Capítulo 13: Ecos profundos

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Llegaron a casa de Ryu justo antes de la hora de cenar, alrededor de las ocho de la tarde. Ima se sorprendió al ver el diminuto apartamento de Ryu. Consistía en un edificio de dos plantas, con cinco apartamentos cada una. Por suerte, disponía de parking exclusivo para residentes, así que no tuvieron problemas para aparcar. 

Ryu vivía en el último apartamento de la segunda planta. El pasillo exterior de la misma daba de frente a la ciudad. La Torre de Osaka se alzaba en el horizonte, que parecía esconderse entre todos los edificios y los escasos rascacielos de la ciudad, como una niña pequeña avergonzada buscando refugio detrás de su madre. Ima se quedó observando aquel paisaje urbano, perdiéndose entre las luces de la ciudad y los sonidos, que se oían amortiguados y acolchados en la distancia.

—Impresiona, eh —dijo Ryu acercándose a ella y poniéndose a su lado y apoyándose en la barandilla.

—Mentiría si dijese que no —reconoció Ima.

Se quedaron allí, contemplando la ciudad, en silencio. Era el momento perfecto para hacer una foto con la polaroid, pero los dos estaban tan absortos que ninguno fue capaz de sacar la cámara y romper aquel momento. Disfrutaron de las vistas, haciendo caso omiso al estruendoso silencio. 

Ryu suspiró y se separó de ella. Fue el ruido de la puerta al abrirse lo que despertó a Ima de aquella ligera ensoñación. 

—Adelante —dijo Ryu, invitándole a pasar.

El apartamento era bastante pequeño, pero Ima tuvo que reconocer que estaba bastante ordenado. El blanco y el negro predominaban en el mobiliario, además de algún verde proveniente de alguna que otra planta o pequeño cactus. 

El pasillo de la entrada era diminuto, al igual que el baño que quedaba a la derecha nada más entrar. El pasillo conducía a un pequeño comedor, en el que había un sofá negro, una mesa arrinconada blanca con un par de sillas y un minúsculo mueble con un televisor. En el otro extremo, había una cocina, que parecía sacada de un catálogo de juguetes, con horno, neverita y armarios colgados. Además, sobre la encimera, había una máquina para hacer arroz. Más allá, estaba la habitación de Ryu. Contenía una cama, un escritorio y un armario. El espacio era casi nulo, pero por suerte, la habitación, tenía una ventana. Las vistas no es que fueran excepcionales, pero daban a un pequeño parque que estaba detrás del edificio y hacían que el ambiente no fuese tan opresivo. 

—Deja tus cosas en mi habitación, Ima, no te preocupes.

—¿Al fondo?

—Sí, así es.

Mientras Ima dejaba su mochila y su abrigo, Ryu aprovechó para sacar sus fotos impresas y su polaroid sobre la mesa del comedor.

—¿Prefieres cenar ahora o nos ponemos con los Ecos? —preguntó Ryu cuando Ima volvía.

—Tengo un poco de hambre, pero puedo esperar —reconoció Ima.

—Prueba tú los ecos si quieres, mientras yo preparo algo de cenar —sugirió Ryu.

—Vale, de acuerdo, me parece buena idea.

Ryu sacó sus fotos de su mochila, las dejó sobre la mesa e Ima hizo lo mismo con las suyas. Ryu se ausentó durante unos segundos, ya que entró en su habitación para guardar sus cosas. Al volver, se fue directamente a los fogones. 

—¿Te gustan las bolas de arroz rebozadas? — preguntó Ryu antes de ponerse a cocinar.

—No las detesto, pero confío en tus habilidades culinarias —señaló Ima.

—Uf, mucha presión eh—dijo Ryu siguiendo la broma.

Sacó el arroz de la nevera y lo metió en la máquina. De mientras, aprovechó para empezar a freír el aceite en una sartén y preparar el pan rallado, la leche y los huevos para el rebozado.

Ima no pudo evitar echar un vistazo antes de disfrutar los Ecos y lo que sintió fue raro de describir, al menos desde su perspectiva. Se sintió extraña, incluso sorprendida por la situación, pero cómoda a la vez. Congeniaba con Ryu, eso estaba claro, pero nunca había sido capaz de verle de otra manera que no fuese un buen compañero de trabajo o un buen amigo. Hasta ese momento. Era apasionado, algo que rompía su actual y monótona vida. Era guapo, agradable y divertido y había estado muy a gusto con él en el parque de atracciones. Sin darse cuenta, una sonrisa se dibujó en su rostro mientras miraba como preparaba la cena. Agitó la cabeza, tratando así de centrarse a duras penas.

Suspiró hondo. Se preparó para lo que venía. Contempló las fotos sobre la mesa y cogió una al azar, sin prestarle mucha atención. 

Era la fotografía del inicio de la jornada, la de ella esperando ansiosa en la cola.

¿La había hecho Ryu, no? 

Se centró en la fotografía y pasó justo lo que esperaba. Fue como las anteriores ocasiones, pero Ima era más consciente de lo que sucedía y se percató de un detalle. Para acceder al Eco de la foto tenías que querer entrar, abrirte a el de manera consciente. En un principio había pensado que era algo más relacionado con el instinto, algo que sucedía sin más y que no podías controlar, pero había empezado a sospechar de lo contrario desde aquel momento con Ryu en el restaurante. 

Los nervios, la euforia, la alegría y una ligera pasión y calidez similar a la que desprende el fuego de una pequeña vela le asaltaron con la fuerza de un peñasco. El corazón se le aceleró y se le puso la piel de gallina. Le era una sensación familiar, aunque la había vivido en escasas ocasiones. Tenía el recuerdo de sentir aquello los primeros de su relación con Makoto y empezaba a sentir algo parecido por Ryu. 

A pesar de la mezcla de sensaciones que se revolvía en su mente, sin saber como, pudo centrarse en aquella pasión y calidez. Pudo apartar el resto de emociones y sensaciones, dejándolas en un segundo plano, suavizadas, dejando que aquellas dos cogiesen fuerza. Ima no tenía ni idea de lo que estaba haciendo y se asustó. Era como una niña pequeña, experimentando con un juguete que no comprende del todo. No obstante, quería bañarse en esa calidez, dejarse impregnar de pies a cabeza por esa sensación. Pero, por desgracia, el miedo se sobrepuso y todo volvió a la normalidad. Ima salió del Eco, con la respiración entrecortada. 

Ryu seguía cocinando, como si nada. Ima le miró. Todavía quedaban retazos en su interior del Eco y llevada por el éxtasis previo y esa pequeña, pero tan apacible calidez, pensó en besarle. Quería besarle, pero refrenó sus impulsos. 

De pronto, cayó en la cuenta de que, por suerte o por desgracia, el Eco de aquella foto le había mostrado algo que quizá Ryu no quería mostrar o al menos no de una forma tan sentida y real.

—¿Y bien? —preguntó Ryu.

Ima carraspeó.

—Bien, bien, he podido entrar al Eco sin problemas, así que podemos confirmar que el sitio o el lugar no tienen nada que ver —dijo ella —. Además, creo que... tenemos cierto control dentro del Eco.

Ryu le miró extrañado, con el ceño fruncido.

—¿A qué te refieres?

—No sé cómo explicártelo, pero es como estar en un río o en el mar y ser capaz de controlar las corrientes.

Ryu alzó una ceja.

—¿Crees que cuanto más accedamos a los Ecos más control tendremos? 

—Tiene sentido —reconoció Ima -. ¿Falta mucho para la cena?

No preguntó por tener más hambre, sino para evitar el resto de Eco, pero la suerte no estaba de su lado.

—Unos... diez minutillos —aclaró Ryu -. Prueba los otros si quieres.

Ima suspiró. Tenía las emociones del último Eco tan presentes que no quería sustituirlas por otras, así que decidió coger la foto que le había hecho a Ryu mientras disfrutaban de la cerveza de mantequilla. Y allí, encontró esas mismas emociones, esta vez incluso un poco más cálidas y potentes. 

De mientras, Ryu, seguía cocinando, ajeno a que sus sentimientos ocultos por Ima habían dejado de serlo.







Entre dos realidadesWhere stories live. Discover now