XXV: El jardin

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La mañana siguiente, monté en mi bicicleta y pedaleé tan rápido como pude hacia la casa de Marta. La preocupación se apoderaba de mí, ya que no respondía a los mensajes. Aunque tal vez era demasiado temprano, la incertidumbre aumentaba a cada pedalada

Finalmente, llegué a la puerta de su casa. Su madre me recibió con amabilidad, y yo entre aparentando tranquilidad. Subí rápidamente a la habitación de Marta, donde la encontré dormida en su cama. Me acerqué e intenté despertarla suavemente.

— Marta, buenos días, soy Mia —dije, pero no obtuve respuesta.

— Marta, ¿estás bien? —insistí, notando la falta de respuesta.

Al no obtener ninguna reacción, el miedo se apoderó de mí, y en un arranque de desesperación, grité

— ¡MARTA! —Finalmente, se despertó sobresaltada, sin entender lo que ocurría.

— ¿Pero qué te pasa? ¿Qué haces aquí? —me lanzó una almohada a la cara y me apresuré a abrazarla.

— Oh, menos mal. Pensé que algo te había ocurrido —dije mientras continuaba abrazándola

— ¿Qué dices? ¿Que me iba a ocurrir? —dijo, quitándose aun las legañas

Mientras ella continuaba quejándose por mi inesperada visita a esa hora temprana, le expliqué sobre la aparición de la sombra y que había algo que mi abuela no nos había contado.

— Mia, sea como sea, debes matar a esa cosa o te matará a ti.

Las palabras de Marta resonaron en mi cabeza. Tenía razón, debía acabar con esa entidad inmediatamente.
Salí de la casa de Marta y, decidida, me dirigí a la casa de mi abuela. Era hora de abordar el asunto directamente, necesitaba conocer el origen real de la sombra.

Como era costumbre, llegué a la casa de mi abuela, pero esta vez, para mi sorpresa, la encontré junto a Alexander. Toqué la puerta y entré con una amistosa sonrisa, saludando a ambos, que estaban en la cocina.

— Hola, Mia, ¿cómo estás? —me saludó Alexander.

Le devolví el saludo y me dirigí rápidamente a mi abuela.

— Abuela, la sombra ha vuelto a aparecer, pero esta vez necesito que seas sincera conmigo.

Le escribí varios mensajes a Ethan, pero como siempre, no respondía. Probablemente estaría dormido como una nutria. Después de un rato, mi abuela se sentó conmigo, mientras Alexander recogía la cocina.

— Verás, ayer volví a ver a la sombra, pero me dijo algo que me dejó completamente confusa.

En ese momento, Alexander suspiró por detrás de la abuela y se sentó junto a ella.

— Isabel, es hora de que hables de ello con Mia —dijo, tomándole la mano.

Mientras mi abuela comenzaba a narrar, yo no entendía nada. Pensaba que era completamente sincera conmigo, pero al parecer, seguían existiendo secretos ocultos en esta familia.

— ¿Qué está ocurriendo, abuela? ¿De qué habla? —pregunté.

Tomó un suspiro y continuó con su relato.

— Querida, esto es algo que no debes contarle a nadie. De hecho, serás la primera despues de mucho tiempo en saberlo. Ni siquiera tu madre lo sabe. Hace mucho tiempo, tu tatarabuela dio a luz a cinco niños preciosos. Todos nacieron sanos.

Observé cómo mi abuela se sumergía en la historia.

— Todos poseían dones oníricos, pero uno de ellos decidió enfocar su don a la magia oscura, creyendo que le traería beneficios en la magia. Tristemente, no fue así. Invocó algo maligno, horrible, que se apoderó de él. Fue muy difícil para toda la familia.

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