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Danielle veía fijamente la gigantesca estantería de libros frente a sus ojos.

Mierda, mierda y más mierda. Era enorme, ¡y eso que habían cientos de esas cosas en toda la biblioteca! Ahora estaba pensando seriamente haber aceptado la expulsión.

Debía quitar los libros, sacudir el polvo y volver a colocarlos en su lugar. A su parecer, una tontería. No creía que aquellos muebles pudiesen estar tan sucios.

O sí...

Estornuda al menos unas tres veces seguidas en cuanto mueve los libros. El polvo parecía ser parte de la madera y su nariz estaba sufriendo las consecuencias.

¿Desde hace cuánto que no limpiaban la biblioteca?

Este era su segundo día de castigo y ya no daba más.

Luego de estar al menos una hora sacudiendo y sacudiendo, por fin termina de colocar el último tomo en su lugar.

La sonrisa de orgullo que estaba a punto de aparecer en sus labios es rápidamente reemplazada por un chillido de frustración. Aún le quedaban al menos diez de esas cosas que limpiar.

Se apoya contra el mueble, suspirando con cansancio.

De imprevisto Haerin entra interrumpiendo su momento suicida, pasa a un lado suyo sin decir nada y llega hasta una estantería de casi al fondo, comenzando a ordenar.

Danielle la observa con los ojos entreabiertos. Llevan ignorándose tres días exactamente, sin insultarse ni dirigirse la palabra como tal. A la hora de almuerzo no se miran siquiera, aunque hayan vuelto a compartir la misma mesa.

Y sinceramente, a Danielle le sorprende que hayan podido permanecer en el mismo lugar sin atacarse.

Y siendo aún más sincera, no está 100% segura de si le gusta esta nueva dinámica de ignorarse.

Extraña llamarla por apodos ridículos, pero que lograban penetrar en la paciencia de Haerin.

Y con respecto al besuqueo en la sala del señor Lee, tampoco lo han mencionado alguna vez. Es como si jamás hubiera ocurrido.

Marsh analiza los movimientos de la menor, quien es un poco lenta para su gusto.

Quiere, no, necesita, lanzarle algún comentario, alguna pesadez que la haga apretar los labios como lo hacía cada que la fastidiaba.

La garganta le pica, las palabras están en la punta de su lengua...

Oh Dios, ¿por qué le gusta tanto pelearse con Haerin?

—Si te apuras sería grandioso.

Ahí está. No es realmente una ofensa, pero le satisfizo al menos un poco.

Esperó la respuesta de Haerin, una mirada aunque sea, pero nada. Haerin la ignoró olímpicamente, como si fuera sorda o Danielle muda.

La extranjera hizo una mueca, confundida.

¿De verdad...?

—¿Acaso no escuchas? Apúrate para que terminemos antes con esta mierda, Kang.

Silencio... absoluto silencio.

Pasaron unos segundos más de aquella mudez, Danielle no dijo nada y Haerin creyó que por fin se había rendido.

Creyó mal.

—¡Auch! —soltó al sentir un golpe en su cabeza. Visiona a Danielle y luego baja los ojos a sus pies, ahí estaba El Principito boca abajo con algunas hojas dobladas—. ¡¿En serio me lanzaste un libro?! —berrea, volteándose a ella.

heterocuriosa (al peo) | daerin auWhere stories live. Discover now