Capítulo 1

962 67 15
                                    


Callie

—¿No hay ninguna oportunidad de que pueda ir contigo, mamá? –pregunto de nuevo

—Callie –ella respira hondo y se sienta en la cama mientras extiende los brazos y me arrojo a ellos, enterrando la cara en su pecho—. Cariño, lo hemos hablado muchas veces. He buscado todas las maneras pero... lo siento, cariño, tendrás que pasar el verano con tu padre.

—¡Pero lo odio! –las lágrimas caen cuando me levanto—. No ha hecho nada por mí, jamás se ha preocupado, ¡no puedes dejarme con él, mamá!

—Créeme, esto me duele mucho más a mí que a ti, pero no puedo dejarte sola y no puedo llevarte conmigo.

No importa lo mucho que pienso, ninguna de mis opciones funciona. No quiere enviarme a un campamento de verano, ni puede contratar una niñera porque es demasiado caro, y quedarme en casa de mi mejor amiga por el verano tampoco es una opción porque se irá de viaje en dos semanas.

—Ya verás que se pasarán volando –susurra—. Y haremos llamadas todos los días y me aseguraré de dejarle las cosas claras.

Me seco las lágrimas e intento respirar, como la mamá de Megan me enseñó que debía hacer si estaba muy furiosa o triste.

—¿Crees que te conteste las llamadas? –el hombre que dice ser mi padre es el ser más despreciable del mundo. No nos envía dinero como hacen los demás padres divorciados, y tampoco le contesta las llamadas a mamá cuando quiere hablarle de algo mío, así que le pedí que dejara de hacerlo. Yo bloqueé su número después de que intentó contactarme algunas veces.

—Tendrá que hacerlo, porque es la única manera en la que permitiré que te quedes con él —nos abrazamos de nuevo y nos quedamos así hasta que me calmo—. Vamos, ve a lavarte la cara, debemos ponernos en marcha.

No quiero ir, pero sé lo mucho que mamá necesita este trabajo. Me ha confesado que mi colegiatura es cada vez más cara y aunque intento no ser una molestia y usar el mismo uniforme de dos años atrás para ayudarle con los gastos, no funciona, porque siempre hay más cosas que se necesitan.

Nos subimos en el auto y miro con tristeza la casa. Estaré lejos por dos meses y es demasiado. Me gusta mi cuarto. No quiero tener que dormir en un sofá.

—¿Crees que compre una cama? –pregunto cuando tenemos un rato en el camino.

Ella estira la mano y la coloca sobre la mía, dando un apretón.

—No tendrás las mismas comodidades que tienes aquí, cariño.

—Pero al menos puede hacer el intento. No puede tratarme como a una indigente.

—Mientras más lo pienso menos me gusta, pero entiendes que no tengo opción, ¿verdad?

—Lo sé. No me enviarías con él si pudieras evitarlo.

—Nunca –confirma besando el dorso de mi mano—. Será muy difícil, cariño. Él no tiene chef personal y no sabe cocinar, así que es posible que tengas que hacer tu propia comida.

—Pero no sé cocinar.

—Lo sé. Dios, me siento tan culpable. No te he preparado para la vida y apenas tienes trece años. Esto no debería pasar así.

Me seco las lágrimas de la cara y me quedo mirando por la ventana. No puedo llegar hecha un desastre y permitirle ver que me afecta. Es lo que mamá siempre ha dicho.

Respiro hondo, intentando no pensar en lo que dejo atrás. Mi grande y cómoda cama, mi chef personal... mamá y yo hemos tenido que dejar de lado muchas cosas. Ninguna de las dos sabe cocinar, así que entre la escuela o la comida, escogimos la comida. Puedo usar el mismo uniforme dos años seguidos, pero estoy bien alimentada.

¿Y si papá no es tan malo?Where stories live. Discover now