Pobre Raúl

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Podía sentir un fuerte dolor en el pecho, sentía que aún había sangre en su cara, no pudo soportar la sensación, se bañó una y otra vez, estaba realmente frustrado, talló tanto su piel que estaba roja, salió del baño y se puso lo primero que encontró, se recostó en su cama tratando de olvidar la escena.

Rosario entró a la habitación, mostrando preocupación, se recostó a su lado mirándolo y acariciando su cabello, Raúl le dio una sonrisa y escondió la cara en su pecho abrazándola fuerte de la cintura, su corazón latía a mil por segundo, no quería ni podía expresar como se sentía realmente, intentaría hacerlo por el pacto de sinceridad que hizo consigo mismo con respecto a su futura esposa.

—¿Raúl? —. Al no obtener respuesta se sintió algo triste, pero puso las manos en su espalda y dio caricias.

—Estoy bien, no te preocupes, solo fue el impacto de las imágenes, no me afecta tanto fuera de eso —. Dijo con la voz algo temblorosa.

—¿Querés que cancelemos la boda?, podemos hacer eso...

—No, no, no, no quiero que la cancelemos por Miguel —. Levanto la cabeza y beso los labios de la mujer con suavidad —. Juro que solo fue el impacto de lo que vi, voy a estar mejor en unos días.

—Supongo que está bien si vos lo decís —. Sonrió fingiendo positividad, repartió besos en la cara de su pareja sabiendo que aún que no lo dijera deseaba mucho el consuelo.

Se levantó de la cama un momento al oír el sonido del teléfono de cable sonando, dio un último beso en su frente y bajo.

Raúl miró a la pared fijamente, no podía siquiera parpadear sin que una imagen larga de Miguel pasara en su cabeza, lo odiaba, como lo odiaba, todo su desprecio iba para esa bestia que le arruino la vida a la persona que más ama, que solo sirvió como obstáculo en la vida de todos los demás.

Era definitivo, era algo obvio, su desprecio hacia él llego hace tiempo, ese era su problema, se sentía como si un simple extraño muriera delante de él, lo afectaba, pero no era como la muerte de Rosario, no era alguien importante, pero escuchar sus últimas palabras, verlo literalmente destruirse frente a sus ojos, todo eso era una mezcla que lo hacía querer vomitar.

Cerro los ojos tratando de calmarse sintiendo que aún el líquido rojo seguía en su cara, aun sabiendo que se había lavado tanto que dolía, se sentó en la cama, trataba de pensar de manera más positiva, sabía bien que ya no molestaría, su vida sería más tranquila de ahora en adelante.

—Raúl.

El otro solo le dio una mirada dulce aun en su intento de olvidar, ella se sentó a su lado con una sonrisa nerviosa, luego le tomó la mano.

—No me dijiste que Miguel tenía otro hijo, lo sabías ¿verdad?.

—S... Si, Mario me lo contó hoy, no te preocupes por eso, seguro lo mandaran con algún familiar de Miguel —. Respondió lo más relajado posible.

—Una trabajadora social dijo que vamos a ser los tutores legales...

—¿¡QUE!? —. Grito luego de estar en silencio por un buen rato, tomo aire y la miro nerviosa.

—Eso dijo ella, aparentemente Miguel nos deja a su último hijo, y tal vez a Vladímir, juro que no entiendo nada —. Dijo temblorosa, por parte la idea le emocionaba, pero era muy descuidada con los niños.

Raúl se puso la mano en la cara demostrando su estrés, Rosario sabía que iban a aceptar si o si, así que no valía la pena ni preguntarle al hombre sobre el tema, acaricio la mano de su pareja para calmarlo, ambos estaban teniendo una acumulación de estrés para este momento.

La mujer levantó a Raúl de la cama para ir a la habitación de invitados y prepararla para el niño, al hombre le temblaban las manos en todo momento, tenía que hacer los preparativos de la boda junto a su pareja, lidiar con ver un suicidio grotesco y ahora también con un niño molesto, tal vez también con Vladímir, pero no tenía idea de si había cambiado al menos

Luego de un rato se echaron a dormir, Raúl prefirió que Rosario lo abrazara por la espalda, simplemente decidió no dormir en el pecho de su prometida como siempre lo hacía, cerro los ojos y pudo dormir en paz, eso no le duró mucho.

Se sentía atormentado, podía recordar como Miguel había pasado de un niño solitario a su mejor amigo, ese que le prestaba dinero si lo necesitaba, el que siempre había estado para él sin importarle los problemas que podía tener. Cambio totalmente, no era ni una cosa ni la otra, llego a ser un monstruo, eso fue lo último que fue él.

Veía cuando eran pequeños y jugaban con la arena, cada que Miguel se refugiaba en la casa de su amigo por sentir miedo a sus padres, lo admitía lo justifico, él era tóxico, más de un golpe había tenido solo por llevarle la contraria, Miguel siempre fue así, tan complicado.

Lo último que vio de su sueño fue el tren, podía ver la etapa de Miguel en su niñez, fue la que más quiso, verlo aplastado por el tren una y otra vez se sentía horrible, su sueño solo se volvió peor sintiendo que lo ahogaba un mar de sangre, su pecho dolía en exceso y el mar le susurraba, susurraba que era el quien lo mato.

Su respiración se aceleró, sentía que realmente no podía respirar, no era la primera vez que le pasaba, pero el abrazo de su pareja lo calmo, sintió sus brazos rodearlo con cuidado, su respiración se calmó de a poco, aún temblaba, se despertó un poco y se escondió en el pecho de la mujer, no conocía otra manera de calmarse.

Volvió a dormir más calmado, solo se quedó a reflexionar, sabía bien que justificar a Miguel estaba mal, porque no lo merecía, porque él eligió ser lo que es, nadie le puso un arma al cuello para maltratar a su hijo, desde siempre Raúl intento sacarlo de ese poso oscuro que era su religión, pero él no escucho.

Se sintió en paz, en paz de saber que podía terminar con todo el revuelo que Miguel hacía en su mente, por fin hizo algo bien, morirse, se sentía aliviado de perder esa enorme carga que nunca abandono, por fin se sentía libre, se sentía bien.

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