5. Tú solo llámala

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Despertar siempre había sido una actividad complicada en mi vida, porque siempre fallaba en eso, pero esta mañana tanto mamá como mi hermano mayor estaban haciendo tanto ruido por toda la casa que tuve que levantarme.

Le doy un sorbo del vaso con leche que serví como desayuno, manchando mis labios en forma de bigote. También acomodo en las sillas de la cocina, aún con la pijama puesta y con los ojos medios cerrados.

—Hermanita, qué mal te ves —dice mi hermano apenas cruza el umbral de la cocina.

A pesar de sus palabras pesadas, venía muy sonriente y con cierta aura juguetona, con su mano desordena mi pelo y lo deja todo sobre mi rostro.

—Es de mañana y recién despierto así que obviamente estaré fea, pero tu ya te bañaste, entonces ¿cuál es tu excusa por ser tan horrible?

Amargue su mañana en un par de segundos, bien por mi. Nathan cambia su expresión alegre y aprovecha que no hay padres cerca para levantarme el dedo medio. Obviamente le pego en la pierna por estúpido.

—No tengo ninguna porque yo soy hermoso por naturaleza, ¿cierto mamá?

En alguna habitación cercana mamá grita un 'sí, hijo' bajo el ruido de las puertas de los muebles siendo abiertas y cerradas con brusquedad.

Puedo escuchar a mamá desordenar la casa desde aquí, mi ojo está empezando a saltar de tanto pensar en eso. Todo lo que ayer pude limpiar y ordenar, mi mamá lo está desarmando ahora.

La cara de disgusto de mi hermano mayor no está mucho mejor que la mía. Ambos somos maniáticos del orden, aunque limpiar no sea precisamente nuestra tarea favorita. Mi hermano es el culpable de hacerme así y él culpa a papá.

—Es mamá, es su deber como madre decir eso así que no dejes que se te suba a la cabeza.

Luego de lavar el vaso que usé, me voy a echar al primer sofá que veo. La casa va a estar sola por hoy porque todos tienen deberes que cumplir, excepto yo, y tampoco tengo que ir a cuidar a mi abuela, así que podré relajarme una vez que todos se vayan. Lo primero que haré será dormir.

—Sientes envidia porque mamá no dice que eres bonita.

Nathan aparece junto a mi masticando un sandwich. Ve que estoy ocupando todo el espacio del sofá, así que con gigante mano agarra mis piernas y las tira al suelo, y por poco a mi también.

—Teniendo todos los sofás de allá, ¿tenías que sacarme de aquí?

—Aprende a sentarte.

—Aprende a comer, tienes migajas en toda la cara.

Con mi dedo toco su mejilla y lo empujo hasta que veo que le duele.

—Déjate.

Me río de él y pongo mis piernas sobre las suyas.

A veces cuando no estábamos haciendo nada importante es cuando compartimos más momentos así entre hermanos. Siempre me recordaba cuando éramos más pequeños y estábamos todo el día juntos él se encargaba de molestarme a diario y siempre me repetía que no quería una hermanita y por desgracia —para él— nací yo.

Me vuelve a empujar y se levanta para ir a buscar sus cosas. Se coloca en la espalda mochila roja que le regaló Rita, yo tengo una igual pero en rosa.

—Bueno me voy —dice—, adiós piojosa.

Con dos dedos mi frente.

—¡Mamá! ¡Nathan me está molestando! Eres un tonto.

Me ignora y le grita a mamá que ya se va.

Presto atención al sonido de la puerta al abrirse, pero no escucho cuando se cierra. ¿Dejó la puerta abierta? Cuando llego a la puerta él aún está de pie en el umbral.

Lecciones de una nerd [LDUN #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora