XI: Latente

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Han pasado unos cuantos días desde que tomé la decisión de escapar del caos y refugiarme en la casa de mi abuela. La tensión con mi madre se había vuelto insoportable, y sabía que quedarme bajo su techo solo retrasaría mi progreso con mi don y todo lo que estaba ocurriendo a mi alrededor.

A pesar de todo, mantenía contacto con mi padre para asegurarme de que todo estuviese bien en casa. Después de todo, ella era mi madre.

Mi mejor amiga, Marta, se encontraba disfrutando de unas vacaciones en algún paraíso lejano, mientras que Lucas... no había recibido ninguna señal de él. No era sorprendente, probablemente estaba sumergido en su mundo virtual, perdido en la pantalla de su ordenador como siempre.

No tenía nada que hacer, y los días pasaban lentamente mientras me encontraba atrapada en esta casa, observando cada movimiento de mi abuela y aprendiendo mucho sobre mi don.

Una mañana, mientras aún me encontraba dormida, fui despertada abruptamente por mi abuela.

Con una voz llena de entusiasmo y anticipación, mi abuela me llamó desde el otro lado de la habitación.

—¡Abuelaaa... es muy temprano! ¿Qué ocurre?
respondí con un bostezo somnoliento, tratando de comprender por qué me había despertado a una hora tan inusual.

—Creo que he descubierto algo sobre ti, algo que ni tú misma sabías— respondió con una risa juguetona.

Su rostro irradiaba alegría y vitalidad, lo que me intrigó aún más.

Aún medio adormilada, me incorporé en la cama y froté mis ojos para deshacerme de las legañas que los habían mantenido cerrados. Mi abuela se encontraba de pie junto a la ventana, con una mirada chispeante en sus ojos y una sonrisa traviesa en sus labios.

Bajé las escaleras despertando lentamente, mientras el olor a incienso y velas aromáticas llenaba el aire. A esas horas de la mañana, el aroma me mareaba un poco. Aún bostezando, me detuve al llegar al pie de las escaleras, y mi abuela me miró con una expresión intrigante.

—Mía, quiero probar algo. Tu don es diferente a cualquier otro que haya visto. Tienes... tienes mucha energía dentro de ti —dijo mi abuela mientras sacaba un gran libro de entre sus manos.

Mis ojos se abrieron de par en par, sorprendida por sus palabras. Observé cómo mi abuela hojeaba las páginas del libro, donde estaban registrados todos nuestros familiares y los poderes y dones oníricos que habíamos poseído a lo largo de generaciones. Era increíble verlo todo plasmado en aquellas páginas antiguas.

Mi abuela me indicó que me pusiera el collar así que me apresuré a buscarlo y me lo coloqué alrededor del cuello, pero esta vez, no experimenté ninguna sensación extraña al tocarlo.

—Oh, se me olvidaba —dijo mi abuela con una    sonrisa—Este collar funciona de manera similar a las flores del jardín . También es un amplificador poderoso. Hará que tus sueños sean aún más lúcidos y te permitirá explorar tu don de una manera más profunda.

Curiosa, hojeé un poco el libro que mi abuela sostenía en sus manos.

Me quedé mirando una foto con los ojos bien abiertos, sorprendida y emocionada al mismo tiempo. Era una imagen de mi abuela cuando era joven, llena de vitalidad y con una mirada llena de poder. No podía apartar la vista de ella.

—Abuela, ¡esa eres tú! —exclamé, sin poder contener mi asombro—. ¿Qué don poseías? ¿Qué poderes tenías?

—Digamos que podía manipular el agua, hacer que fluyera como ríos o cascadas a mi antojo. Podía sentir la brisa del viento acariciando mi rostro y controlar su dirección. Incluso podía moldear la tierra a mi alrededor, crear montañas o valles según mi deseo.

Mis ojos se iluminaron ante la descripción de mi abuela. La idea de tener ese poder en mis sueños era emocionante y liberadora

—¡Wow, abuela, eso suena alucinante!

Parecía saber algo que yo aún no comprendía del todo.

—Sí, mi querida nieta. Tengo un presentimiento de que tú también posees ese don y mucho más. He estado investigando y explorando nuestras habilidades especiales, y siento que tienes un potencial increíble. Quiero ayudarte a descubrirlo y desarrollarlo.

La confusión se apoderó de mí. ¿Cómo podía mi abuela saber sobre mis habilidades? ¿Había estado investigando en secreto? Aunque las dudas surgieron en mi mente, decidí confiar plenamente en ella.

Asentí con determinación y me dispuse a seguir a mi abuela, juntas, nos sumergimos en una sesión de meditación. Siguiendo las indicaciones de mi abuela, cerré los ojos y me dejé llevar por la tranquilidad que nos rodeaba.

Poco a poco, sentí cómo nos sumergíamos en un sueño en blanco. Un lienzo sin forma donde podía experimentar y probar diferentes cosas.

Una vez allí, me encontraba junto a mi abuela en esa sala mágica

—Para comenzar, tienes que visualizar las cosas con gran concentración, Mía— dijo la abuela con voz suave pero firme. — Comencemos por crear una pequeña flor, tal que así...

Mis ojos se fijaron en las manos de la abuela mientras comenzaban a moverse con una gracia y precisión asombrosas. Era como si estuviera realizando una danza mágica, siguiendo un ritmo que solo ella conocía. Quedé hipnotizada por la belleza de sus movimientos.

—Abuela, creo que no sirvo para esto— dije con frustración en mi voz.

Intenté una vez más concentrarme en visualizar la flor, pero parecía que por más que lo intentara, nada sucedía. Sentía que estaba fallando, y la desilusión comenzaba a apoderarse de mí.

La abuela me miró con ternura y comprensión.

— Mía, no te desanimes tan rápido. Sigue intentándolo, pero esta vez, prueba a hacerlo con los ojos cerrados

Fruncí el ceño, dudando de que cerrar los ojos hiciera alguna diferencia. Pero decidí confiar en la sabiduría de mi abuela y cerré los ojos con determinación. Respiré profundamente, bloqueando todas las distracciones a mi alrededor.

En mi mente, traté de imaginar la flor una vez más, esta vez con aún más concentración. Me esforcé por visualizar cada detalle, cada pétalo y cada color. Pero, para mi sorpresa, aún no pasaba nada.

—Abuela, esto no funcionará— le dije con desaliento.

La abuela sonrió con calma y decidí darle una última oportunidad a mi intento. Cerré los ojos una vez más, pero esta vez me permití dejar de lado las expectativas y simplemente dejé que mi intuición tomara el control.

Mis manos comenzaron a moverse suavemente, siguiendo un ritmo que solo yo podía sentir. Me sentía conectada con algo más grande que yo misma, como si estuviera en sintonía con el flujo de la magia que nos rodeaba.

Cuando finalmente abrí los ojos, no podía creer lo que vi. Frente a mí, una hermosa flor había brotado del suelo. Era perfecta en todos los sentidos, con colores brillantes y pétalos delicados.

Miré a mi abuela con asombro y alegría. Ella me sonrió con orgullo y me dijo

—Mía, nunca dudes de tu propio poder y capacidad. La magia está dentro de ti, solo debes aprender a confiar en ella

Cada lección que me impartía era un paso más hacia el entendimiento de mis propias habilidades. A medida que avanzábamos, mi confianza crecía. ¡No podía creer que dentro de mí hubiera tantas capacidades increíbles! La sensación de dominar algo que una vez parecía imposible era indescriptible.

Con el tiempo, controlar mis poderes se volvió más natural. Mi mente se acostumbró a canalizar esa energía que antes me resultaba desconocida. ¡Y era poderosa! Me maravillaba de cómo podía moldearla a mi voluntad, de cómo podía utilizarla para crear efectos asombrosos.

Cada día era un nuevo logro, un nuevo paso hacia la comprensión de todo lo que llevaba dentro.

Guardianes de los sueñosWhere stories live. Discover now