Ayuda exterior

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Las semanas estaban pasando sin que Rosario hablara del tema con Raúl, este solo se mantenía molesto e ignorándola, se sentía peor cada que Rosario le hablaba como si nada.

Ella trataba de hablar de cualquier tema que no fuera ese, lo que paso con Miguel fue de los peores momentos que tuvo, su momento de confianza total hacia alguien que apreciaba, sentía un nudo en la garganta y como sus ojos ardían de solo recordar ese hecho.

Todos los días estaba a su lado, pero aun así recibía un trato frío de parte del hombre, sentía miedo de decirle como se sentía al respecto, sentía miedo de pensar en como reaccionaría si le contaba su incomodidad con el tema, odiaba hablar de su dolor, y no deseaba verse tan débil delante de él.

Ya había pasado casi un mes sin que se hablaran, era bastante tarde por la noche, Rosario ya estaba arta de dormir en total soledad, Raúl se la paso durmiendo en el sillón, era bastante incómodo, pero prefería eso antes de que la mujer durmiera mal, no le había salido nada bien porque Rosario no dormía en absoluto.

Ella se levantó de la cama con una de las camisas de su novio puesta, era lo más cercano que tenía a la presencia de Raúl, se acercó a la puerta del baño y la toco algo nerviosa.

—Me estoy bañando, Rosi —. Respondió la voz masculina reconociendo que era ella por la hora.

—Es que... quería hablar...

En cuanto dijo eso escucho un golpe y los pasos rápidos de Raúl hacia la puerta, el hombre la abrió con una sonrisa y todo el pelo lleno de champú, aun así sus ojos brillaban esperando ver a Rosario hablar mientras sostenía una toalla pequeña en su cintura.

—Yo... —. Se mantuvo en silencio sin saber que decir, pero sonrió nerviosa —. ¿Qué tal si dormimos juntos hoy?.

Eso fue suficiente para que Raúl cambiará su cara a una de tristeza, suspiro decepcionado y le cerró la puerta, se volvió a escuchar como el agua caía contra el cuerpo del hombre.

Rosario se quedó unos segundos en la puerta y se volvió a encerrar en la habitación, no pudo evitar abrazar la almohada mordiéndose el labio para no llorar de vergüenza por sentirse tan egoísta, con el tiempo se quedó dormida.

Abrió los ojos sintiéndose aún peor que los días anteriores, se levantó y vio una caja con su desayuno y una carta "Cris y yo ya nos fuimos caminando" decía, miró la caja unos segundos y luego suspiro, no tenía hambre desde lo ocurrido, solo un sabor asqueroso en la boca que la hacía querer vomitar.

Su día en el trabajo no mejoro en absoluto, otra vez los clientes pidiendo "otros" tipos de ayuda, se sentía estresada a más no poder y cuando uno de los clientes le puso la mano en la espalda baja fue suficiente para que saliera del lugar, le pidió a un compañero que se encargará y se fue con la primera excusa que pudo.

Caminaba algo temblorosa por la calle, se sentía nerviosa, su respiración se cortaba la mayor parte del tiempo, se acercó a una tienda tratando de olvidar la actual situación, se dispuso a recordar que faltaba en la casa, también pensaba comprarle un regalo a Raúl, pensaba que así obtendría su perdón.

Subió la cabeza luego de agarrar un paquete de arroz y miro a una chica a su lado que le sonreía con timidez, Rosario casi salta del susto, le dio una amable sonrisa y metió el arroz en el carrito, se quedó extrañada al notar que esta mujer solo la miraba algo incómoda.

—¿Necesitas algo?.

—¿No me reconoces? —. La mujer quedó sorprendida y bajo la mirada apenada.

—No, lo sien... No puede ser ¡vos! —. Rosario la miro aún con confusión a pesar de reconocerla —. Te ves más... ¿Femenino?

—Ah si, si, si, bueno, ah, ahora soy Shirley, espero darme a entender—. Respondió ella con una sonrisa mientras le daba un abrazo a la mujer.

RarosOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz