Capítulo 4: destino (1)

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Narra Satoru Gojo

Sesenta son los segundos que conforman a un minuto y un minuto es lo que me debe bastar para hacer la diferencia entre vivir o morir. Al menos eso es lo que me tomaría eliminar una maldición de grado especial, aunque últimamente están apareciendo entidades bastante extrañas incluso para los hechiceros veteranos. Con el resurgir de Sukuna personificado otra vez en el mundo, el equilibrio natural de la energía maldita colapsó y son los flujos sin control de esta lo que está haciendo que aparezcan problemas de forma recurrente.

Mi presencia, por otra parte, no podría decir que es especialmente útil en estos momentos. Por el contrario, con el Rey de las Maldiciones en vida, muchas serán las maldiciones que busquen ayudarle para que la era de los hechiceros descienda ante las cenizas del caos y solo quede desesperación y dolor. Satoru Gojo es solo una pieza que debe ser eliminada para que la oscuridad recaiga sobre las vidas humanas.

Y, sin embargo, Satoru Gojo es también el desequilibrio del mundo. O quizá, otro hechicero hereje disfrazado de buen pastor. Sería sencillo, aun para mí, ser congruente con esas sentencias, pues tendría un camino bien establecido del sentido pleno de mi existencia. No obstante, mi realidad dista de lo sencillo; mis acciones siempre han pendido de un hilo muy fino compuesto de lo profundamente relativa que es la moral humana y la soltura que doy a mis instintos primarios.

Si de algo estoy seguro, es que la vida tiene un valor. A veces me es difuso, pero en otras circunstancias, brilla como una piedra preciosa. No es mi problema, sin embargo, que mis métodos para hacer las cosas parezcan desquiciados; lo que al final del día es relevante son los resultados.

Resultados de proteger y de vivir. Eso es, precisamente, lo que he intentado propagar todo este tiempo y aunque me cueste sesenta segundos o toda la vida demostrar el porqué "en el cielo y la tierra, solo yo soy honrado", me es coherente estar en medio de todos esos vestigios que me hacen rememorar que, en efecto, la vida tiene un valor.

Miro la hora en mi teléfono que yacía en una mesita de madera a un lado de la cama, 3:33 a.m. es lo que este señala. Ya me es casi una costumbre despertar en la madrugada sin poder conciliar una noche entera de sueño y eso puede tener muchos motivos, mas todos irrelevantes. Lo que sí no es irrelevante son las facturas que esta mierda me está trayendo, como el agotamiento interno durante el día o la migraña que aparece por las tardes. Sea como sea, tengo que ponerle fin a esto con ayuda de somníferos o quizá si...

Mi teléfono comienza a sonar. El nombre "Masamichi Yaga" aparece en la pantalla. El viejo no deja descansar ni siquiera en la jodida madrugada.

- Gojo al habla.

- Satoru, no te llamaría a esta hora si no fuera importante -comienza-. Pero se ha confirmado la presencia de tres nuevos "blancos" a las afueras de Tokio.

Suspiro.

- Así que quieres que vaya y haga el trabajo sucio, ¿verdad? -respondo de mala gana. Y sí, sé que eso es un poco infantil de mi parte.

- Es tu deber como hechicero de Jujutsu.

Ruedo mis ojos.

- De ti he escuchado mejores argumentos, Yaga.

No tengo que ser un genio para saber que está pensando en matarme de la manera más grotesca posible, aunque se debate cuándo sería un buen momento.

- Deberías tomarte esto con más seriedad, Satoru -su voz es áspera-. Si mal no recuerdo, el último blanco al que te enfrentaste te dio problemas.

Sonrío.

- Eso no te lo negaré, pero fue porque me entretuve más de la cuenta y le di la potestad para que ejecutara su estrategia.

- Sigues siendo el mismo mocoso de siempre, mocoso -resopla-. Como sea, te estaré enviando la información correspondiente del que quiero que investigues o mates si las cosas se complican.

- Bien -respondo con pereza-. Eso sí, no esperes que venga corriendo a decirte lo que encuentre. Tengo un compromiso hoy.

- Así que, al fin te decidiste a probar la vida en otros aspectos -comenta de la forma menos apática que le es posible-. Ya me enteraré después quién fue la afortunada.

- Serás idiota, viejo -digo con resignación.

Una risa de su parte es todo lo que escucho antes de colgar. Sí, definitivamente ya estás oxidado, viejo.

Me levanto y comienzo a preparar lo necesario para el viaje que realizaría dentro de unas horas con cierto pelirrosa.

🌸∞🌸🌸

Eran las 7:25 a.m. cuando me reuní con Yuji cerca de la entrada principal de la academia Jujutsu. Se estaba restregando sus ojos, parecía que no había pasado una buena noche. Cuando nota que estoy cerca suyo, voltea en mi dirección y sonríe. Las sonrisas de Yuji dan cien años de vida más, esa es otra de las cosas que estoy seguro en esta vida.

- Buenos días, sensei -me dice cuando estoy a su altura.

Quizá es su personalidad o tal vez sea su juventud, pero siempre que estoy con él siento que una dosis de calma se me es suministrada y eso... es peligroso. Soy de los que fácilmente se acostumbra a las cosas que le gustan y acostumbrarme a Itadori conlleva connotaciones riesgosas.

Debería darme vergüenza pensar de esa manera, sin embargo...

- Buenos días, Yuji -le respondo dándole una sonrisa.

Y nuestras miradas se topan, haciendo que las galaxias de todo el universo comiencen a danzar en éxtasis.

Y me gusta que sea así, pues es un tipo de infinito al que no estoy acostumbrado y que quiero descubrir con la cohesión que su presencia me permite disfrutar.

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Bueno, no quiero fomentar el bochinche, pero me dijeron que el otro método que a Gojo le gustaría probar para dormir toda la noche es que alguien duerma con él.

Y también me dijeron que Yuji no durmió bien porque no podía dejar de pensar en las miradas que se tiró con su profesor por la tarde.

En fin, yo solo digo lo que me dijeron.



Infinito || GoYuuWhere stories live. Discover now