Capítulo 4: Groovy

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<<¿Podemos vernos esta noche?>>

Ima se quedó quieta, extrañada. Llevaban una semana sin hablar y de repente le ¿salía con esas? ¿Así, sin más? 

No sabía qué responder, pero se sorprendió a ella misma respondiendo que sí.

—Sí, por supuesto, ¿dónde siempre?

—Sí.

—En media hora estoy allí.

—Vale.

Ima guardó el pijama y empezó a rebuscar en el armario de su habitación algo para ponerse. No era una cita, pero tenía la sensación de que sí lo era. Pensó en llamar a Kaori y pedirle ayuda para elegir modelito, pero al final decidió vestirse lo más formal posible, aunque algo sugerente. Optó por unos shorts negros, medias negras transparentes, unas botas negras que cogió prestadas del armario de Kaori, una camisa blanca y por encima un chaleco de suéter negro. Después, tocó la peor parte, maquillarse. Ima no era muy asidua a hacerlo, ni siquiera lo más básico como la sombra de ojos, el colorete o incluso pintarse los labios y las pocas veces que lo hacía, lo hacía bajo la presión de sus amigas. Ima era de aquellas chicas que opinaba que recurrir al maquillaje era como retocar por completo una imagen en Photoshop, se perdía naturalidad, autenticidad. Pero tampoco podía negar la utilidad del mismo y sentía que en ese momento el maquillaje le ayudaría a controlar los nervios y sentirse más segura.

Primero se hizo la sombra de ojos. Escogió un marrón claro mezclado con un tono plateado brillante. Luego pasó al colorete, del cual no abusó mucho y por último el pintalabios carmesí. 

Ya estaba preparada. Cogió su bolso de cuero negro, su abrigo y se marchó.

Habían quedado en el Groovy.  Un bar diminuto en pleno centro de la ciudad donde la mayoría de bebidas y comidas eran caseras. Era el sitio favorito de ambos, además de ser el lugar donde tuvieron la primera cita. <<Curiosa elección para volver a reencontrarse>>  Pensó Ima. Habían vuelto a tener contacto a través de Line, pero no habían vuelto a verse en persona desde que cortaron la relación. 

Makoto estaba sentado en la barra tomándose una cerveza cuando Ima llegó.  El bar era pequeño, con apenas capacidad para diez o quince personas. Había una barra diminuta y detrás de ella, en la pared, una estantería llena de jarras, botellas y latas de cerveza. El local estaba decorado en mayor parte por carátulas de discos de vinilos, todos colgados en las paredes y todos ellos de jazz o blues. Al fondo del bar, una tele de tubo retransmitía viejos videoclips musicales que sonaban a través de los altavoces colgados en una esquina del techo. Las dimensiones y el toque indie underground, sumado al buen rollo que transmitía el único camarero que trabaja en el local, hacía del establecimiento un lugar muy especial, aparte de los recuerdos compartidos entre Ima y Makoto.

Ima se acercó.

—¿Sochu? — preguntó Ima mientras se sentaba al lado de Makoto.

—Sí, ¿quieres una copa? —preguntó Makoto. 

—No, gracias —dijo Ima —, me apetece cambiar, probar algo nuevo.

El camarero se acercó.

—¿Puedes ponerme un Amy Winehouse? —pidió Ima.

—Marchando —dijo el camarero, que empezó a preparar la bebida allí mismo. Una de las peculiaridades del bar, además de su decoración, era su carta de bebidas. No solo podías encontrarte con líquidos caseros como el sake que servían, sino que además, los nombres de dichas bebidas llevaban por nombre el de algún cantante de jazz o blues.

—¿Qué tal estás? Cuéntame —dijo Makoto, mientras Ima esperaba a que le sirvieran la bebida.

—De vacaciones, por fin —respondió Ima sin entrar en mucho detalle.

Entre dos realidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora