XXVIII: Resplandor

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La abuela nos guió a todos a la cocina, cogió un pequeño cuenco y lo llenó con agua caliente. Luego, de su bolso, sacó ramilletes de flores aromáticas que siempre llevaba consigo. Con maestría, cortó los pétalos y los depositó en el agua caliente, creando una mezcla fragante .

— Queridos, ¿podríais ayudarme a quitarle los pétalos a las flores? — solicitó

Ethan y yo asentimos, aunque sin comprender del todo el propósito de esta extraña tarea. Sin embargo, seguíamos sus indicaciones y procedimos a despojar a las flores de sus pétalos, depositándolos junto a las hierbas en el cuenco de agua caliente. La abuela tapó cuidadosamente el recipiente y nos instó a esperar.

— Ahora lo dejaremos ahí un buen rato.

— Abuela, ¿qué son estas flores? — pregunté, intrigada.

— Oh, esas flores fueron utilizadas por nuestros ancestros para enfrentarse a la sombra. Su brillo nos otorgaba la capacidad de liberar un resplandor momentáneo, una especie de barrera luminosa que ahuyentaba temporalmente las sombras cercanas. Hacía décadas que no las veía. Incluso pensé que la sombra las había destruido por completo.

— Pero eso nos da algo de esperanza, ¿no? — comentó mi padre desde la otra punta de la cocina, mostrando una expresión preocupada.

— Digamos que nos puede servir de ayuda — respondió la abuela con serenidad.

La espera se hizo eterna, pero finalmente, la abuela nos indicó que las flores estarían listas. Con cuidado, coló el agua, separando la mezcla de pétalos y hierbas en dos frascos pequeños.

La abuela nos entregó los frascos, advirtiéndonos sobre su uso limitado y la importancia de llevarlos siempre con nosotros. Ethan y yo nos miramos, conscientes de la responsabilidad que llevábamos entre las manos. Los frascos, pequeños pero llenos de potencial, se convirtieron en nuestros fieles compañeros para la batalla que se avecinaba.

— Debeis llevarlos con vosotros en todo momento, no lo olvideis. Solo tienen cinco usos cada uno, así que úsenlos con responsabilidad. Recuerden, al abrirlos, el resplandor luminoso será su mejor defensa temporal — enfatizó la abuela.

Asentimos y después de recibir instrucciones detalladas, decidimos retirarnos para descansar antes del gran día.

— Será mejor que mañana iniciemos todo en mi casa, allí tengo todo lo necesario — indicó la abuela.

— Allí estaremos — respondió mi madre con gran determinación.

Miré a mi madre confundida, sin comprender completamente sus palabras. Antes de que pudiera preguntar, ella simplemente  dijo

— ¿Crees que no acudiré a algo tan importante?

Opté por no decir nada y acompañé a Ethan y a la abuela hasta la salida. Ethan me dio un abrazo reconfortante, deseándome buenas noches.

Subí a mi habitación con la mente llena de pensamientos y traté de conciliar el sueño lo antes posible, ansiosa por poner fin a este nerviosismo.

La mañana siguiente, me desperté temprano con el propósito de llegar serena a casa de mi abuela. Tomé una ducha de agua fría para despejarme y preparé en mi mochila lo que consideraba necesario, asegurándome de incluir el frasco y mi cuaderno de apuntes.

Mis padres aún dormían, se despertarían en breve. Decidí enviarle un mensaje a Marta. Con todo el caos reciente, no habíamos tenido la oportunidad de hablar.

Le indiqué que hoy era el gran día y, pocos minutos después, recibí un mensaje suyo diciéndome que iría a casa de la abuela en cuanto pudiera. Aunque era consciente de que era demasiado temprano, sentía que mis padres tardarían mucho en despertarse, y necesitaba algo de interacción para calmar mis nervios. Dejé una nota en la cocina  y me dirigí a casa de mi abuela pedaleando en mi bicicleta.

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