Epílogo

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Narra Satoru Gojo

El tiempo había pasado volando, los segundos se volvieron minutos, los minutos en horas y las horas en fragmentos que la memoria conservaba muy bien. Un año pasó desde que me había comprometido con Yuji y en verano, cuando las sombras tenebrosas del alma se extinguen ante el cálido resplandecer de los días, nos casamos. No fue nada del otro mundo, ambos queríamos algo sencillo para no llamar tanto la atención.

Por supuesto que se nos complicaron las cosas cuando más personas de las que debían se enteraron de nuestro compromiso y Yuji estuvo a punto de ser transferido a encierro intermitente hasta que se decidiera qué hacer con él, porque claro, ahora poseía otra maldición en su cuerpo. Sin embargo, para eso me tenía a mí, que moví los hilos a su favor.

Yaga no estaba convencido de dejar que Yuji siguiera dando clases conmigo por alegar qué tendría preferencia sobre él y sí, tenía razón, pero Itadori mismo demostró que en cuanto a lo académico se refería, lo haría todo por su cuenta. Estuvo practicando con otros hechiceros poderosos como Kento Nanami y Mei Mei. A mí casi ni me veía y ni siquiera podía hablar con él como quería, pues en las noches llegaba molido y sé esforzaba muchísimo por preguntarme cómo habían sido mis días o escucharme decir tonterías; a la final, lo recostaba a mí para que se durmiera a mi lado mientras rascaba su cabeza. Siempre terminaba buscándome entre sueños y no quedaba tranquilo hasta que lo envolviera en mis brazos.

Seguía siendo un niño sinvergüenza. Sin embargo, uno del que cada día estaba más enamorado.

Tres meses después, se reconoció el esfuerzo que Itadori había hecho y que no tenía intención alguna de utilizar nuestra relación a su favor, por lo que se le permitió que diera más clases conmigo. No obstante, su actitud seguía siendo muy profesional; tanto así que casi no intercambiaba palabras conmigo y los demás me preguntaban si teníamos "problemas de pareja".

Una mierda, sin embargo.

Por primera vez en la vida experimenté ataques de celos cuando Yuji iba tomando más renombre y hechiceros de otras instituciones lo trataban con demasiada confianza, tocándolo y susurrándole cosas al oído. Gatas rompe hogares eran esos infelices, mas Yuji siempre les decía:

- Lo siento, estoy comprometido y amo mucho a mi prometido.

Y venía hacia mí para tomarme de la mano, con lo que terminaban por desistir. Por eso y por otras tantas cosas es que ese hombre seguía conquistándome cada día, donde entre besos, abrazos, silencios y rabietas cuando las cosas se complicaban, seguíamos uniendo nuestras almas a niveles que ni siquiera yo, que percibo el mundo de una manera muy distinta al resto, lograba comprender.

Aunque tampoco era necesario hacerlo, pues queríamos dejar que las cosas fluyeran de la manera en que tenían que hacerlo.

Ahora, que estamos en nuestra "luna de miel", decidimos venir al mar. Yuji me comentó que yo le recordaba al mar y por eso compuso el poema que más tarde me entregó; por mi parte, no soy muy dado a ese tipo de arte, pero si era sincero, sabía que Itadori me recordaba a la calma del viento marino y a los rayos caleidoscópicos que se juntan en la superficie de las aguas cristalinas, dándole una belleza única. Desde luego que se lo dije y por eso también estuvo de acuerdo en venir a la playa, donde ahora estamos tomando un verdadero tiempo para nosotros.

Suspiro y me acomodo los lentes de sol que tengo puesto. La marea está en su punto máximo y las olas danzan en un ir y venir envolvente. El cielo está despejado y la brisa sopla constantemente, refrescando el intenso sol que hace en esta época. Recostado en la hamaca entre palmeras que estoy, tengo una vista perfecta a la playa... y a Yuji, que anda más veraniego que nunca. Le encanta el mar y solo lleva puesto un pantalón corto de color rojo, mostrando todo lo que suele llevar oculto bajo su uniforme; su piel estaba tomando ligeramente color y de vez en cuando se subía sugerentemente su pantalón con la excusa de que se limpiaba la arena.

Infinito || GoYuuWhere stories live. Discover now