VII: El collar del guardian

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En la calma de la madrugada, me encontraba en mi cuarto, con mi cuaderno en mi regazo. Me había sumergido en un profundo enfoque, tratando de descifrar por mí misma los enigmas que habían invadido mi vida. Cada visión, cada señal, los sueños perturbadores, todo estaba documentado meticulosamente en mi cuaderno.

Sin embargo, esa noche, después de meditar, estaba dispuesta a dar un paso arriesgado. Mi objetivo era entrar en el mundo de los sueños de mi madre para obtener respuestas sobre el misterioso collar y cualquier otro secreto que se mantuviera oculto. Sabía que era peligroso, ya que mi madre conocía mi don y cualquier error podría alertarla de mis intenciones.

Tomé las flores ya secas que mi abuela me había entregado semanas atrás, notando cómo aún desprendían un suave aroma. Con cuidado, me acomodé en mi lugar favorito, rodeada de la tranquilidad de mi habitación, y comencé a meditar.

Cerré los ojos y me sumergí en un profundo estado de concentración. Una vez más visualicé las flores, formando un vínculo entre mi mundo y el de mi madre. Esta conexión era la clave para penetrar en sus sueños.

Mi mente se desprendía de la realidad, y los límites entre los dos mundos se desvanecían.

Cuando abrí los ojos en ese nuevo lugar, supe que lo había logrado. Me encontraba en un jardín lleno de colores vibrantes y flores de todo tipo. Aunque me parecía familiar.

Cada paso me llevaba más adentro en este mundo onírico, donde todo parecía cobrar vida. Pero entonces, me giré y vi la casa de mi abuela.

La casa era sorprendentemente diferente a como la recordaba en el mundo real. En lugar de estar desgastada por el tiempo y la edad, lucía fresca y bien cuidada. El jardín que rodeaba la casa estaba lleno de flores en plena floración. La confusión se apoderó de mí mientras intentaba comprender esta transformación.

De repente, la puerta de la casa se abrió, y mi abuela salió al jardín. Aunque era ella, tenía un aspecto más joven y radiante de lo que recordaba. Observé en silencio desde mi escondite.

Entonces, algo más captó mi atención. Una niña salió corriendo detrás de mi abuela, riendo alegremente. Era una niña de cabello oscuro y ojos brillantes que llevaba un vestido blanco. Me resultaba familiar, aunque no lograba recordar quién era.

La niña, de unos 7 años llena de curiosidad, preguntó,

— Mamá, ¿qué vamos a hacer hoy?

La revelación me golpeó como un rayo. El simple hecho de llamar "mamá" a la abuela, solo podía significar una cosa: ¡esa niña era mi madre!

— Hoy vamos a recoger flores para meditar, cariño, como lo hemos estado haciendo estos días

Las vi entrar en la casa y me deslicé tras ellas sin que me notaran. Mi abuela condujo a mi madre hacia una habitación que era familiar para mí. Era el lugar donde solíamos llevar a cabo nuestros entrenamientos, donde aprendía a controlar mis habilidades oníricas.

Desde mi escondite, observé perpleja cómo mi madre seguía las instrucciones de mi abuela, incluso recogiendo algunas de las flores que habían recolectado en el jardín. Era un entrenamiento que había realizado en innumerables ocasiones, una parte esencial de mi vida, una forma de comprender y dominar el mundo onírico.

Sin embargo, no tenía sentido que mi madre estuviera involucrada en esto. Ella, que no poseía ningún don. Las preguntas llenaron mi mente mientras veía el extraño entrenamiento.

¿Por qué mi madre estaba siendo entrenada en algo que aparentemente no le servía de nada?

Tras un prolongado entrenamiento que no dio los resultados esperados, mi abuela finalmente se dio por vencida. Sus expresiones de confusión y frustración eran evidentes. Finalmente, le sugirió a mi madre:

—Cariño, ¿por qué no subes a ducharte? Luego, podríamos preparar la cena.

Mi madre, la niña que en ese entonces era, subió las escaleras y se alejó de la habitación, dejando a mi abuela sola. Suspiró profundamente, visiblemente confundida y desilusionada. Había intentado entrenar a su propia hija en los dones oníricos que habían sido una parte esencial de nuestra familia, pero parecía que no había manera de hacerlo funcionar.

Regresé a la vida real con la mente inundada de interrogantes y confusión. No podía posponerlo más. Necesitaba respuestas, y debía hablar con mi abuela.

El sábado por la mañana, aproveché que mis padres estaban trabajando para volver a la búsqueda del colgante.

Con precaución, me adentré en la habitación de mi madre, donde sabía que el colgante se encontraba oculto en su armario. No me atrevía a tocarlo, temiendo que ella pudiera notar su ausencia, así que opté por sacar una foto con mi teléfono.

Después, monté en mi bicicleta y me dirigí a casa de mi abuela. Llevaba conmigo mi cuaderno, el mismo en el que había anotado los detalles del sueño de mi madre.

Mientras pedaleaba hacia la casa de mi abuela, no pude evitar notar que las calles se estaban llenando de decoraciones navideñas. Luces centelleantes, guirnaldas y figuras de Papá Noel se alineaban a lo largo de las casas.

Esas decoraciones me recordaron que se acercaba el baile de invierno en el instituto. Aunque no me sentía especialmente emocionada por asistir, no podía evitar que la idea rondara en mi cabeza.

Al adentrarme en la casa, un reconfortante aroma me envolvió, indicando que mi abuela estaba ocupada en la cocina. Su mezcla de hierbas y especias mágicas siempre llenaba el hogar de energía especial.

— ¡Llegas justo a tiempo! —mi abuela saludó con alegría. — Hola, querida.

Le devolví el saludo con un abrazo cálido y pasamos un buen rato juntas, charlando sobre la escuela, mis amigos ... Pero sabía que había llegado el momento de plantear la cuestión del collar.

Cuando finalmente reuní el coraje para hablar, mi abuela me cortó, su rostro se iluminó de emoción.

— ¡Ay, querida! ¿Tu madre todavía conserva ese collar?

Mi cabeza asintió automáticamente, pero mis ojos revelaron la confusión que sentía mientras le preguntaba

— Sí, abuela, pero... ¿qué pasa con ese collar?

— Ese collar es muy especial, Mía. Solo los guardianes de los sueños pueden poseerlo. Los guardianes son aquellos que han demostrado ser dignos, capaces de enfrentar y derrotar a la sombra que se aventura en los sueños de los demás.

Mis ojos se abrieron de par en par al escuchar estas palabras.

— Cuando tu madre nació, la sombra ya estaba durmiendo. Por eso, le entregaron el collar como una portadora de la victoria de su madre, es decir, yo. La responsabilidad de enfrentar a la sombra pasó a tu madre cuando creció, pero, ella no pudo. Ahora esa responsabilidad recae en ti.

Estas revelaciones me abrumaron.

— Abuela, ¿entonces tú sabes cómo derrotar a la sombra? —pregunté con una mezcla de esperanza y temor.

Mi abuela suspiró, y su mirada parecía reflejar la pesadez de los años.

— Cariño, yo era joven cuando luché contra la sombra. Ahora solo puedo servir como mentora y guía. Pero, por el momento, lo que necesitas hacer es traerme ese collar. No podemos permitir que la sombra se fortalezca.

Mis pensamientos se agitaron al pensar en la reacción de mi madre.

— Abuela, ¿pero si mamá se entera...? —empecé a decir, preocupada por las consecuencias de tomar el collar sin permiso.

Guardianes de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora