Venganza II

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Todo el bullicio, todos los aplausos y regocijo se detuvieron cuando me levanté. El hueco en mi pecho era visible. La gente empezó a gritar aterrada. Con mis sentidos aumentados alcancé a escuchar palabras como «Bruja», «Hechicera», «Dispárenle de nuevo» y yo me reí, me reí tan fuerte que todas las personas volvieron a guardar silencio.

Volteé a ver a mi padre quien sostenía el rifle de plasma, sus manos le temblaban, pero sus dedos todavía le funcionaban.

El disparo de plasma chocó contra mi escudo de energía de color sangre. Mi sangre. La gente volvió a gritar y mi padre volvió a disparar. Cerré mis manos y el arma se hizo añicos junto a la mano de mi padre. Soltó varios chillidos que me hicieron gracia.

—Todos ustedes, escorias —dije amplificando mi voz, aquellas personas que habían gritado con alegría mi muerte, y que ahora guardaban silencio, parecían millones y millones de hormigas diminutas. Quería aplastarlas—. Déjenme darles la salvación, la salvación que le dieron a mi madre. Y he de decir que me encantan las rosas.

Moví mis manos en un ademan de una flor floreciendo. Escuché el grito de una mujer, quien veía horrorizada como el pecho de su marido se habría en una explosión y su sangre formaba una perfecta rosa. Después, la mujer fue la siguiente, y le siguió el hombre de su costado y después fueron todos, incluso los que estaban en las naves recibieron el mismo destino. Los gritos eran música para mis oídos, y la sangre que caía del cielo complementaba esa perfecta sonata de muerte.

—Es tan hermoso —dije eufórica extendiendo mis brazos al cielo como tratando de atrapar las gotas de sangre—. ¿No lo crees, Papa?

Saimon gritaba y lloraba pidiéndome perdón. Clemencia.

—Por favor, Mingis —sollozó mientras se aferraba a mis pies—. Ellos me obligaron, yo no tuve la culpa.

—Yo tampoco la tengo —dije sonriendo—. Pero te daré una oportunidad. —vi que en sus ojos brillaba un atisbo de esperanza. Era tan patético—. Te daré diez horas para que te vayas de la ciudad, incluso del planeta. Pero si te encuentro. —puse mi mano sobre su cabeza—. Tu linda cabeza explotara en miles de pedazos.

Saimon salió corriendo hacia una plataforma magnética gritando «Gracias, gracias» La plataforma descendió con rapidez hacia el suelo con Saimon sobre el. Pobre estúpido, no sabía lo que le tenía preparado.

Destruí la ciudad, masacré a todos sus habitantes. Disfruté el proceso. Destruí los puertos espaciales y los mechas que se interponían en mi camino. Seguí el rastro de Saimon. Lugar que él pisaba, lugar donde esparcía la muerte, yo era su ira, su heraldo.

Salí herida en varios enfrentamientos. Mis conocimientos sobre la magia eran todavía, escasos, pero tenía mucho tiempo para practicar. Primero aprendí a controlar a los mechas, luego a reanimar los cadáveres, después a invocar seres parecidos a demonios a través de portales conectados a otras realidades. Esparcí mis huestes sobre todas las direcciones, solo tenían tres órdenes, destruir los puertos espaciales, matar a cualquier ser vivo y dejar en paz a Saimon.

Tarde siete meses, solo siete meses en cubrir la mitad del planeta con mi ejército. Ya me estaba aburriendo de todo. Decidí que era tiempo de terminar, pero tenía que hacer un pequeña visita antes de poder hacerlo.

Volé hasta donde Saimon estaba. Lo vi sentado sobre un parque en escombros, alrededor habían edificios destruidos y cuerpos que los adoraban, era el único paisaje que se podía observar en todo el continente.

Aterricé en frente de él, levantado un muro de polvo. Batí mis alas negras y el polvo se disipó. Él tenía los ojos como platos al ver mis perfectas alas.

—¿Tú también crees que son hermosas? Me llevó un poco de tiempo encontrar unas alas que me gustaran.

—Perdóname por favor, te lo suplico —sollozó patéticamente arrastrándose hacia mí.

Eso me hizo feliz. Saimon todavía tenía ganas de vivir, pues no me servía que quisiera la muerte.

—Mira hacia arriba, Papa ¿Ves esos grandes Cruceros espaciales en órbita? —sonreí—. Están preparándose para lanzar bombas nucleares sobre nosotros.

—¡No, no, no puede ser, todavía debe haber millones de personas en el planeta!

—Ellos ya dieron por perdido este planeta, Papa. ¿Qué te parece si nos quedamos a ver el espectáculo?

Saimon gritó despavorido y quiso salir corriendo. Le arranqué las piernas manchando el piso con su asquerosa sangre. Fue fácil y satisfactorio. Escuché sus alaridos de dolor que volvieron a encender la dulce música en mi cabeza.

Los cruceros abrieron fuego. Miles de bombas atómicas se aproximaban y yo las recibiría con los brazos abiertos. Aquellas bombas eran los gritos de venganza de las personas que habían podido salir del plantea, venganza por sus hijos, esposas, padres y amantes que masacré con toda la dulzura que mi negro corazón me lo permitió. Pero mi venganza era más fuerte.

Las bombas desaparecieron a escasos metros de mi cuerpo, yo reía mientras Saimon observaba atónito. Cuando todos los proyectiles dejaron de caer, junté mis manos, entrelacé mis dedos y recé una plegaria. «Caigan»

Cientos de cruceros, fragatas y acorazados cayeron del cielo, explotando al chocar contra el suelo. Fue un lindo espectáculo. Pero los fuegos artificiales todavía estaban empezando. Chasqueé mis dedos y abrí portales en la órbita por todo el planeta, de las cuales salieron las miles de bombas nucleares.

Sujeté la parte posterior del cuello de Saimon y lo levanté frente a mí. Quería que observara una de las tantas bombas que se dirigía a nosotros.

—Míralo, padre. Mira mi venganza. Ve y pídele perdón a mi Madre pedazo de mierda.

La bomba impactó contra nosotros evaporando nuestros cuerpos en segundos. Miles de personas por todo el planeta sufrieron el mismo destino. Toda la vida fue reducida a polvo.

Tardé tres semanas en volver a reconstruir mi cuerpo. Esa era la debilidad de la tecnología. Podían crear armas que destruyeran los cuerpos de las personas, pero no podían dañar el alma. El origen de la magia.

Contemplé las estrellas con tranquilidad mientras me encontraba desnuda sobre una planicie de muerte. Mi venganza había llegado a su fin. No obstante, solo era el comienzo, quería mas. Había más planetas en el inmenso universo. Podía hacer lo que quisiera, podía gobernar como quisiera.

                              ***

¿Crees que fui demasiado lejos? ¿Crees que soy un demonio? ¿Qué solo debí de matar a mi padre y que todas las demás personas no merecían morir? Piensas de esa forma porque nunca has muerto, no sabes nada sobre la muerte y la venganza. Pero si crees saber lo que es. Te pregunto. ¿Qué hubieras hecho tu si todo el mundo fuera tu enemigo, si todos quisieran matarte? La respuesta es clara. Harías lo mismo que yo. 

Sé que crees que no lo arias. Me refiero a ti David. Me despertaste de mi largo letargo y créeme cuando te digo que ya no tengo sueño, y estoy lista para derramar mas sangre. 

Dissonant Souls - [Almas Disonantes]Where stories live. Discover now