XXXII: El santuario

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Ethan se levantó algo exhausto, visiblemente confundido por el repentino sonido que nos había despertado. Antes de que pudiera expresar su sorpresa, le tapé la boca con la mano. Era crucial mantenernos en silencio hasta descubrir la fuente de ese ruido.

Ambos dirigimos nuestras miradas hacia abajo, tratando de identificar la causa. No parecía ser algo que debiera alarmarnos, probablemente, solo algún animal o criatura peculiar que habitaba en ese extraño lugar.

Con el susto aún palpitando en mi cuerpo, me di cuenta de que ya no podía conciliar el sueño. Desconocía la hora exacta, pero parecía que había pasado un buen rato desde que nos quedamos dormidos. Ethan, en cambio, volvió a dormirse, dejándome sola en ese extraño amanecer.

Miré fijamente sin rumbo fijo durante un rato. Desde nuestra elevada posición, podía observar con claridad todo lo que ocurría en los alrededores. Lo más importante era que podríamos detectar la presencia de la sombra en caso de que apareciera, como solía hacer, sin previo aviso.

La mañana llegó finalmente, y Ethan despertó.

— Buenos días, bella durmiente —le dije con tono alegre.

— Buenos días. ¿Por qué tan alegre? —preguntó.

No supe cómo responder a su pregunta. No había razón aparente para estar contenta, pero la reflexión y la contemplación en ese lugar extraño parecían haber cambiado mi estado de ánimo y avivado algo de esperanza en mí

Descendí de la rama con cuidado, y Ethan hizo lo mismo. Mi cuerpo se sentía algo entumecido, así que decidí estirarme un poco antes de continuar.

— Me gusta cuando estás contenta —dijo Ethan.

Sus palabras me tomaron por sorpresa, provocando que dejara caer la mochila al suelo.

— Gracias. Suena bonito —añadí con una risa nerviosa.

Después de un rato, ambos seguimos adelante en nuestra misión, avanzando hacia la búsqueda de esa maldita sombra, donde quiera que se escondiera.

A lo lejos, emergía la imponente silueta de una pirámide gigante, una estructura hecha de piedra oscura que se alzaba como un templo olvidado. Desde la elevación de la roca, no pudimos percibir la verdadera magnitud, pero mi instinto advertía que adentrarnos allí no sería una elección sensata. Sin embargo, conforme nos aproximábamos, mi collar brillaba con intensidad, como si la propia joya guiara nuestros pasos

Después de una travesía, la pirámide reveló su verdadero tamaño, menos colosal de lo que inicialmente parecía. Nos detuvimos frente a la imponente puerta de piedra, cubierta de enredaderas secas, que se perfilaba como la entrada al misterioso templo.

— Ethan, creo que es mejor que sigamos nuestro camino —sugerí con precaución,

Observamos cómo la joya resplandecía

— Creo que tu collar no opina lo mismo— respondió

A regañadientes, decidimos entrar, y la puerta se abrió con un estruendoso crujido. El pasillo que se extendía ante nosotros estaba sumido en la penumbra, pero afortunadamente, en nuestra última excursión al mundo real, habíamos provisto de una linterna.

Al iluminar el camino, descubrimos que no había más que un largo pasillo que se perdía en la oscuridad. Este sería exactamente el momento en el que en una película caeríamos en una trampa, pero, avanzamos con cautela. Las paredes del pasillo estaban decoradas con grabados, dibujos que despertaron una extraña familiaridad en mi mente.

— Mira estos dibujos —comenté

— Son símbolos, ¿verdad? —observó Ethan m

Un destello de reconocimiento me invadió, y recordé la información que había recopilado sobre los dones en mi libreta. No solo eso, también recordé la página que Ethan había arrancado en la biblioteca cuando nos conocimos.

Guardianes de los sueñosWhere stories live. Discover now