Capítulo 15: ¿Habrá un mejor momento?

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La primera en despertarse fue Ima. Se encontró acurrucada contra el pecho de Ryu. Era delgado, aunque algo fibroso. Ima tenía cierto desagrado con los cuerpos ultra musculosos y fibrados. Al contrario que muchas de sus amigas, lo encontraba poco atractivo y poco estético. Su pecho subía y bajaba, poco a poco, a causa de la respiración. 

Ima se sentía eufórica, como si el éxtasis de uno de los Ecos se hubiese instalado permanentemente en su interior. Se quedó tumbada, disfrutando del calor que desprendía la piel de Ryu, con las sabanas a mitad de la cama, tapándoles a los dos. 

El silencio y el ritmo del pecho de Ryu la llevaron a reflexionar sobre lo sucedido la noche anterior. Le había gustado. Hacía meses que no lograba sentir algo así por una persona, ni siquiera en la última quedada que tuvo con Makoto, pero su mente jugaba en su contra, llenándola de dudas y miedo. Estaba bien dejarse llevar, dejar que las acciones fueran fruto del corazón y la pasión, no de la cabeza, pero por norma general esa vía, tarde o temprano, acarreaba problemas, sobre todo si no ibas con cuidado. Pero estaba cansada. Cansada de ser la soltera del grupo. Cansada de su soledad, aunque en ocasiones la agradeciera. Solía escudarse diciendo que no conocía a nadie interesante y que nadie le llamaba la atención, pero era mentira. Sabía, de cabo a rabo, que si quería cambiar ese aspecto, debía tomar cartas en el asunto. Por norma general, las cosas en la vida, incluido el amor, no caen del cielo, a no ser que tengas buena suerte, algo de lo que Ima escaseaba, al menos desde su punto de vista.

No aguantó mucho en la cama. Los pensamientos de su cabeza empezaban a molestar más de lo debido. Así que, decidió levantarse. Se dirigió al comedor. Allí, en la mesa, todavía estaban las fotos. Las miró de reojo y tuvo la tentación de acceder a uno de los Ecos, uno en específico. El de la foto que le había hecho Ryu. A pesar de su situación actual y su euforia, que empezaba a evaporarse, quería volver a sentir aquellas sensaciones tan puras y ardientes. Trató de luchar contra su antojo, pero fue en vano. 

Poco segundos más tarde, estaba abierta por completo al Eco, con los brazos abiertos y regodeándose en aquellas sensaciones. 

Fue entonces, mientras Ima disfrutaba del Eco, que Ryu se despertó. Al ver que Ima no estaba en la cama, a su lado, le dio un pequeño vuelco al corazón. ¿De verdad se había ido? ¿Después del día y la noche de ayer? Una frustración gigantesca se apoderó de él. ¿Era culpa suya? ¿Había hecho o dicho algo malo? Se quedó tumbado en la cama, rumiando. Al final, decidió que no conseguiría nada más que dolores de cabeza si seguía dándole vueltas, así que se levantó, con la intención de hacerse el desayuno, pero se quedó parado cuando vio la ropa de Ima tirada, aún, por los suelos. Una sonrisa ingenua e inocente se le dibujó en el rostro. Se acercó a la puerta de la habitación, que se hallaba abierta y en el comedor pudo ver a Ima. La burbuja del eco hacía que pareciese un borrón difuminado, como si los ojos de Ryu fueran incapaces de enfocarle, tanto a ella como a los objetos cercanos. Ryu se apoyó en el marco de la puerta, expectante. ¿Qué Eco estaría disfrutando? Mejor no darle importancia.

Ryu optó por preparar el café. Ima siguió disfrutando del Eco, incluso después de tener listo el café. Por suerte, la cosa no se alargó mucho.

"Debería regresar" pensó Ima. Y así fue. El Eco finalizó. Tenía la piel de gallina y la realidad volvió poco a poco a su forma original, al igual que el fluir constante del tiempo. La respiración entrecortada se le cortó, al percatarse de la presencia de Ryu. Tenía una taza de café en la mano, caliente y humeante. 

—¿Son buenos recuerdos, no? —preguntó Ryu.

—Un poco —reconoció a medias Ima.

Ryu le ofreció la taza, que Ima aceptó sin problemas. Él cogió la que tenía detrás, sobre la encimera. 

Se quedaron callados. Saboreando el café recién hecho y evitando mirarse el uno al otro. Lo sucedido aquella noche estaba presente y lo único que hacía era sumir a ambos en la más absoluta de las vergüenzas, algo irónico teniendo en cuenta lo sucedido. Además, la distancia ente ambos hacía la situación aún más incómoda si cabe. Fue Ima quien recortó distancias, colocándose al lado de Ryu. El silencio se hizo más pesado, incluso doloroso. Ima deseo romperlo, con algún chiste, aunque fuera, pero no se veía capaz.  Por suerte, fue Ryu quien dio el paso. No obstante, no fue para mejor.

—¿Crees que deberíamos... hablar de lo de anoche? —preguntó algo inseguro.

—¿Crees que es el mejor momento para hablarlo?

Ima sabía de sobras que tenían que hacerlo. Tarde o temprano había que hacerlo. Pero anhelaba que no fuera en ese preciso instante. Había sido bonito y tenía miedo que a la hora de verbalizar y explicar que había ocurrido, todo se fuera al garete y perdiera todo el encanto.

—¿Habrá un momento mejor?

Ima tardó en contestar, pero al final cedió.

—Estuvo bien, ¿no? —reconoció a duras penas Ima. En realidad, le había encantado, pero tampoco quería sonar desesperada o necesitada.

—¿Y qué significó?

La PREGUNTA que todo el mundo teme y a la que a todo el mundo le cuesta afrontar. Poner límites en estas situaciones es algo que todo el mundo agradece, pero resulta más complicado de lo que parece, lo que da pie a complicaciones y decepciones. Además, hay muchas variables a tener en cuenta antes de llegar a una conclusión o a un punto medio, por no mencionar que, en ocasiones, no se tiene una respuesta clara al respecto.

Ima se hizo esa misma pregunta y trató de responder, pero fue incapaz siquiera de articular una palabra.

—No lo sé —dijo sin más remedio.

—A mí...me gustó —señaló Ryu con ligera timidez. 

Ima sonrió. 

—Y a mí, Ryu —reconoció Ima.

—¿Entonces...?

—No lo sé, Ryu —dijo Ima —. Una parte de mí quiere seguir adelante, ver hacia donde lleva lo que sea esto que ha surgido entre nosotros, pero otra muy distinta me dice que tenga cuidado, que no me confíe y lo siento, porque sé que no has hecho nada malo ni me has hecho daño, pero nadie me asegura que no serás capaz de hacerlo.

Ryu se quedó callado, asimilando las palabras. Deseaba poder decirle que todo iria bien, que no habría problemas, pero sabía de sobra que los habría, siempre los hay. Ryu opinaba que la gente que esperaba que todo funcionase a la primera en una relación, incluso de amistad, pecaba de ingenua. Pero en este caso, había algo que sobresalía del resto. El miedo.

¿Y si la fastidiaba? No obstante, tenía la sensación de que tenía frente a él una oportunidad que muchas personas pasan toda la vida buscando. No lo podía decir con certeza, eso desde luego, pero tenía un presentimiento, por frágil que fuera, de que saldría bien. Por desgracia, estás cosas son cosas de dos.

—Lo entiendo —dijo finalmente Ryu, escondiendo su pena y resignación —. Lo mejor será que nos centremos en los ecos.

Aquellas palabras le sentaron a Ima como un jarrón de agua fría, pero no dijo nada.

—Sí, será lo mejor. 




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