David I

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—¿Maxhuel? —dijo David con confusión.

David miró expectante a Maxhuel, quien no dejaba de mirar con una atención enfermiza al libro de Mingins. Por su parte ella no había dicho nada sobre ese asunto.

El grito de la bestia lo sacó de sus pensamientos. David tenía miedo, su cuerpo temblaba, pero volvió a escuchar esa voz «Corre, corre y no te detengas» se levantó torpemente. El primer paso fue corto, sus piernas se negaban a obedecerlo, el segundo paso fue más fácil y el tercero salió con naturalidad.

Tomó el libro de Mingis y pasó por el costado de Maxhuel quien lo seguía con la mirada. David se detuvo frunciendo el ceño. No podía dejarlo. Regresó y tomó con su otra mano a Maxhuel y salió corriendo con toda la velocidad que podían proporcionarle sus temblorosas piernas.

—Qué demonios crees que estás haciendo maldito estúpido —gritó de la nada Mingis—. Suelta a esa horrible cosa.

«Ahora te dignas a hablar, no quiero escuchar tus estúpidas quejas» fue lo que pensó David.

—¿Qué dijiste? 

—Te dije que soltaras a esa horrible cosa.

David no lo entendía. Maxhuel era muy lindo, como podía dejarlo solo y que esa bestia se lo comiera. Saltó un pequeño desnivel. Luego recordó el contenido del segundo libro. Maxhuel no era un gato, se había comido a Daniel. No, no se lo había comido. Daniel al final de la historia seguía vivo, lo que quería decir que Maxhuel no era malo. Eso esperaba.

—No lo haré —dijo mientras evitaba una roca que casi lo hizo tropezar. —Miró por unos instantes a Maxhuel, quien le devolvió la mirada—. No te preocupes pequeño, no te dejare.

Mientras seguía corriendo, puedo percibir una luz que emergía de la niebla, era pequeña pero la reconoció, se trataba una lámpara de aceite.

—¿Cuál es tu plan? esa cosa te está siguiendo por el ruido de tus pasos.

—Correr.

—¿Es una puta broma verdad?

David estuvo a punto de responder, pero una gran roca cayó a su costado. El impacto hizo volar varias piedras pequeñas que golpearon su cuerpo provocando que volviera a caer al suelo.

Varias rocas, del tamaño de la mitad de un auto, empezaron a caer a su alrededor levantando una nube polvo. Aquella bestia había echo varios agujeros en el suelo con sus tentáculos, de las cuales sacaba las rocas que lanzaba de manera frenética. Una de ellas iba directo hacia David pero choco contra el escudo de sangre que formo Mingis. Varias rocas más empezaron a chocar contra el escudo que empezaba a agrietase. David podía sentir cada impacto y empezó a sumirse en una profunda desesperación.

Mingis lo llamaba, pero él no respondía. David miraba como la grieta del escudo se hacía cada vez más grande con cada impacto. Mingis volvió a llamarlo pero David seguía sin responder. El libro se abrió por la mitad, formo un brazo de sangre y le dio un buen golpe en la boca del estómago. David se arrodillo de dolor soltando sonidos de asfixia.

—Escúchame pedazo de mierda —la voz de Mingis sonaba cansada—. Tienes que salir de aquí, el polvo en combinación con la niebla y el ruido de las rocas permitirá que el perrito no se dé cuenta de tu presencia.

—¿Que?

—Necesito que lo distraigas, y si puedes hacerlo, que habrá la boca. Le daré de comer algo que lo dejara satisfecho.

David se limitó a asentir. El dolor que sentía en sus entrañas lo había alejado del miedo. No había nada más, no había ningún otro plan, si se podría llamar plan a lo que Mingis le había dicho. Pero si no hacía nada moriría.

Dissonant Souls - [Almas Disonantes]Where stories live. Discover now