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POV'S ARA TRAVERS

Abrí la puerta y sonreí al ver a Pansy en el umbral. Estaba impecablemente vestida, como siempre, con un elegante abrigo verde esmeralda que resaltaba sus ojos.

—¡Hola, Pansy! ¿Cómo estás? —dije, invitándola a pasar con un gesto de la mano.

—Hola, querida. Vine para informarte que tienes una oportunidad de trabajo. Es un buen amigo mío de hace años, un sangre pura. Está buscando una niñera y le hablé de ti. Te está buscando y le di tu dirección. Me aseguré de que vendrá para que puedan discutir los detalles del trabajo —dijo Pansy, entrando con paso seguro y dejando su bolso de cuero en la mesa del vestíbulo. Se acomodó el cabello mientras hablaba, con un movimiento gracioso y natural.

—Te agradezco mucho por recomendarme y por avisarme. Realmente necesito un nuevo trabajo —respondí, sintiéndome aliviada. La situación financiera no era la mejor últimamente, y esta oportunidad parecía una bendición caída del cielo.

—De nada. Bueno, debo irme porque tengo trabajo y debo ver a Blaise —dijo, echando un vistazo rápido a su reloj de pulsera, un fino modelo de plata que brillaba bajo la luz del vestíbulo.

—Está bien, adiós. Prométeme que te veré pronto —le dije mientras se dirigía a la puerta.

—Prometido —dijo, sonriendo antes de salir. Me dio un abrazo rápido y se despidió con un elegante movimiento de mano antes de desaparecer por el pasillo.

Suspiré y me dirigí a la sala, donde comencé a revisar unos libros. El sol de la tarde entraba por la ventana, creando un ambiente cálido y acogedor en la habitación. Pasaron unos 20 minutos y escuché que tocaban la puerta. Dejé los libros a un lado y me levanté, caminando hacia la entrada.

—¿Hola? —dije, asomándome. Al otro lado de la puerta se encontraba un hombre alto, de aspecto distinguido, con cabello rubio y unos ojos grises penetrantes que parecían analizar cada detalle.

—Buenas tardes, ¿Ara Travers? —respondió con una voz grave y serena, que irradiaba una autoridad tranquila.

—Sí, pero si lo mandaron del banco de Gringotts, no soy yo —contesté, un poco a la defensiva, recordando las incómodas visitas anteriores de los recaudadores de impuestos mágicos.

—No, tranquila, no soy del banco. Una compañera de trabajo me pasó tu dirección. Me dijo que eres niñera —dijo el hombre, intentando sonreír, aunque más parecía una mueca. Noté que sus ojos reflejaban una mezcla de cansancio y desesperación, como si llevara una carga pesada sobre sus hombros.

—Por ahí hubiera empezado. Sí, soy yo—dije, sintiéndome un poco tonta por mi respuesta anterior.

—¿Está disponible? —me preguntó con cierto nerviosismo, sus manos apretándose ligeramente mientras mantenía su mirada fija en mí.

—Sí, en este momento no tengo ningún niño bajo mi cuidado —le respondí, tratando de sonar más profesional y calmada. Mantuve mis manos juntas frente a mí para no mostrar mi propio nerviosismo.

—Perfecto. ¿Te parece si vienes a mi casa para que la conozcas y hablemos sobre cómo trabajarías? —propuso, su tono volviéndose un poco más relajado mientras me entregaba una tarjeta con su dirección. La tarjeta era de un fino pergamino, escrita con una elegante caligrafía.

—Sí, claro, estaría encantada —respondí, sintiendo que esta oportunidad podría ser lo que estaba esperando.

—Bueno, te enviaré mi lechuza con más detalles y la hora en la que podríamos encontrarnos —dijo, sacando una pequeña libreta de su bolsillo y anotando algo rápidamente. Parecía meticuloso, el tipo de persona que valoraba la organización y el orden.

—De acuerdo —asentí, observando cómo guardaba la libreta con un movimiento preciso.

—Gracias y hasta pronto —se despidió, dándome una última mirada antes de marcharse. Había algo en su presencia que me resultaba intrigante, una mezcla de autoridad y vulnerabilidad que no podía pasar desapercibida.

Cerré la puerta lentamente, aún algo confundida. Me di cuenta de que había olvidado preguntar el nombre de aquel hombre misterioso, que irradiaba una extraña mezcla de elegancia y tristeza. Me dirigí de nuevo a la sala, pensando en lo inusual de la situación y en lo intrigante que sería conocer más sobre él y su hijo.

Me senté nuevamente y retomé la lectura de mis libros, pero mi mente seguía vagando hacia ese encuentro. ¿Cómo sería su hijo? Y sobre todo, ¿qué historias guardaba ese hombre que había llegado a mi puerta buscando ayuda? El aire de misterio que lo rodeaba sólo hacía que mi curiosidad creciera aún más.

Finalmente, cerré el libro y me levanté para preparar algo de cena, dejando que la rutina diaria me distrajera un poco de mis pensamientos. Pero sabía que pronto, muy pronto, recibiría esa lechuza con la dirección y los detalles, y entonces comenzaría una nueva etapa en mi vida.

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LA NIÑERA | Draco MalfoyWhere stories live. Discover now