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Kim Mingyu estaba arriba de su caballo supervisando sus tierras viendo el sol ponerse a la distancia. Eso era una hermosa vista. Una de la que nunca se cansaba de ver. El rojo y el naranja pintando el cielo parecía una obra maestra.

Amaba la tierra de la que ahora era propietario. Era algo que le quitaba el aliento al verla cada día, no importaba la hora del día que fuera, pero lo que realmente amaba era el final del día cuando sabía que era momento de descansar del duro trabajo. Estaba feliz de haber establecido a su familia en la Villa Park. No había un día que no estuviera agradecido de lo que tenía.

Solo deseaba que su esposa lo hubiera visto. Sejeong amaba ver el atardecer con él. Amaba hacer todo con Mingyu. Esa era una de las cosas que más amaba de ella. Ella era tan relajada.

Mingyu se frotó el área del esternón donde sentía el vacío dolor en su interior mientras comenzaba a regresar a su pequeño rancho. Su semental gris se movía con un lento ritmo, sabiendo que Mingyu estaba bien por ahora.

Mingyu no tenía prisa.

Su caballo, Amor Perdido, lo había acompañado durante años, pero aún tenía buen espíritu como el día que su esposa le había regalado al semental justo antes de morir.

Mingyu se limpió la garganta, sintiendo que un nudo se formaba. Eso sucedía cada vez que pensaba en Sejeong. Ella había sido una dulce chica, una amorosa madre, y una maravillosa persona. La extrañaba terriblemente.

—Vamos, niño, vamos a casa. —Mingyu guió el caballo al establo, sintiéndose tan viejo como realmente era. Últimamente las palabras de sus niños seguían repitiéndose en su mente. Ellos le decían que tomara una amante para calentar su cama, pero Mingyu se había rehusado.

Sabía que había pasado mucho tiempo para que avanzara y encontrara a alguien con quien compartir su cama, pero nadie estimulaba el interés de Mingyu. Lo que nunca les dijo a sus niños era que su madre no había sido su pareja. Eso no le importó. Desde el primer momento en que puso los ojos en Sejeong, se había enamorado de ella. Eso era suficientemente bueno para él.

Desmontando, Mingyu quitó la montura y la manta y entonces cepilló a Amor Perdido, hasta que brilló antes de llevarlo a la caballeriza y darle avena. Pasó la mano por la cabeza del semental antes de dirigirse a casa. Podía oler el estofado cocinándose desde el porche del frente.

Ese era su favorito.

—Algo huele bien —dijo Mingyu mientras entraba en la cocina e inhalaba profundamente.

—Como si no supieras lo que es —dijo Sunoo, la pareja del más joven de sus cachorros—. Reconoces el olor del estofado desde un kilómetro.

Lo hacía. Mingyu también podía oler los biscuits de mantequilla en el horno. —¿Tenemos miel?

—Si. Le puse llave a la despensa así pude evitar que Dino tirara todo lo que hay allí de nuevo —dijo Sunoo señalando con la cuchara el candado en la puerta de la despensa—. Estaba volviéndose loco. Jura que todos vamos a morir por comer lo que está ahí.

Mingyu sacudió la cabeza. Dino era un chico extraño. Nunca había conocido a un vampiro tan preocupado por la salud de otras personas. El chico era excéntrico como el infierno, pero en lo que a Mingyu concernía, Dino era familia.

Solo deseaba nunca haber introducido al chico en el café.

Mingyu se frotó el estómago de nuevo cuando olió el estofado en la estufa antes de salir. Necesitaba lavarse antes de cenar. —Avísame cuando la cena esté lista. Iré arriba a lavarme.

—Lo haré —dijo Sunoo y entonces gritó—: Chanyeol llamó.

Mingyu regresó a la cocina, las manos en las caderas y entrecerrando los ojos hacia la pareja. —Podías habérmelo dicho antes de que saliera.

Día de invierno -Meanie/MinWon-Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang