Grito

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Una lanzadera aterrizó en un claro de una zona boscosa. Era gris en su mayoría, tenía forma ovalada, a sus costados tenía dos grandes motores de propulsión que servían como soporte contra el suelo. La rampa trasera de la lanzadera se abrió soltando sonidos hidráulicos, de dentro salieron tres personas en trajes tácticos de color negro.

—Aquí no hay nada, capitán -dijo Mark. Llevaba la cabeza rapada y la tez pálida que contrastaba con su traje negro.

—Tranquilo, Mark -contestó Sebastián, era más grande que Mark, su barba tupida corta le daba un aire de peligrosidad—. Estoy seguro que la señal de rescate vino de aquí. ¿Qué muestra el escáner Sara?

—Las lecturas no arrojan nada —respondió Sara, tenía la tez morena y el pelo negro. —Escudriñó los datos del escáner, que tenía una forma aplanada y rectangular—. ¿Podría ser una trampa?

Los hombres sacaron rifles de asalto de la nave. Sea lo que sea que encontraran allí afuera, estarían preparados para enfrentarlo. Se escuchó un grito atronador perteneciente a un hombre que los puso alerta. Apuntaron sus armas hacia la dirección del grito y abrieron fuego sobre una gran bestia que salía de entre los árboles. Su cuerpo era largo compuesto por varios tentáculos verdes, con los cuales se impulsaba. Se abalanzó sobre la nave arrancándole un motor de un mordisco provocando que la nave callera hacia un costado.

—¡Repliéguense! -Gritó Sebastián.

—Capitán acabo de ver..

Mark fue aplastado por un tentáculo provocando que su sangre se esparciera por todos lados, sobre todo en el rostro de Sebastián.

—¡Mierda, Mark! -volvió a gritar mientras seguía disparando-. ¡Sara corre al bosque yo lo distraigo!

Sebastián avanzó disparando a la cabeza de la gran bestia, las balas rebotaban, pero eso sería suficiente para llamar su atención. Solo quería que Sara saliera de ahí.

—Ven aquí bestia apestosa, aquí hay carne fresca que puedes masticar.

La bestia se acercó arrastrándose hacia Sebastián a través de la lluvia de balas, cuando las balas se agotaron la bestia se detuvo. Era enorme, no tenía ojos y sus dientes eran largos y desiguales.

Sara había escapado al bosque, era lo único que le importaba a Sebastián, quien tiró el arma a un costado y miró con desprecio a aquel monstruo.

—Tu hijo de perra a que esperas...

Sebastián recibió un golpe en el estómago de un tentáculo, que lo mandó a volar dentro del bosque.

Cuando despertó ya era de noche. Alzó la vista adormilada para contemplar las dos lunas de ese planeta. Luego su mente recobró sus sentidos y en lo primero que pensó fue en Sara. Quiso llamarla, pero no lo hizo, «esa cosa todavía esta allí afuera» pensó. Se levantó apoyándose en un árbol, sus piernas le temblaban. Empezó a caminar buscando los rastros de Sara, mientras lo hacía sacó una pequeña baliza triangular, la encendió y luego la guardo.

Pasó un buen tiempo hasta que halló las huellas de Sara, mientras seguía el rastro se dio cuenta de algo inquietante. Un silencio, uno puro y sepulcral que era antinatural. No había animales en el bosque. Apresuró el pasó impulsado por miedo.

Sus pasos se hacían cada vez más lentos. Se detuvo cuando escuchó «Sebastián ayúdame, Sebastián ayúdame». Ella estaba viva. Su corazón latió con fuerza y corrió como pudo hasta una pequeña cascada al acostado de un despeñadero. Ahí la vio, colgada en medio de dos árboles, su traje había sido desgarrado, estaba cubierta de tentáculos que atravesaban su cuerpo, y uno de ellos penetraba su cabeza. Los hermosos ojos cafés que recordaba, ahora estaban inyectados de sangre. Era una trampa, una que destrozó el corazón de Sebastián.

Siguió escuchando «Sebastián ayúdame, Sebastián ayúdame» por un momento quiso hacerlo, pero no sabía si era ella o esas palabras pertenecían a esa cosa. «Ella está muerta» se dijo cerrando sus ojos, de los cuales se escaparon unas lágrimas.

Se giró para volver sobre sus pasos. Sus ojos se abrieron como platos al ver que aquella monstruosa criatura lo esperaba. Sebastián dio un paso atrás y la monstruosidad empezó a avanzar a gran velocidad. Sebastián se echó a correr en dirección contraria y salto por el despeñadero.

Cayó en un lago. Por un momento pensó que habría monstruos en el agua, pero estaba vacío. Se impulsó con sus brazos y piernas hasta la superficie. Respiró como si el aire se le escapara, sus pulmones estaban agradecidos de volver a llenarse. vio más adelante la orilla del lago y nadó como pudo hasta allí.

Al salir siguió avanzando con lentitud entre los árboles y arbustos. Estaba cansado, húmedo y sentía que no podía respirar. Siguió avanzado hasta encontrar un pequeño desnivel en el suelo.

Escuchó el apabullante grito de la bestia a lo lejos. Sebastián reunió ramas, hojas, maleza y todo lo que podía encontrar. Se dejó caer en el desnivel y con sus adormecidas manos se cubrió el cuerpo hasta que no pudo ver nada.

Su respiración era agitada. Se tapó la nariz y la boca cuando escucho que algo grande se arrastraba. Aguantó la respiración, y el sonido de arrastre siguió de largo. El cansancio hizo que sus sentidos lo traicionaran. Se estaba quedando dormido, pensó que era algo bueno. Soñaría con su dulce Sara y si Dios lo permitiera, ya no despertaría de ese hermoso sueño.

Después de un un tiempo se despertó por una vibración en su muslo. Lo habían alejado de los brazos de Sara. Sacó la pequeña baliza la cual desprendía una luz verde, eso lo hizo sonreír. Alguien había venido a rescatarlo. Sara ya no estaba, pero tomaría venganza por ella, no importaba si moría en el proceso. Salió de su escondite y empezó a buscar un claro, un lugar donde pudieran aterrizar. Siguió avanzando, sus manos le temblaban, pero no le dio importancia. Cuando a lo lejos por fin vio un claro apresuro el paso, a mitad de camino notó que la pequeña baliza estaba apagada. Ya no tenía energía. Cuando estaba a unos pocos metros de su destino escuchó.

—Aquí no hay nada, capitán.

—Tranquilo, Mark. Estoy seguro que la señal de rescate vino de aquí. ¿Qué muestra el escáner, Sara?

Avanzó incrédulo y se detuvo atónito al costado de un gran montículo de tierra escondido detrás de unos arboles. Se vio a él, a Mark y Sara. Sebastián no podía creerlo. Ella estaba allí parada, estaba viva, aun tenía sus hermosos ojos cafés. Sebastián quiso llamarla pero antes de que pudiera hacerlo el montículo tierra a su costado tembló haciendo que perdiera el equilibrio y callera al suelo. Vio que de aquel gran montículo salía el horroroso cuerpo de la bestia, lo contempló aterrado y luego giró la vista. Vio a Sara quien salía de la nave sosteniendo un rifle de asalto. «No, no, vuelve adentro por favor. Enciende la nave y vete de aquí» luego vio a Mark quien se dio cuenta de su presencia. Sebastián observó como la bestia salía para atacarlos.

—¡¡¡No!!!

Dissonant Souls - [Almas Disonantes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora