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Haerin se sentó en medio de una hilera de sillas, quedando frente a su oponente, Danielle. Separadas por unos cuantos metros, ambas jóvenes se miraron con tanta intensidad que aquello parecía más una batalla a muerte que un debate escolar.

Kang acomodó sus lentes en el puente de su nariz, luciendo ordenada y limpia con su uniforme formal, una falda gris, una camisa blanca y la corbata roja acomodada entre sus pechos. Danielle llevaba una coleta desordenada y masticaba la punta de su lápiz, atenta a que el señor Lee iniciara la actividad.

La mayoría de los alumnos estaban sentados en el frío piso de aquel salón, quienes serían el público del debate.

Cada grupo contaba con cinco integrantes, siendo Danielle y Haerin las líderes.

Kang en contra, Marsh a favor.

—Bienvenidos al debate sobre la pena de muerte, terceros medios —dijo el hombre, sentado desde su escritorio—. Danielle, puedes iniciar.

—Gracias, señor Lee —le sonrió y luego se giró hacia a Haerin, volviendo a colocar las comisuras de sus labios rectas—. Como se sabe, la pena de muerte es una acción que implica la ejecución de una persona condenada por un delito grave. Ahora bien, como grupo creemos que la pena de muerte es necesaria para casos extremos, donde la sociedad necesita protegerse de criminales irreparables. Es una cuestión de justicia y seguridad.

Un chico del equipo de Danielle, Heeseung, siguió explicando los argumentos que ofrecían, siendo apoyado por otros miembros del grupo.

Esta parte era en donde cada uno exponía sus argumentos y no podían ser interrumpidos por el grupo rival, por lo que Haerin tuvo que morderse la lengua para no atacar la tesis que estaban diciendo.

La verdad es que solo le daban ganas de interrumpir a Danielle, y esto fue mutuo en cuando el grupo de Haerin comenzó a exponer.

Las miradas que se lanzaban eran intensas y cada vez se iban enojando más.

Danielle se sintió totalmente irritable, con la molestia burbujeando en su sistema.

Los minutos pasaron y por fin llegó el momento de la contraargumentación; el momento de discutir.

Haerin levantó una ceja, mirándola desafiante.

—La pena de muerte no garantiza la seguridad de la sociedad. Además, existen casos de personas condenadas erróneamente. ¿Vas a justificar la pérdida de vidas inocentes, Marsh?

Danielle apretó el lápiz con fuerza.

—Haerin, siempre te aferras a lo mismo. A pesar de la posibilidad de errores judiciales, se sostiene que su aplicación cuidadosa puede disuadir eficazmente ciertos crímenes graves, contribuyendo así a la seguridad pública. El criminal se verá más negado a cometer delitos sabiendo que existe la posibilidad de ser ejecutado. La justicia también implica proteger a la sociedad de individuos peligrosos. ¿Quieres arriesgar la vida de inocentes por mantener a criminales en la calle?

El público observaba con atención, algunos murmullos resonaban en el salón. Otros alumnos, inicialmente participativos, se quedaron en silencio, percibiendo la intensidad del enfrentamiento.

Haerin esbozó una sonrisa sutil, egocéntrica.

—Danielle, la pena de muerte no disuade el crimen, hay estudios que lo respaldan. La rehabilitación es clave para la verdadera justicia.

La tensión aumentaba, y Danielle contraatacó.

—Tus ideas son demasiado idealistas, Kang. A veces, la sociedad necesita medidas drásticas para protegerse. No todos los criminales son redimibles.

Heterocuriosa (al peo) | Daerin AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora