XXIII: Luces en la oscuridad

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El camino a casa fue un desafío, llevaba la carga de no haber logrado ayudar plenamente a Alexander. Quedé en buscar ayuda en mi abuela para resolver la situación lo antes posible. Mientras pedaleaba, Marta no dejaba de hacerme preguntas, incapaz de comprender lo que acababa de ocurrir.

— ¡MIA! Más te vale darme una explicación lógica de lo que pasó ahí adentro. ¿Qué demonios ocurrió?

Su tono me recordaba a mi madre. Frené la bicicleta bruscamente, agotada por la avalancha de preguntas.

— Quédate a dormir conmigo esta noche, ¿de acuerdo? Te lo explicaré todo.

Necesitaba ganar tiempo para organizar cómo le revelaría la verdad.

Continué pedaleando y, como aún era temprano, hice una parada en casa de mi abuela. Marta decidió que era mejor irse a su casa, quedamos en encontrarnos después.

Me encontraba en casa de mi abuela, con el corazón acelerado y la preocupación marcada en mi rostro. Saludé a mi abuela con cariño, Ahora tenía otro problema ¿cómo le explicaría a mi abuela que Alexander estaba vivo?

— ¡Mia! No esperaba verte por aquí, querida. ¿Cómo estás?

Tomamos asiento en la acogedora butaca del jardín, y ella preparó su especial chocolate caliente.

— Abuela, necesito hablar contigo —le dije con seriedad.

Le expliqué la situación a mi abuela, revelándole que Alexander estaba vivo pero atrapado en un sueño profundo. Intenté describir la oscuridad que lo aprisionaba, y mi abuela me miró en completo silencio, con los ojos desorbitados. Las palabras le resultaban esquivas.

— ¿Cómo, cómo... cómo es posible? Yo vi cómo desaparecía —una lágrima recorrió su mejilla, y sentí la carga emocional en el aire.

Con ternura, la abracé.

— Abuela, necesitamos tu ayuda —le dije con cariño.

Después de un rato, regresé a casa, donde Marta me esperaba. Después de la charla con mi abuela, lo último que necesitaba era otro diálogo con Marta, pero ya no había vuelta atrás.

Tardé menos de lo que pensaba en explicarle todo a Marta, evitando entrar demasiado en detalle. Permaneció en silencio por un rato hasta que finalmente abrió la boca.

— O sea que, ¿todo este tiempo has tenido superpoderes y no me has dicho nada?

La verdad no sabía qué responder a eso, tenía razón.

— Algo así... —dije tímidamente.

— Mía!! ¿Cómo es posible que te hayas callado todo este tiempo un secreto así? — dijo Marta.

Me quedé en silencio, escuchando los reclamos de Marta.

— ¿Es que acaso no confiabas en mí? — noté cómo la tensión se hacía cada vez más notoria, así que procedí a enseñarle el collar y hablarle un poco más de él, lo cual me llevó algo más de tiempo.

— Y Alexander, ¿qué le ocurrió? — preguntó Marta con un tono apenado.

— Creemos que la sombra le hizo eso, pero hasta mañana no sabremos nada concreto.

— Y esa sombra, ¿por qué va detrás de vosotros ?

— Digamos que... está buscando una venganza... —dije, intentando restarle importancia al asunto.

La noche avanzó con calma, y al día siguiente iríamos otra vez a casa de Ethan para ver qué ocurría con Alexander. Esta vez también iría mi abuela.

Guardianes de los sueñosWhere stories live. Discover now