Chapter XXIX.

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Capítulo 15.

"La pesadilla de Percy"

Percy se sintió el semidiós más patético de la historia. El bolso era el insulto definitivo. Se habían marchado corriendo de la AVSAI, de modo que tal vez la intención de Iris al darle el bolso no había sido crítica. Lo había llenado de pasteles enriquecidos con vitaminas, barritas de fruta deshidratadas, cecina macrobiótica y unos cuantos cristales para que les dieran suerte. Luego se la había puesto a Percy en las manos: «Toma, necesitarán esto. Oh, te queda bien».

El bolso —perdón, el accesorio masculino tipo cartera—tenía un estampado multicolor, un símbolo de la paz cosido con cuentas de madera y el lema «Abraza el mundo entero». Ojalá pusiera «Abraza el váter» . Percy se sintió como si el bolso fuera una apostilla de su enorme e increíble inutilidad. Mientras navegaban hacia el norte, colocaron la cartera lo más lejos posible de él, pero el bote era pequeño. No podía creer cómo se había venido abajo cuando sus amigos lo habían necesitado. Primero, había sido tan tonto que los había dejado solos al volver corriendo al bote, y Hazel había sido secuestrada. Luego había visto al ejército marchando hacia el sur y había sufrido una especie de crisis nerviosa. ¿Si le daba vergüenza? Si. Pero no había podido evitarlo. Cuando había visto a aquellos centauros y cíclopes malvados, le había parecido tan raro, tan contrario a lo normal, que había pensado que le iba a explotar la cabeza. Y el gigante Polibotes... le había provocado una sensación opuesta a la que experimentaba estando en el mar. La energía de Percy lo había abandonado y lo había dejado débil y febril, como si las entrañas se le estuvieran corroyendo. Habría estado mucho peor si no fuera por Katherine. Era extraño, pero cuando la abrazaba se sentía mejor, como si estuviera en un campo floreciente, lleno de sol y una brisa agradable. Se preguntaba si sería un poder de Venus. El té medicinal de Iris había ayudado también a que su cuerpo se sintiera mejor, pero todavía le dolía la cabeza.

Había oído historias de personas que habían perdido alguna extremidad y que sufrían dolores imaginarios en la zona donde habían tenido la pierna o el brazo desaparecido. Así notaba él su mente, como si le dolieran los recuerdos desaparecidos. Y lo peor de todo era que cuanto más avanzaba hacia el norte, más se desvanecían sus recuerdos. Había comenzado a sentirse mejor en el Campamento Júpiter, donde había recordado nombres y caras al azar. Pero entonces hasta la cara de Annabeth se estaba volviendo cada vez más borrosa. En la AVSAI, cuando había tratado de enviar un mensaje Iris a Annabeth, Fleecy había sacudido la cabeza con un gesto triste.

«Es como si estuvieras llamando por teléfono a alguien —dijo—, pero hubieras olvidado el número. O como si alguien estuviera interfiriéndose en la señal. Lo siento, cielo. No puedo conectarte.»

Le aterraba perder por completo la cara de Annabeth cuando llegara a Alaska. Tal vez un buen día se despertaría y ya no se acordaría de su nombre. Sin embargo, tenía que concentrarse en la misión. La imagen del ejército enemigo le había mostrado a lo que se enfrentaban. Era el 21 de junio muy de mañana. Tenían que llegar a Alaska, encontrar a Tánatos, localizar el estandarte de la legión y regresar al Campamento Júpiter para la noche del 24 de junio. Cuatro días. Mientras tanto, al enemigo solo le quedarán varios cientos de kilómetros de marcha.

—¿Te sigue doliendo la cabeza? —preguntó en un murmullo Katherine.

Ella se encontraba acurrucada a su lado con las piernas cruzadas en indio. Su cabello rojo estaba revuelto por el viento. Sus ojos azules parpadeaban desde un turquesa al color lapislázuli, el tono de azul que al final, siempre permanecía en ella junto con el gris. Percy no se sorprendía que Venus sea su madre.

—¿Qué? ¿Estás asombrado por ver tanta belleza? —los labios se curvaron en una sonrisa adornada por sus hoyuelos.

Percy sintió alivio al escucharla bromear. Desde que intentó contactar a Annabeth con un mensaje Iris no había dicho una sola palabra. Ni siquiera lo miraba. En cierto modo se sentía culpable, su otro lado simplemente le ordenó a aquella parte que se dejara de estupideces. Tal vez ellos tenían algo, pero en el mejor de los casos era un «tal vez», ellos no eran oficiales, ella misma lo decía. Además, solo quería recordar, acercarse a su pasado y Annabeth por ahora era la única cosa que recordaba de ella con claridad.

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