Finales de Enero, 1949

Lilou Dupont

Esa misma noche, los chicos y ella entraron a la habitación de Mathieu para robarle la misteriosa cartera marrón que siempre llevaba encima.

-¿Crees que vaya a tener fotos de tías desnudas?- Preguntó uno de ellos.

-Dejad las hormonas revolucionadas para otro momento y coged la cartera antes de que nos pillen- Dijo la castaña.

Rápidamente salieron de la habitación del vigilante para dirigirse a los baños cercanos a la zona del recreo, para poder ver el contenido de la cartera con más tranquilidad.

-¿Qué es esto?- Preguntó Corbin.

-Música, cateto- Respondió Lilou- Son partituras, se utilizan para tocar instrumentos o simplemente hacer una melodía.

-Joder, vaya mierda, y yo que quería ver a tías desnudas- Siguió él.

La castaña iba a responderle pero no pudo al ver cómo Mathieu entraba con un paso rápido a los baños. Sin pensarlo mucho escondieron las partituras detrás suya, lo cuál era ciertamente ridículo ya que se seguían viendo.

Él las recogió rápidamente mientras murmuraba un par de cosas a las que no les prestó mucha atención.

Chabert entró al baño por lo que los chicos salieron corriendo de allí y Lilou detrás de ellos.

Oyó como Chabert le decía algo, pero sinceramente estaba más preocupada en que no les cayera una buena regañina que en lo que Chabert le estaba diciendo a Mathieu.

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Lilou Dupont

Después de lo de las partituras se dirigieron a cenar mientras charlaban animadamente. No pudo evitar darse cuenta de que Morhange no había movido la vista de su rostro en toda la cena. Y darse cuenta de eso hizo que su estómago se revolviera completamente. Otra vez. ¿Qué era todo esto? ¿Podía ser que realmente le gustara Morhange?

Había leído algunas veces libro de romance, y así era exactamente como se describía el amor y el darte cuenta que realmente amas a alguien.

Pero eso no podía ser, Morhange y ella eran simplemente amigos ¿no?

Pero, la chica, no podía simplemente dejar pasar como se sentía, y no porque no quisiese, porque lo último que quería era sentir tanto por alguien, estaba aterrada. Pero no podía parar de pensar en él, porque cada vez que sonreía, intentaba memorizarlo para guardarlo en un hueco de su mente y recurrir a ese recuerdo cada vez que lo necesitara. Porque cada vez que las yemas de sus dedos le tocaban se sentía como un cosquilleo en el estómago que amenazaba a sus piernas con dar unos pasos adelante para unir sus corazones. Junto a él, sentía que no estaba mal mostrar lo más vulnerable de su ser y con sólo ver el brillo de sus ojos, podía sentir como una niña pequeña se apoderaba completamente de ella, devolviéndola a esos momentos que por muy dura que la vida se estuviera poniendo para ella, enfrentaba todo con valentía y una sonrisa enorme en la cara.

Sólo él era capaz de esto.

Ya había sido muy infeliz durante toda su vida, ¿y si esta era su oportunidad para ser feliz y la estaba desaprovechando?

Ese pensamiento no hizo más que aterrarle.

Y esa fue una de las noches más importantes para ella.

Cuando finalmente, después de todo, se permitió volver a querer a alguien. Y después de mucho tiempo, estaba volviendo a ver una luz al final del túnel que chillaba esperanza.

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Pierre Morhange

Llevaba toda la maldita cena mirándola, pero es que para él era una tortura enorme alejar su vista de ese rostro que inesperadamente en cuestión de unas semanas se había vuelto perfecto para él.

Al principio no entendía que sucedía, nunca había visto a Lilou de la forma en la que ahora lo estaba haciendo. Siempre la había querido mucho, eso es verdad, pero era otra forma diferente de amor. Era como su alma gemela, pero no de una forma romántica.

Pero desde hacía unas semanas ya que el último pensamiento que rondaba su mente antes de cerrar los ojos para finalmente dormirse, era Lilou. La forma en la que las puntas onduladas de sus pelo castaño caían sobre sus hombros, y las ligeras pecas esparcidas por el centro de su rostro como si de un cielo estrellado se tratase. Quería contar cada una de sus pecas, quería conocer todo de ella, quería que confiara en él tanto como él confiaba en ella y quería que sintiera lo mismo que estaba sintiendo él. Porque de lo único que tenía ganas era de estar con ella todo el día, y que Lilou empezara a delirar y a contarle sus movidas, para simplemente escuchar su risa mientras se atropellaba con sus propias palabras de la emoción que le provocaba hablar de lo que le gusta o le importa. Esa risa. No hay cosa que sea más agradable y cálida para él como la risa de la castaña. Si el chico tuviera que elegir un sonido para escuchar el resto de su vida, ni siquiera tendría que pensarlo. Sería su risa una y mil veces.

No podía seguir negándose más veces todo lo que aquella chica estaba causando últimamente en él, principalmente porque estaba llegando a ser incluso doloroso para él no poder expresarle lo que realmente sentía y pensaba sobre ella. Quería chillarle todas las palabras que se quedaban enredadas en su lengua esperando ansiosamente a salir. No podía seguir así. No podía. Le dolía demasiado mantener cierta distancia por miedo a sentir. Tal vez ella ni siquiera estaba interesada.

Pero había llegado a una conclusión después de muchas semanas de comerse la cabeza intentando buscar las palabras adecuadas para expresar todo lo que tenía por expresar.

Dejaría todo fluir. Si de verdad algo tenía que pasar, eventualmente pasaría. Porque no le importaba esperar una semana, un mes o un año, si al final la recompensa a su espera y dedicación iba a ser ella.

𝓛𝓪 𝓝𝓾𝓲𝓽  (ᴘɪᴇʀʀᴇ ᴍᴏʀʜᴀɴɢᴇ)Where stories live. Discover now