Mingis I

73 31 129
                                    

La expresión de David era tan divertida. El temor de tener a la misma muerte en frente, hacia brillar sus ojos verdes en desesperación, que además crispaban sus cabellos marrones.

Sería divertido verlo morir siendo destrozado por las fauces de ese lindo perrito, que se arrastraba con determinación. Pero eso no me convendría. Alguien había conseguido capturarme sin que me diera cuenta, no sabía quién era ese sucio bastardo, pero lo que si sabía era que mi poder mágico se había reducido considerablemente ¿Un sello tal vez? No, era como si hubieran drenado mi energía mágica desde mi núcleo. El bastardo que me había traído aquí a la fuerza se había atrevido a tocar mi alma, dejándome en esos momentos como una sucia mosca, por eso necesitaba a David.

Necesitaba tiempo hasta que la semilla que le había implantado brotara, pero el perrito tenía hambre. En otros tiempos solo hubiera bastado un chasquido para solucionar todo, pero ya no era así y eso me enfurecía.

—Por cómo te quedas paralizado, supongo que te gusta ser comida para animales —dije en tono sarcástico

David volteó a mirarme por unos instantes, sus ojos estaban llenos de preocupación. Yo conocía esos ojos. Verlos me hizo tan feliz. Me estaba pidiendo ayuda y se la daría, pero cobraría el favor con creces en el futuro.

El perrito lanzó un tentáculo hacia David con la intención de empalarlo. Chocó contra mi escudo de sangre. David cayó sobre su trasero soltando un grito poco varonil. Mentiría si dijera que había esperado algo más de un tipo como él.

—Pequeña alimaña —dije con cierta dulzura.

David me miró confundido sin saber si me dirigía a él o al perrito.

—Sí, te hablo a ti, David. Levántame del suelo y te salvaré.

David se quedó por unos momentos contemplándome, eso me hizo recordar que en otros tiempos había sido adorada por mis súbditos cómo una Diosa, pero no era el momento para pequeños juegos.

David parecía indeciso, el no confiaba en mí, eso no me preocupaba, ya que, que más podía hacer él para eludir a la muerte. Yo era su única opción. Cuando vi en su expresión que él pensaba lo mismo, me dieron ganas de reírme con satisfacción, pero no lo hice. Todo tenía su tiempo y lugar. Corrió en mi dirección y tomó el libro que me contenía, y desvanecí mi escudo para aplicar mi energía sobre él. El perrito soltó un grito de furia. Azotó sus tentáculos contra el suelo destrozando las rocas. Ni uno de ellos tocó a David.

—¿Qué está pasando? —pregunto David sorprendido y con un poco de temor en su voz.

Mi magia nos había echó invisibles, el perrito no podía detectarnos pero no duraría para siempre.

—¡¿A que estas esperando?!¡corre!

David echó a correr al oír mi voz. Era muy curioso tener la perspectiva de un libro, yo no tenía ojos, pero no los necesitaba para ver.

David corría dando saltos ocasionales cuando se encontraba con un desnivel en el camino o una roca lo suficientemente grande para hacerlo tropezar. Su respiración era agitada, pero no parecía cansarse y no había ningún rastro de sudor en su cuerpo. Era otro dato interesante, la existencia de este tétrico cementerio de libros estaba fuera del tiempo. ¿Qué ente o ser podría lograr eso? Estaba segura que en algún momento yo podría lograr algo semejante, pero requeriría un esfuerzo considerable para mantener este tipo juguete. La idea de que algo podría estar observándome sin que me diera cuenta me molestaba tanto que quería hacer explotar todo.

David siguió corriendo con desesperación y en un desliz cayó al suelo provocando que mi libro saliera volando. El tiempo no existía en este lugar, pero el miedo si, y fue eso lo que había ocasionado que las piernas de David tropezaran contra una roca. Aun cuando no esperaba nada de él, lograba decepcionarme.

Mi decepción no duro mucho, pues mi magia se estaba agotando, y el perrito nos había localizado por el sonido de la caída de David. Vi como empezaba a arrastrarse, aplastando las piedras en su recorrido con la intención de alcanzar a David. Mentiría si dijera que no me daba pena el perrito, pues solo tenía hambre, me daba ganas de darle algo de comer, no obstante, su comida ahora jugaba un precioso papel en mi tablero de juego.

Por esa razón tenía que hacer algo rápido, tenía que encontrar una solución o mis plantes se arruinarían.

Mi frustración hizo que no me diera cuenta de aquella presencia que me observaba con una siniestra atención, cuando lo hice me sorprendí. Solo un poco por supuesto. Una horrible monstruosidad estaba detrás mí, sus tétricos ojos de color avellana me miraban con si yo fuera su presa, como si yo fuera un juguete. Su pelaje anaranjado lo hacia resaltar entre las tinieblas. Aquel monstruo estaba agazapado esperando el momento justo para atacar. Entonces lo supe al instante. Aquella cosa era una monstruosidad que no debía de existir.

—¿Maxhuel? —dijo David con confusión.

Dissonant Souls - [Almas Disonantes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora