II: Camino a lo Desconocido

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Mi urgencia de visitarla no podía esperar. Aunque siempre había amado pasar tiempo con ella, esta vez, mi necesidad iba más allá de compartir historias .

Me encontraba nerviosa mientras me sentaba junto a ella en el rincón especial de su jardín. La imagen de un sueño inquietante me perseguía , y estaba segura de que mi abuela tenía las respuestas que necesitaba.

— Abuela —comencé con una voz temblorosa —necesito tu ayuda. Hace unas semanas, tuve un sueño muy extraño, uno que no podía controlar. Fue perturbador y oscuro, y no supe qué hacer al respecto. Desde entonces, algo ha cambiado en mí.

La abuela me miró confundida, sus ojos parpadeando con un atisbo de incomprensión. — ¿A qué te refieres, Mía?— preguntó con voz suave.

— Desde ese sueño, abuela, las cosas han cambiado. No puedo recordar mis sueños con la misma claridad de antes, y es como si una densa niebla hubiera caído sobre mis recuerdos. Intento mantener la concentración y reconstruir mis sueños, pero es casi imposible. Algo me está bloqueando, y no sé cómo superarlo.

Su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y curiosidad a medida que mis palabras fluían.

— Mi don de adentrarme en los sueños ajenos también se ha vuelto esquivo, continué. — ¿Qué está sucediendo, abuela?

La abuela rápidamente agarró las flores y se dirigió a la casa. Silenciosamente, la seguí, con mi mente inmersa en pensamientos y preguntas sin respuesta.

En el salón, la abuela sacó algunos libros antiguos de las estanterías y comenzó a ojearlos. Cada uno de esos libros tenía un aroma único, mezcla de sabiduría antigua y magia. Mientras los hojeaba, sus dedos arrugados pasaron con cariño por las páginas amarillentas, como si estuviera buscando una respuesta en las palabras impresas en ellas.

La abuela me miró con una mezcla de preocupación y determinación. Su voz temblaba ligeramente cuando me dijo

— Mía, no puedo darte una respuesta clara en este momento, pero quiero que vuelvas a casa y experimentes ese sueño al máximo. Analiza cada detalle, cada emoción que sientas. Luego, el lunes, ven a visitarme. Tendré todo preparado

Confundida, miré a mi abuela y le pregunté

—Preparado, el que?

La abuela, claramente ansiosa y apurada, me acompañó hasta la puerta. Con un gesto rápido, me regaló unas pequeñas flores y me dijo

— Úsalas la próxima vez, Mía. Ahora, ve rápido a casa  el tiempo es esencial.

Sus palabras me llenaron de intriga y preocupación mientras me dirigía a toda prisa de vuelta a casa, sosteniendo las flores en mis manos, sin comprender completamente su significado.

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