Chapter LXXXIV.

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Capítulo 30.

"Viajando a la oscuridad"

El rescate comenzó de una manera muy al estilo película de Hollywood. El entrenador Hedge echó abajo el techo de la caverna con las ballestas, soltando un grito lleno de júbilo, mostrando su no sana pasión por destruir cosas.

el Argo II flotó sobre el hueco que habían creado. Y pese a que la luz del sol se colaba por allí, el interior permanecía escalofriantemente oscuro, impidiendo que pudiesen ver con exactitud lo que pasaba dentro, salvo, claro, que veían relucir una estatua dorada y marfil, rodeada de un halo de luz, cumpliendo el papel de un escudo energético.

Percy corrió al pasamanos que daba al agujero, sus ojos entrecerrados buscando a Annabeth.

—¡Annabeth!

—¡Aquí! —respondió la sollozante voz de la chica en medio de la oscuridad.

Katherine sintió su corazón romperse al ver como la preocupación se desvanecía y una resplandeciente sonrisa la remplazaba. Podría ser su irracionalidad e inseguridades hablando, pero él nunca le sonrió así, nunca. Tal como Kol, quien siempre mostró cierta suavidad y miradas cálidas a Lindsey. Él siempre dijo que Katherine era especial, pero la chica sabía que no era así. Percy le decía que la quería, por las joyas de Freya, compartían cama, y pese que no era nada más que dormir, para Katherine era mucho más íntimo porque jamás permitía que nadie estuviera cerca en sus momentos más vulnerables, dormir siendo uno de ellos. Ni siquiera podía totalmente dejarse al descubierto frente a Gretel y Nate.

«Cálmate, Karin. ¿No ves lo que pasa? Estaba preocupadísimo por su amiga. Estás imaginándote cosas que no hay. No seas egoísta», se regañaba mentalmente.

El Argo II se quedó flotando a unos doce metros del suelo. Una escalera de mano descendió de la embarcación. Katherine por fin pudo ver a Annabeth. Estaba cubierta de telarañas, desde la cabeza hasta los pies. Su pelo rubio estaba sucio y enmarañado. Pese a esos detalles, se veía igual de bonita.

Cuando Katherine bajó vio a Percy apartarla con delicadeza del foso y la rodeó con los brazos. Ella sepultó su rostro en el pecho de él y rompió a llorar. Katherine se sintió aún más culpable y egoísta por estar tan preocupada de sí en estos momentos.

—Ya pasó —dijo Percy—. Estamos juntos.

Todos se reunieron a su alrededor.

—La pierna —Leo se arrodilló al lado de ella y comenzó a examinarla. Katherine notó cómo ella llevaba un plástico de burbujas en modo de vendaje improvisado—. Oh, Annabeth, ¿qué te ha pasado?

Ella empezó a explicárselo. Le costaba hablar, pero continuó, y a medida que pasaba el tiempo, las palabras fluyeron con cada vez más facilidad de sus labios. Cuando hubo terminado, todos estaban boquiabiertos de asombro.

—Dioses del Olimpo —dijo Jason—. Has hecho todo eso sola. Y con el tobillo roto.

—Bueno..., una parte con el tobillo roto.

Katherine desvió la vista. A comparación, ella no había hecho nada.

Percy sonrió.

—¿Has hecho que Aracne tejiera su propia trampa? Sabía que eras buena, pero Hera bendita... lo has conseguido, Annabeth. Generaciones enteras de hijos de Atenea lo intentaron y fracasaron. ¡Has encontrado la Atenea Partenos!

Todos contemplaron la estatua.

—¿Qué hacemos con ella? —preguntó Frank—. Es enorme.

—Tendremos que llevárnosla a Grecia —dijo Annabeth—. La estatua es poderosa. Tiene algo que nos ayudará a detener a los gigantes.

Who I Am?Where stories live. Discover now