5 - Octubre 7

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Joel bajó de su bicicleta.

Estaba fuera de la casa de Alan, quien, si no se equivocaba, debería de estarlo esperando en su habitación. El 7 de octubre por fin había llegado después de tanta espera, y, además, por fin tenía con quien compartirlo apropiadamente. Era sábado y había acordado en pasar por Alan desde temprano; tendrían una excursión en busca de provisiones, y aunque Alan no comprendía que tipo de provisiones eran, él estaba encantado con la idea. Después de todo, estar lejos de esa casa de locos era lo que más deseaba desde que puso un pie en ella.

El pecoso, por otra parte, recostado en su cama, esperaba por la señal del moreno. Llevaba una mochila no muy cargada, solo con agua y unos cuantos sándwiches de jamón. No sabía cuánto tiempo perderían en la montaña, pero no creía que fuese mucho. Sobre su mesita de noche, justo al lado de su lampara, había dejado un cuaderno abierto, con una simple nota que decía: "Salí a dar una vuelta, vuelvo más tarde."

Al cabo de un rato de espera, unas cuantas piedritas chocaron contra la ventana de su habitación, seguido de un silbido que, al parecer, era la señal. El pecoso tomó sus cosas rápidamente y abandonó su cuarto con mucho cuidado de no ser descubierto ni por los mellizos, alborotadores prodigiosos, y, sobre todo, por Miguel, la tirana ley de la casa. Desde temprano, su tía Liliana había salido al mercado, así que siempre y cuando evitaran esa zona, no tendría por qué encontrarse con ella.

     —Ey, Alan —lo saludó Joel, montado en su bicicleta—, Hoy manejo yo, ¿te parece?

     —Como quieras — Respondió el pecoso, secretamente aliviado ya que sus piernas aun temblaban por el día anterior ya qué no estaba acostumbrado a ese tipo de actividad física —. Oye, me puedes decir... ¿Qué horas son estas para salir? ¿Y más en un sábado?

     —¿Qué? Son las ocho, ya es bastante tarde para mí. Generalmente salgo a las 7:00

     —¿Estás loco o qué?

Joel bufó, preparándose para iniciar el trayecto.

     — Cuando veas de lo que te pierdes por estar unos minutos más en cama, también te volverás loco.

Alan subió como pudo a la bicicleta, ir en los mentados diablitos no era una tarea fácil, pero, aun así, bien agarrado a Joel, emprendieron el camino directo, bajando por las colinas de concreto a una velocidad a la que Alan no estaba acostumbrado. Se aferraba como podía a Joel, sintiendo que en uno de esos saltos sus pies se zafarían de los "diablitos" y saldría volando. Salieron de la civilización a toda marcha, iniciando con el camino que llevaba al fuerte de Joel, sin embargo, siguieron derecho por el sendero, sin desviarse a las colinas.

La cadencia con la que iba Joel disminuyó notablemente gracias al terreno en el que entraban, permitiéndole a Alan recuperar su color habitual y disfrutar de a poco, del paisaje que esa mañana le tenía deparado. El viento acariciaba su rostro, ya no lo azotaba ni atacaba con crueles hojas afiladas ni fragmentos de tierra perdida. Ahora, podía soltar un poco su agarre de lo que simulaba una anaconda apresando el cuello del moreno.

No me olvidesWhere stories live. Discover now