Capítulo 6: destino (3)

289 46 2
                                    

Narra Satoru Gojo

- Te protegeré de las cosas que no puedas manejar solo, incluso cuando no me lo pidas -le digo, intentando calmarle.

Él corresponde mi abrazo con fuerza, sin importarle mostrar su vulnerabilidad. Verle asustado es una de las cosas que no puedo soportar, pues alguien de la magnitud de Yuji Itadori se merece cosas buenas en la vida; sin embargo, por alguna razón, él no cree tener el mérito de ninguna dicha que toque su alma. Quisiera saber por qué piensa de esa manera, por qué no puede aceptar que su presencia es importante para quienes le tienen aprecio y estima.

- Sensei, pe-perdón por hacerte esto -se separa un poco para mirarme a los ojos.

Suspiro.

- Yuji, no tienes nada por lo que disculparte. No le hiciste daño a nadie y pagaré lo que sea necesario para que los daños causados en la estación sean reparados.

Seguía llorando. Le limpié las lágrimas con ayuda de mi pulgar derecho.

- Pero...

- Sin peros, Yuji -le digo sonriendo, pues su mirada de sorpresa se me hizo tierna.

Espera, ¿tierna?

Carajo, qué más da; Yuji es tierno y no lo negaré.

- Dime, Itadori, ¿te gustaría volver o quieres que vayamos con la vidente?

Su expresión se torna pensativa.

- Me gustaría ir con la vidente, pero no quisiera causarte más problemas -contesta.

- No lo harás, Yuji -menciono para que le quede claro-. Y nunca lo has hecho, así que vámonos antes de que se haga tarde.

Asiente.

Definitivamente sigue siendo un niño muy obediente; aunque ahora era uno al que quería proteger porque no le quería ver sufrir. Solo entonces, nos soltamos del abrazo.

Me pongo de pie y le tiendo la mano para ayudarle, mas como suele ser en algunas ocasiones, adopta una actitud obstinada y se pone de pie solo.

- Tengo que ser fuerte, sensei -aclara mientras su ser desprende un aura de determinación-. Tengo que serlo para no hostigarte con mis asuntos.

Vuelve a mostrar otra de esas sonrisas sinceras y logra cautivar mi atención, pues él es alguien que, a pesar de estar en la adversidad, logra superarse y hacerse más fuerte.

- Lo entiendo y respeto, sin embargo, recuerda que puedes confiar en mí.

Asiente.

Lo próximo que sucede es que nos hacemos cargo de asegurarle a las personas que todo estaba en orden; Yuji se encargó de explicar lo ocurrido, pero sin dar información que lo pudiera poner en peligro. Yo, por mi parte, me aseguré de dejar dinero para que los gastos por los daños ocasionados fueran solventados.

Cuarenta y cinco minutos después, Yuji y yo íbamos en el vagón de un tren rumbo a las afueras de Tokio. Agradecía que el transporte no fuera a tope, pues no me viene bien los espacios reducidos con muchas personas. No obstante, debo admitir que Yuji hacía la diferencia en todo; conversábamos amenamente sobre cualquier tema que se nos viniera a la mente. Así es como logré saber que su estación favorita es el verano y que los días de lluvia no le traen buenos recuerdos. Quería saber más al respecto, quería conocer más a profundidad a Yuji, pero sabía que tenía un límite del que no podía pasarme.

Y solo por un instante, el deseo de querer cortar con esos abismos circunstanciales surgió en mi pecho, pues qué de malo había en querer conocer a alguien que poco a poco se ha vuelto especial. Y sabía que no debía pensar de esa manera, sabía que estaba jugando con fuego, no obstante, el destino no siempre funciona como nos gustaría.

Y sí, Yuji ahora hacía parte de mi destino y quería saber qué tanto estaba yo involucrado en el de él. Empero, eso será una de las cosas que tal vez nunca te diga, Yuji.

- Nunca pensé que tu color favorito sería el rosa, sensei -menciona impresionado.

Sonreí con sinceridad.

- Te sorprenderías de saber otras cosas, Itadori.

Me mira con detenimiento, pero veo un brillo bastante llamativo en esos ojos capaces de conquistar a cualquiera que él se propusiera.

- Por cierto, Yuji, antes de ir con la vidente, debemos hacer una parada rápida para investigar a un blanco.

- ¿Un blanco? -pregunta curioso.

Asiento.

- Un blanco o inmaculado es un tipo de maldición perfecta -le explico-. Pero el atributo "perfecto" no hace referencia a que la entidad ha alcanzado su máximo poder, sino que se refiere a que tiene conciencia absoluta.

- Eso no es tan diferente a las maldiciones que ya hemos enfrentado. Todas podían razonar y conversar.

- Pero la conciencia especifica más que el razonar, ya que incluye el hecho de tener un sentido de pertenencia y voluntad por encima del odio primario que les caracteriza. Además, este tipo de maldiciones pueden adoptar forma humana a voluntad y reducir su energía maldita al mínimo, de tal modo que es difícil diferenciarles de una persona común.

- Ya veo... -frunce el ceño-. Entonces, ese sí es un problema bastante serio. ¿De dónde surgen estas maldiciones?

- Del canibalismo, Yuji. Cuando el apetito de una maldición es inmenso, comienza a comerse a los de su misma especie y a medida que lo hace, también incrementa la potencia de su energía maldita y las habilidades que posea.

Su expresión cambia a una pensativa.

- Entonces, ¿cómo es posible diferenciarles de una persona?

- Esa es una pregunta muy interesante -exclamo mientras suspiro-. Simplemente no se puede.

La expresión de preocupación que nació en el rostro de Itadori no tiene precio. Sí, en efecto creo que es un chico muy expresivo y eso le hace especial.

- No se puede a menos que tengas esto -saco del bolsillo derecho de mi pantalón un frasco bastante curioso que contiene un líquido tan negro como la noche-. Esto es lo que comúnmente se le llama "maldición de bruja", una poderosa sustancia capaz de reemplazar una maldición por otra más poderosa. En el caso de los blancos, simplemente permite que su verdadera esencia sea revelada.

No puedo evitar reírme cuando sus ojitos comenzaron a brillar por el descubrimiento que acaba de hacer.

- Pero solo iremos a ver, Yuji, no te tienes que preocupar más de la cuenta.

- No lo hago -declara-. Después de todo, estoy contigo.

Eres un chico muy coqueto, Yuji.

Después de eso, las cosas se tornaron más silenciosas entre nosotros. Le veía abrir y cerrar sus ojos constantemente, como queriendo evitar caer en un sueño profundo. Es probable que el incidente con Sukuna lo haya dejado débil, por lo que es normal que sienta sueño; por ese motivo, me acerco un poco más a él y lo recuesto a mi hombro, acción a la que él no pone resistencia.

Con los minutos, veo que su respiración se hace más lenta y sé que se ha dormido. Me quedo un rato observando atentamente cómo sus facciones se han relajado, la forma puntiaguda de sus mechones rosas, la cicatriz de su rostro, sus labios y sus manos, que descansan sobre su regazo. Todo de él me parece cósmico y a la vez, prohibido.

Sí, el destino no siempre resulta como se espera, pero eso no indica que uno no pueda intervenir para redefinir las causas que generen los efectos que se desean... Y por Yuji estoy dispuesto a redefinir esas causas si él también está dispuesto a aceptar las consecuencias de nuestros actos.

Aunque esto quizá es otra de las cosas que no te deba decir, Itadori. Eres joven y tienes toda una vida que vivir todavía, y no quiero ser la piedra que estanque tu camino. Por eso, el admirarte desde la lejanía puede que se vuelva una de mis actividades favoritas.

Aun cuando quiera estar cerca tuyo o cuando me gustaría mirarte de una forma menos inocente.



Infinito || GoYuuWhere stories live. Discover now