15 de Febrero, 1949

Pierre Morhange

Se suponía que hoy llegaba el nuevo alumno de Fondo del Estanque. El rubio había conseguido enterarse al pasar detrás de Chabert y Rachin. Ambos parecían demasiado envueltos en su propia conversación como para darse cuenta de que otros oídos estaban escuchando.

Le gustaba mucho enterarse de todo lo que sucedía a su alrededor, no porque fuera un cotilla, cómo Lilou le solía decir, sino porque esperaba que alguna de esas veces, los profesores estuvieran hablando de que la madre del chico iba a recogerlo finalmente.
Añoraba mucho a su madre, pero era consciente de que su situación económica no era la mejor así que ella tomó la decisión de que lo mejor sería que el chico viviera durante un tiempo en aquel internado. Así al menos podría comer y cenar.

La campana sonó, así indicando que era hora de comenzar las clases, por lo que se levantó de su asiento del comedor, saliendo de su ensimismamiento, para llegar hacia su aula.

Al entrar a clase pudo ver que Lilou estaba sentada al lado de su asiento esperándolo. Él no se hizo mucho de rogar y se acercó rápidamente para saludarla.

-¿Has dormido algo? Tienes cara de muerta- Dijo él con cierta jocosidad. Pero él sabía que era mentira. Ciertamente, la chica, hoy lucía más guapa que nunca.

-Pierre, cállate antes de que te meta tal paliza que haga termines con la boca pegada al suelo- Respondió ella mirándolo desde abajo.

-Tranquila mujer, si sabes que te lo digo con todo el cariño del mundo- Dijo él levantado la barbilla de Lilou para que lo mirara directamente. Quería ver cómo la chica se sonrojaba ante sus palabras, era consciente de la reacción que provocaba en ella. Y como si de un adivino se tratase, así sucedió.

Las mejillas de Lilou comenzaron a tomar un tono rosa, ante esto Pierre pudo sentir como la chica intentaba zafarse de su agarre para esconder su notable sonrojo, pero éste simplemente se lo impidió.

-Sabes que es broma, estás preciosa- Dijo Pierre concluyendo la conversación que ambos estaban teniendo para posteriormente sentarse en su sitio, al lado de Lilou.


. . .


Lilou Dupont

Al salir de clases me encontré con Chabert.

Me había mandando a colgar unas sábanas limpias para que se secaran.

Abrí la puerta de aquel espacio con una mano, ya que en la otra llevaba un canasto con la ropa de cama.

Al entrar, cerré la puerta para seguidamente dar pasos lentos hacia los alambres que colgaban de lado a lado de las paredes, que utilizábamos como tendedero.

Dejé el canasto de sábanas en mis pies y comencé a tararear una canción que alguna vez mis padres me cantaron.

Aunque cada vez que Chabert me pedía tender las sábanas me quejaba, en el interior sabía que era algo que disfrutaba. Era para mí un momento perfecto de desconexión y reflexión. Me encantaba pasar mis dedos por las sábanas con un blanco algo desgastado, en las que se reflejaba el sol que entraba por una de las ventanas que adornaba la pared frontal del cuarto.

Ensimismada en mis pensamientos y en el tarareo incesable de mi boca, no me percaté del sonido que hizo la puerta al abrirse y volver a cerrarse de nuevo.

Al terminar de tender la última sábana que quedaba en el canasto un grito me hizo darme la vuelta de un salto para ver de donde procedía.

-¡Buh!- Dijo un chico pelirrojo con marcas de acné alrededor de su cara, mientras que con sus manos apartaba la sábana de su cara para acercarse a mí.

-¿Quién eres?- Pregunté extrañada, nunca lo había visto por el internado, pero rápidamente recordé las palabras de Morhange anoche. Debía de ser el nuevo.

-¿Te he asustado princesa?- Dijo evadiendo la pregunta y acercándose a pasos lentos hacia mi. Definitivamente esto no pintaba bien.
Por instinto caminé lentamente hacia atrás hasta chocar con la pared, dejándome sin ningún lugar al que huir.

De su bolsillo sacó un cigarro y lo encendió con un mechero negro.

-¿Quieres?- Me preguntó acercándolo a mí cara.

Yo no respondí. Lo único que quería era irme de allí en cuanto antes.

-¿Me puedes dejar pasar? Debo irme- Pregunté con un tono severo intentado irme de ahí. Pero ese plan se desmoronó cuando el chico puso sus palmas de las manos contra la pared, a la altura de mis codos, lo que no me permitía poder moverme. Entré en pánico -Porfavor- Dije casi rogando. Tenía mucho miedo.
Tantos años vagando de internado a internado me habían hecho entender que había que tener cuidado con los hombres.

Una compañera de habitación que tuve en uno de esos internados había sido violada por dos hombres y días después se la encontraron muerta en la zona de las duchas. Se había suicidado. Ese suceso causó mucho impacto y el internado terminó cerrando sus puertas, obligándonos a todas las internas a cambiar de hospedaje. Habían terminado con una niña con un montón de años y sueños que realizar por delante. Habían reducido el futuro de aquella chica a unos simples minutos de placer.

Con toda mi fuerza intenté quitármelo de encima, pero era imposible, ese chico tenía demasiada fuerza.

Al ver que no paraba de moverme, el pelirrojo se acercó todavía más a mí y tomó mi mentón para estampar mi cabeza contra la pared. Ahora sí que estaba inmovilizada. Estaba jodida.

El pánico y el miedo se apoderaron de mi, así no permitiéndome moverme ni siquiera. El chico aprovechó esto y empezó a bajar las tirantas de la camiseta que llevaba, dejando expuesto mi sujetador negro. Las lágrimas empezaron a nublar mi vista y a rodar por mis mejillas.

-Te va a gustar- Dijo comenzando a besarme el pecho.

Intenté a chillar, pero el nudo de garganta impedía que las palabras salieran.

Poco a poco fue bajando sus manos hacia mi intimidad. A este punto ya había aceptado mi destino. Dejé de luchar. Lo único que podía hacer era llorar. Cerré los ojos e intenté mentalizarme de lo que se venía.

Pero no pasó nada.

Un estruendo sonó haciéndome abrir los ojos de golpe. Al ver que estaba libre me dirijí rápidamente a la esquina de la habitación sentándome en ella, posteriormente escondí mi cabeza bajo mis brazos. Pero los sonidos no cesaban. Mi vista finalmente encontró de donde habían venido los sonidos.
Morhange estaba encima del pelirrojo golpeándole la cara.

El pelirrojo intentaba zafarse del agarre de Morhange, pero le era imposible. Nunca había visto a Pierre así.

Chabert entró seguidamente observando la situación, llevándose de allí al pelirrojo a rastras mientras dejó que Morhange se quedará conmigo.

Yo seguía llorando, sentada en la esquina y con la camiseta todavía enrollada en mi cintura, dejando expuesto mi sujetador y las marcas que el pelirrojo había dejado por mis pechos.

Morhange rápidamente se acercó a mi, agachándose para estar a mi altura. Delicadamente, comenzó a subirme las tirantas de la camiseta volviendo a esconder mi sujetador tras ella.

Yo no podía dejar de llorar. Me lancé a sus brazos y el me rodeó por la cintura para pegarme a él, al igual que el pelirrojo había hecho unos momentos antes. Pero al contrario, su presencia no resultaba peligrosa ni terrorífica, sino que por unos segundo me hizo olvidar todo lo sucedido y dejar que me fundiera en sus brazos.
Sus manos pasaron por mi cabeza, acariciándola lentamente.

-Ya está, tranquila, estoy contigo- Dijo el rubio en susurro.

Yo ante esto lo único que pude hacer fue abrazarlo con más fuerza y sollozar como nunca antes lo había hecho. Había experimentado lo que era el verdadero terror. Había experimentado lo que era sentirse pequeñita. Lo que era sentirse abatida.

-Salgamos de aquí, Lilou- Dijo el rubio tomando mi mano guiándome hasta la salida.

Me llevó hasta mi cama y me tumbé en ella.
El se sentó al borde de ésta y comenzó a acariciar mis mejillas. Sus dedos se sentían como plumas sobre mi piel.
Sus caricias hicieron que poco a poco cayera rendida. Sólo quería que este día acabase de una vez por todas.




𝓛𝓪 𝓝𝓾𝓲𝓽  (ᴘɪᴇʀʀᴇ ᴍᴏʀʜᴀɴɢᴇ)Where stories live. Discover now