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Desde que tengo uso de razón, siempre fui odiado, en un mundo donde la magia lo es todo era difícil sobrevivir, si no tenías marca eras ejecutado, si sólo tenías una pero no eras poderoso, eras rechazado.
Mi familia en ese entonces era muy prestigiosa, magos de doble línea, muy poderosos capaces de usar magia sin varita, pero ninguno llego a tener el suficiente poder como para tener las tres líneas.
Recuerdo las miradas decepcionadas de mis padres al ver que solo tenía una línea, una línea que cruzaba por en medio de mis cejas, sobre mi nariz hasta mi mejilla izquierda. Mis padres eran magos de doble línea "poderosos" y estaban decepcionados de tener un hijo "débil".
Aunque me esforzará tanto para enorgullecer a mis padres, no podía, lograba hacer los mejores hechizos sin dificultad, pero aún así no me reconocían, y solamente por la única marca en mi cara.
Pero todo eso cambio el día de mi cumpleaños, mi poder mágico fue en aumento. Y pronto descubrí que tendría que practicar más aún para poder contener todo el poder que tenía.
Mi segunda línea apareció cruzando mi ojo izquierdo, formando una cruz cerca de mi mejilla, causada por mi primera línea.
Leyendo libros por fin en ese tiempo me di cuenta de mi magia. Mi magia era de la muerte, literalmente. Si pudiera sacar todo su potencial podría sacar aquella forma de la varita y tener mis tres líneas para que por fin mis padres se enorgullezcan
Pero un día simplemente no pude controlarla.
En ningún momento fue con intención... Solo quería ser poderoso como ellos, quería que me dejaran de ver con decepción, y simplemente dije. Mueran. No debí de decirlo.
En ese instante quise morir cuando vi los cuerpos de mi familia con tantos cortes en sus pieles, mi familia estaba completamente acabada.
Lo logre. Había logrado morir, o por lo menos eso creí al ver que despertaba nuevamente en aquel lugar silencioso y con un fuerte olor a sangre.
-No puedo morir...-tome mi cara con desesperación- quiero morir... no quiero estar solo... -me agache tomando mis rodillas y acercandolas a mi pecho, mi rostro se estaba llenando de lágrimas y mi pantalón de mocos.-
Después de un rato de tanto llorar hasta que me doliera la cabeza, me levante del suelo manchado de sangre, subí las grandes escaleras hasta el estudio de mi padre. En una vitrina estaba aquella varita que siempre quise tener en mis manos, pero no había sido posible por "no ser digno".
Me llamaba queriendo que la tomara. Eso hice, proclamandola mía. Y con mi poca edad salí de aquella casa vagando por los caminos de tierra, cada vez que encontraba a alguien usaba mi magia con aquél ser. Quería encontrar a alguien con quien mi magia no surgiera efecto, o que por lo menos no fuera tan dañina, también a alguien que me pudiera matar...
Ese era mi deseo, morir a manos de alguien con quién ya no pueda revivir.
Los meses pasaron, las voces me atormentaban, las voces de los espíritus de tantas personas que mate por mi capricho.
