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Un pequeño resumen de todos los regalos que me había dejado el choque: leve contusión en la cabeza acompañado de amnesia, un corte sobre la ceja derecha que dejaría una pequeña cicatriz, costilla fracturada que ya estaba recuperándose, moretones a lo largo de las piernas y en la cara; estos últimos los vi cuando pude ir por mi cuenta hasta el baño. Todo este tiempo me había cuidado la enfermera amable, la había apodado así porque ya no recordaba su nombre, siempre fui mala para los nombres. Me dio muchísima vergüenza saber que ella me había bañado mientras estuve en coma.

Cuando me vi al espejo noté los moretones que rodeaban mis ojos, les daba un par de semanas más para que desaparecieran por completo. Ya había pasado un día entero despierta y esa misma noche me daban el alta, planeaba volver a la escuela mañana temprano, ya me sentía mejor, pero como suponía, mamá dio un rotundo no.

Se sentía extraño que te llevaran en silla de ruedas hasta la entrada del hospital, no era vergonzoso, era extrañamente genial. Los demás pacientes me regalaban saludos de despedida agitando sus brazos conectados a bolsas de suero, no conocía a nadie, al parecer era famosa entre los ancianos. Antes de que mamá llegara a la entrada ya me había levantado de la silla, ella me reprochó en voz baja, casi sin importancia, parecía que tenía miedo de retarme.

Subimos a su auto y condujo a casa por la ruta oscura, íbamos muy despacio, ella siempre conducía así. Tendría que haber heredado eso de ella, yo parecía un personaje de Rápidos y Furiosos al volante. Pensé en el trato que habíamos pactado entre las dos, podía volver a clases el próximo lunes y con suerte ponerme al día, solo esperaba que nadie hiciera preguntas. No por tener que contar la misma historia una y otra vez, sino porque no sabía que mierda había pasado.

Cuando llegamos a casa la camioneta no se veía por ningún lado, no sabía si eso me preocupaba o me aliviaba, entré primero y encendí las luces, un grito me asustó tanto que retrocedí un paso. 

Si no fuera por su voz, no la habría reconocido. Llevaba el pelo por los hombros.

—¡Bienvenida a casa, Cat!

—¿Qué mierda?

Melody sostenía un pastel peligrosamente con una mano y en la otra un manojo de globos color rosa y blanco, mirando un poco alrededor noté que la decoración de toda la casa llevaba tonos rosas, blanco y dorado, un peso en mis piernas casi me voltea, ahí estaba Sunny, pero ya no era el pequeño cachorro que había adoptado, quise morirme cuando me percaté lo mucho que había crecido y no estuve en todo ese tiempo. Mamá recibió el pastel y la rubia se abalanzó a abrazarme.

—Estoy muy feliz de que estés aquí —susurró en oído.

—No se iban a deshacer tan fácil de mí —dije cuando nos separamos, toqué su ahora corto cabello—. ¿Qué pasó?

—Hice una promesa. Si despertabas del coma me lo cortaría.

—¿Estás demente?

—¡Funcionó! —dijo inocentemente con los ojos cristalizados—. Además, todos dicen que me queda mucho mejor así.

Le di la razón sintiéndome tan culpable de que hubiera hecho eso por mí, pero no servía de nada pelear.

Mamá encargó comida para cenar, parecía que hacía mucho tiempo no cocinaba nada, pude notarlo por el polvo que se había acumulado en la mesada. Me pregunté si siquiera había pisado la casa durante esos tres meses que estuve en el hospital. La cena transcurrió normal, un poco más divertida de lo que esperaba, mamá me contó que el abuelo había ido a visitarme, me había traído regalos y me contaba las mismas historias de cuando era pequeña, también la familia Walter me había visitado, junto con otra gente del pueblo.

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⏰ Last updated: Jan 30 ⏰

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¿Sólo Amigos? | Cole Walter |Where stories live. Discover now