David III

27 9 61
                                    

David empezó a llorar sin poder controlarse. Otra vez lo había presenciado todo, pero ahora era diferente. Cuando abrió el libro su conciencia fue tragada por completo, pudo ver con claridad todo lo que pasaba en la historia, sintió todas las emociones de Galatriel, su dolor, su ansiedad, su miedo y su profunda tristeza al fallar en su misión. No podía controlarse, las lágrimas eran impulsada por sentimientos que no eran los suyos pero que iban mezclándose hasta el punto de no poder diferenciar que era lo que sentía y que no.

En ese momento de dolor afloró también la angustia y el miedo. Él no sabía por qué le pasaba eso al leer los libros, no podía controlarlo y cada vez se volvía peor. Tenía miedo que las siguientes veces que pasara por lo mismo su mente terminaría por romperse hasta el punto de no poder diferenciar sus emociones de las ajenas. Seria absorbido y borrado, donde solo quedaría una persona que no era él.

Pero ¿y si ya hubiera pasado? David no recordaba nada, la persona que era antes de despertar en el suelo pedregoso ya no era él. Trató de no pensar en eso. «No es el momento, no es necesario, está bien, tu estarás bien» era lo que se repetía mientras trataba de secarse las lágrimas.

Tratando de alejarse de aquel pensamiento, otra idea invadió su mente. El plan se había arruinado. Aquel libro que parecía inofensivo a primera vista, indicando que se trataba de una historia de amor melosa, resultó ser una grave equivocación. David sintió como el estómago se le revolvía al pensar que tendría que volver a huir, esta vez para siempre o pelear contra el minotauro y aquel duendecillo, pero ahora que Mingis no estaba pelear era imposible.

La mente de David era un revoltijo de emociones, no obstante, se calmó al pensar en su compañero. Volteó la vista hacia el costado pensando en la expresión de horror que tendría Daniel por ver la escena que había armado. No encontró a nadie. David estaba sentado sobre aquella roca plana, solo.

Se levantó de golpe, pensando en qué había pasado. ¿Algo se había llevado a Daniel? No, eso no era posible, debido a que también se lo hubieran llevado a él. Entonces, la conclusión a la que llegó fue que Daniel se había marchado por su cuenta. David se volvió a sentar, sintiendo cómo el vacío dentro de él crecía cada vez más. La única persona que había visto en años no disfrutaba de su compañía, lo repudiaba o le tenía miedo.

Por un momento se planteó en ir a buscarlo, pero ¿Para qué? ¿Qué le diría? David volvió a sentarse. En su rostro se reflejaba una mirada perdida. Estaba completamente solo e iba contra el tiempo. Tenía que pensar en su siguiente movimiento si es que quería sobrevivir. Sin embargo, no tenía muchas opciones. No podía predecir por donde o cuando aparecerían los monstruos, y si lo supiera, tampoco tenía un plan para lidiar con ellos. Pelear era imposible, la única opción factible que pensó fue en huir. No había nada más que hacer. Luego pensó en el cadáver de Daniel siendo descuartizado por el minotauro. Sacudió su cabeza hacia los costados para quitarse ese pensamiento. Miró las hornacinas que estaban al frente suyo como si pidiera una respuesta o un consejo a aquellos libros. Silencio fue lo que recibió. Él moriría en aquel lugar.

Mientras seguía perdiéndose en sus pensamientos tratando de encontrar algo que lo ayudara, escuchó el impacto de algo pesado a sus espaldas. David se quedó congelado. La tormenta que era su mente se calmó por un momento y concibió un pequeño sentimiento de resignación. No podía hacer nada. Su pequeña historia terminaría allí mismo, incompleta y olvidada por el tiempo, como aquellos libros. David Cerró los ojos y acepto su muerte.

Pasaron los segundos y luego unos minutos, y David seguía con vida. La incertidumbre lo carcomía. ¿Por qué no acaba con él? ¿Qué es lo que esperaba? ¿Acaso quería que escapara para poder perseguirlo? No quería voltear, no quería ver esas enormes fauces chorreantes de saliva, pero lo hizo. Lo que vio al frente lo dejo sorprendido. Vio las hornacinas del muro al otro lado del camino. Luego bajó la vista al piso vislumbrando una enorme pluma blanca. David volvió a respirar, soltando algunas pequeñas risitas ahogadas. Aun tenia tiempo. Se levantó y se acercó con cuidado a aquel objeto. La pluma era del tamaño de su antebrazo y el grosor era el doble. Dudó varios segundos en decidir si tomarla o no, ya que no sabía si era seguro hacerlo. Su curiosidad puedo más que él y la tomó del cálamo. No pudo levantarla. Era muy pesada y al tocar las barbillas de la pluma se dio cuenta que eran duras como una piedra. No pertenecían a ninguna ave. Después alzó la vista hacia la niebla que cubría el firmamento. Aquella pluma había caído del cielo ¿Qué es lo había al otro lado de aquella niebla? ¿Qué cosas se ocultaban? ¿A qué cosa o ser le pertenecía aquella pluma? Y ¿Por qué no había bajado en todo este tiempo?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 23 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Dissonant Souls - [Almas Disonantes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora