Enero, 1949

Clément Mathieu

Había tocado fondo, y de cierta manera era irónico que el nombre del sitio dónde el fracaso me había llevado describiera perfectamente mi situación.

"Fondo del Estanque"

Me acerqué a la verja preparado para entrar con la maleta llena de sueños rotos.

Al aproximarme pude observar cómo un niño de no más de siete u ocho años observaba con ojos de anhelo de libertad el mundo al otro lado de la verja.

-¿Qué haces aquí niño?- Pregunté.

-Espero al sábado- Mis padres vendrán a recogerme el sábado- Aclaró.

-Deberías entrar, aquí te puedes resfriar- Respondí.

-Esperaré- Zanjó él.

Sin darle mucha más importancia pero con un extraño sentimiento de tristeza que me encogía el corazón entré al que podría llamar mi nuevo "hogar".

En la entrada me recibió un hombre que pronto se presentó como Maxence. Me estuvo haciendo una guia rápida hasta que llegamos a la enfermería y apareció el que unos segundos después se me presentó como el director. Definitivamente mi primera impresión sobre él no fue buena. Con las pocas palabras que habíamos intercambiado podía adivinar que era una persona muy soberbia y déspota.

Pero todos mis pensamientos se vieron interrumpidos al sonido de un fuerte grito. Rápidamente busqué de donde se dirigía y unos segundos después pude ver que se trataba del viejo Maxence, al que el ojo le sangraba. Le sangraba de tal manera que parecía una boca que repetidamente vomitaba sangre. Sin entretenerme demasiado hablé con el director porque lo que estaba claro es que aquel pobre viejo necesitaba un médico.

Pero para mi sorpresa, me topé con el ser más indiferente e insensible.

-El médico es demasiado caro, no nos lo podemos permitir, lo que hay que hacer es encontrar al culpable, ¡toque la campana!- Ordenó

Pese a mis quejas, el señor Rachin no cedía, por lo que pensé que la mejor idea era hacerle caso para que se pudiera atender lo más rápido posible al dolorido Maxence.

Inmediatamente una horda de adolescentes bajaba por las escaleras en las que me encontraba, dirigiéndose hacia el patio. Caminé tras ello para terminar en el patio también.

Una vez allí el señor Rachin ordenó silencio.

-¡Silencio niños! y... niñas- Pude notar como el señor Rachin suspiraba al encontrarse con la mirada furiosa de cierta niña castaña enfadada por no haberla incluido en aquella oración.

Ciertamente era una situación graciosa ver como una niña se enfadaba por no ser incluida en una frase aunque ésta hubiera sido en forma de regaño. No pude evitar pensar que hacía una niña en un internado masculino, pero de nuevo, la voz de Rachin interrumpió mis pensamientos. Qué hombre tan molesto.

-A algún graciosillo se le ha ocurrido la maravillosa idea de colocarle una trampa en la enfermería al señor Maxence. Como el culpable no aparezca en menos de 3 segundos todos pasaréis por el calabozo por turnos de 3 horas- Impuso.

1...

2...

3...

Pero absolutamente nadie se alzó.

-Bien pues si esto es lo que queréis- Habló enfadado el director- Señor Mathieu acérquese y tome el libro, elija un nombre de ellos al azar.

Extrañado me acerqué tomando el pesado libro, al hacerlo dí un traspié, lo que causó una risa escandalosa a todos los chicos.

-¡Cabeza huevo!- Oí gritar

-¡Silencio!- Repitió el señor Rachin. Qué hombre tan repetitivo.

Genial, ya tenía un apodo.

Sin hacerle mucho caso busqué en el libro un nombre.

-Boniface.

Un niño bajito y con gafas salió de entre los niños y el señor Chabert, que resultaba ser un vigilante al igual que yo, lo tomó de una oreja.

-¡Pero yo no he hecho nada!- Se quejaba

-¡Cállese si encima no quiere terminar en el calabozo de una patada en el culo!- Le chilló llevándose al niño de allí.

Tras eso todos los niños volvieron a dondequiera que estuvieran antes no son antes ser regañados un par de veces más por el director.

          

               .              .              .

Clément Mathieu

Mientras la limpiadora me entregaba sábanas limpias el señor Chabert me hablaba.

-Seguimos el criterio de acción-reacción- Habló- Y que sepa que el que puso la trampa es Le Querrec.

-¿Cómo lo sabe?- Pregunté

-Oí a Lilou en los pasillos contándoselo a Morhange- Respondió- Y hablando de los angelitos- Continuó- No se fíe de sus aspectos y personalidades, porque aunque aparenten ser pacíficos, son el mismísimo diablo y son incluso peores cuando se juntan.

-¿Es legal?- Pregunté, pero al darme cuenta que no entendía la pregunta continúe- ¿Es legal que haya una chica en un internado masculino?- Concluí.

-Todo es legal en Fondo del Estanque si lleva una firma de por medio- Dijo encendiendo un cigarro que portaba en la oreja.

-Y recuerde señor Mathieu, acción-reacción, es lo único que esos salvajes entienden- Dijo- Y no olvide esos nombres. Lilou y Morhange.

Y al ver como Chabert se alejaba, al quedarme solo, me pude dar cuenta de lo aterrorizado que estaba.

𝓛𝓪 𝓝𝓾𝓲𝓽  (ᴘɪᴇʀʀᴇ ᴍᴏʀʜᴀɴɢᴇ)Where stories live. Discover now