8. Miradas.

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Max tuvo que limitarse a asentir, a pesar de querer saber de lo que hablaba Fernando, no podía más que formar teorías en su cabeza, las cuales no lo hacían llegar a ninguna conclusión.
Así que no le quedó más remedio que resignarse por el momento y mirar hacia Sergio, el cual ya lucía con las mejillas bastante sonrojadas, producto del alcohol.

El primero en tomar asiento fue Carlos, en un intento de ayudar a Sergio  quien evitaba la cercanía con Max, se sentó en el espacio entre Max y Fernando, mandando asi a Sergio hasta la esquina junto a Fernando, pero no se daba cuenta que en esa posición ambos Red Bulls quedaban frente a frente, y eso obligaría a Sergio a mantener contacto visual en todo momento con Max.

Para ese momento, los tragos y los consejos de Carlos ya habían relajado bastante a Checo, por lo que decidió pasar la velada tan agradable como se pudiera, después de todo se trataba de una celebración y eso incluía dejar de lado por el  momento su "enojo" hacía Max.

Las horas transcurrían entre tragos y risas tras contarse de varios sucesos divertidos en carreras pasadas y momentos chuscos de los cuatro con otros compañeros de la parrilla.

También hubieron momentos esporádicos en dónde Sergio chocaba miradas con Max, en los cuales se analizaban mutuamente.

Max se perdía en las expresiones que  Sergio  hacía al reírse, en especial en la forma en que sus ojos se achicaban y como su nariz se arrugaba acentuando aún más esas adorables pequitas que a su parecer eran hermosas estrellas en un cielo nocturno.

Por su parte Sergio tenía que admitir que adoraba ver sonreír a Max, porque era el único momento en que podía ver cómo sus ojos azules se volvían de un color más brillante e intenso. Los cuales lo dejaban sin respirar por varios segundos.

La noche de copas tuvo que llegar a su fin y los cuatro compañeros  se vieron caminando hacia la salida, en busca de su transporte, el cual compartirían de nuevo pues todos estaban hospedados en el mismo sitio.

Cuando arribaron al hotel, iban más dormidos que despiertos, tanto así que el chófer tuvo que despertarlos para hacerlos descender de la limusina, e incluso fueron auxiliados por un par de trabajadores del hotel.

Se despidieron cada uno, a las puertas de los ascensores, y como los primeros en desaparecer fueron Carlos y Fernando, Max aprovechó a pedirle nuevamente a Sergio hablar.

—Mañana, Emi, prometo que mañana hablamos. Descansa está noche.
Siempre que se despedían, Sergio tenía la manía de darle palmaditas en la mejilla y está vez no era la excepción. Ambos sonrieron y se  fueron cada uno en busca de su habitación. Ese "mañana" lo hizo sentir más tranquilo y esperanzado.

Detrás de la puerta Where stories live. Discover now