Cita (parte dos)

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Raúl pegaba su mano a la de la mujer restándole importancia cada que alguien reconocía a su novia, o al hecho de que parecía maquillado de tantos besos recibidos por ella.

La mujer lo llevó a un lugar más apartado, una playa muy hermosa, pero también un lugar iluminado donde no muchas personas iban, Rosario echo un suspiro largo y se quitó los tacones, tirándolos de inmediato, caminaba descalza sobre la arena fría, riendo un poco esperando que el hombre se uniera a ella.

Raúl fue detrás de ella agarrando los tacones mientras sonreía, su mirada se encontraba puesta en Rosario quien adoraba bastante cualquier lugar que fuera tranquilo o pudiera estar sin mucha ropa sin que la juzgaran, la chica se acercó a la orilla, dejo su abrigo en la arena y se sentó sobre él.

Raúl se sentó a su lado ignorando el tipo de ropa que llevaba, la mujer cerró los ojos disfrutando del sonido de las olas bajas y sintiendo ese olor que solo el mar dejaba, abrió los ojos despacio al sentir como Raúl la arrastraba hasta que ella quedara en el regazo del hombre, sonrió y apoyo su nuca contra el pecho del hombre agarrando con fuerza su mano.

—Raúl...

—¿Qué pasa?.

—¿Vos pensás que mi padre estaría feliz del rumbo que tomó mi vida?, me hubiera gustado que él te conociera —. Su mano apretó un poco fuerte la del otro y se mordió el labio sintiendo un tic en el ojo, se calmó de inmediato al sentir los múltiples besos que le eran dados en diferentes lugares de su cabeza.

—Estoy seguro que estaría orgulloso de vos Rosario, yo estoy orgulloso de vos, y tal vez pueda verlo contigo cuando seamos más viejos —. Soltó en un tono bajo agarrando fuerte de la cintura a la chica.

—¿Cómo sabes que lo estaría?, ¿cómo sabes que estaría orgulloso de mí?, de mi vida...

—¿Quién no lo estaría?, una mujer responsable, la persona que es como una madre para Cris, la mujer más hermosa y la que me saco con ese niño tonto de esa horrible casa, Rosario, es imposible no sentir orgullo al estar a tu lado, una mujer como vos es la palabra orgullo con todas sus letras.

Rosario bajo la cabeza poniéndose muy sonrojada y soltando risas de vergüenza, Raúl había aprendido a consolarla en sus malos momentos sin importar lo que costará, era un inútil, pero nunca se rendía, era algo que adoraba de eso, su perseverancia.

Levanto la cabeza y beso los labios del hombre acercándolo con ambas manos, todo estaba saliendo tan bien que a la pobre mujer se le estaba por salir el corazón por la boca, se separó de su novio, estaba lista para decirle, pero su teléfono sonó interrumpiendo esa atmósfera perfecta que le costó lograr.

—Ya vuelvo hermoso —. Dio un último beso en la mejilla de su pareja y se levantó.

Se alejó un poco de Raúl poniéndose detrás de unas rocas no muy lejanas y donde la luz de los postes la alumbraba lo suficiente para no ser peligroso, se sentó y miro el número que la había llamado, era un número desconocido, quedo extrañada pero contestó.

—¿Quién es?.

—Miguel.

—Eh... —. Rosario quedó en silencio al escuchar la voz de Miguel, desde esa pelea no había hablado ni una sola vez.

—Me enteré que le ibas a pedir matrimonio a Raúl, me lo contó él traba de tu amigo.

—Se llama Shirley, y es mujer —. Soltó casi en un gruñido.

—¿Desde cuándo tratas así a un amigo?, solo te quiero decir que es mala idea, date cuenta que servís para muchas cosas ¿pero de esposa?, suena a un mal chiste —. El hombre soltó una risa larga.

RarosWhere stories live. Discover now