré que quieres reunirte con él.

—Excelente. Porque ya terminé este juego. —Mostró sus cartas y los demás también lo hicieron.

Dain ganó.

Carol apretó la mandíbula, pero la aflojó de inmediato, sin querer molestarse.

—Felicidades, Dain —dijo con falsa alegría.

Él la miró con indiferencia. Estaba ofendido. Bueno, ella estaba cansada, así que iba a tomar eso como su salida.

—Señora Matheson, ¿sabe jugar? —preguntó Niels.

MathesonWhere stories live. Discover now