ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 3

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La mañana siguiente pasó más lenta de lo que Leah hubiera querido

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La mañana siguiente pasó más lenta de lo que Leah hubiera querido. Enterrar a sus muertos no fue fácil. Ella no era cercana a Andrea o Amy, pero sin duda le dolió la muerte de la joven. Nadie merecía morir de tal forma y peor aún a horas de su cumpleaños.

La muerte de Ed, sí le alegró. Esperaba se pudriera en el infierno.

Amy y ella no era amigas, pero sentía pesar el saber que murió. Habían tardes en la que se sentaban a platicar juntas, recordando su vida antes de todo el caos. La iba a extrañar de cierta forma.

Jim también había resultado infectado, ¿acaso no tendrían nunca un momento de paz? La vida podía resultar tan injusta.

―Leah ―la voz de Dale la hizo detenerse, se giró para observarlo.

―¿Sucede algo?

―No ―el anciano negó―. Solo quería saber si estabas bien, no te vi en los funerales.

―Odio los funerales ―bajó la mirada―. Decidí caminar un poco.

―¿No crees que después de lo de ayer sea peligroso?

―Creo que todo es peligroso hoy en día ―se encogió de hombros.

―Vamos a caminar entonces ―correspondió la sonrisa de Dale, juntos empezaron a caminar.

El sonido de las voces de Rick y Shane los hicieron callar, ambos se miraron por unos segundos antes de volver la vista al frente quedándose de piedra.

Leah sabía que Shane posiblemente estaba enloqueciendo, pero no creyó que tan rápido. Miró a Dale esperando él hubiera visto lo mismo, el hombre asintió.

Un extraño malestar se instaló en su estómago al sentir la mirada de Shane sobre ellos.

―Dios... ―soltó Dale.

Shane sonrió nervioso. Nervioso por ser descubierto. Nervioso por ser visto a punto de dispararle a Rick con su escopeta.

―Lo sé, habrá que empezar a usar chalecos reflectantes ―comentó.

―¿En serio? ―preguntó ella con una ceja alzada.

―De veras.

Leah quiso gritarle ahí mismo lo hijo de puta que era, quiso gritarle a Rick lo mal amigo que era Shane, pero se contuvo. No era el momento.

―Vamos, viejo y Leah, vámonos ―lo escuchó decir―. No hay nada aquí.

Dale y Leah no movieron ni un solo musculo.

―¿Viste lo mismo que yo, Leah? ―susurró Dale.

―Claro que sí ―lo miro―. No estamos locos, Dale, pero debemos andar con cuidado.

El anciano asintió.

Miraron a su alrededor una vez más antes de volver al campamento. Miles de futuros problemas cruzaban por la cabeza de Leah, miles de dolores de cabeza.

ᴍɪᴅɴɪɢʜᴛ | ᵀʰᵉ ʷᵃˡᵏⁱⁿᵍ ᵈᵉᵃᵈWhere stories live. Discover now