diez

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— Hogar, dulce hogar — Entraron todos juntos y Ramiro fue el que habló.

— ¿Qué tú hogar? Es mi casa, pelotudo. Esto es una señal de que son una plaga — Lo empujo en joda mientras que se adentraban a la cocina.

— Quiero comer algo — Nico le pidió al dueño de la casa.

— Y hacete, siempre me pedís cosas que no tengo. Cociná vos, nene — Estaba armando el mate. Antes de que se pudiera quejar de vuelta sobre sus pocas habilidades culinarias, lo interrumpieron.

— ¿De qué tenés hambre? — Blas le preguntó yendo a su lado.

— No sé, algo tipo un bizcochuelo, unos muffins, tipo eso — Contó sus antojos, era el que más comía del grupo, en la clase lo vivían cagando a pedos por comer cuando no debía.

— Yo se hacer bizcochuelo, si a Matu no le molesta, te cocino — Sonrió dulcemente Rocío, separándose de la ronda entre Sabri, Tomi, Rama, Joaco y Facu, quienes estaban recapacitando sobre sus desastrosos pero al final exitosos exámenes.

— Supongo que si, vos fijate. No tengo drama yo, pero soy un queso así que no te puedo ayudar mucho — Terminó de hacer el mate y se empezó a cebar — Blas es buenisimo cocinando, que te ayude el, que además sabe donde están todas las cosas — Lo estaba ayudando de una manera increíble, esperaba que el ruloso aproveche esta idea.

— Yo no tengo drama — Blas miró a la chica expectante a su respuesta.

— Dale, si si. Pero seguro tardo como media hora o cuarenta minutos ¿No se van a aburrir? — Miró a Nicolas y Matias que eran los únicos que formaban parte de la conversación ya que el otro grupo seguía en su mundo.

— No, vamos afuera y empezamos a tomar mates. Cuando vienen recargamos el agua y seguimos — Nico fue el que tiró esa idea. Se acercó disimuladamente a la oreja de Blas y dijo — Si no activas, activo yo. Me cocina y todo amigo — No era verdad, claramente, pero por la cara que puso el chico valió la pena decirlo.

Sin esperar una respuesta empezaron a desalojar la cocina y empujar al otro grupo al patio.

— Pero los otros dos faltan —

— Dejalos y no digas nada, afuera te explicamos —

Escucharon muy vagamente al ya estar más cerca del afuera que de la cocina.

— Eh, bueno ¿Te digo los ingredientes? — Se juntaron en la isla de la cocina, este asintió mientras que empezaba a nombrar todo lo que necesitaba.

— Mira que yo cocino pero si se la receta y la verdad que en el bizcochuelo me perdiste — Miro como la chica empezaba a partir los huevos.

— Yo te guió — El juro que notó un cierto tono de coqueteo, seguido por un leve sonrojo de parte de la chica.

— Dale — Corrió un mechón de pelo que colgaba en su cara y parecía molestarla al estar soplandolo.

Levantó la cabeza — Eh, si queres empezá a mezclar esto con la harina. Me falta ir al gimnasio y hacer un dia de brazos a mí — Bromeó con el chico.

Así estuvieron un rato hasta que Rocío notó algo en la cara del chico.

— Eu, Blas, tenes tipo algo en la nariz — Señaló.

— ¿Qué cosa? — Intentó mirar pero al mover los ojos tentó a la chica por la cara que puso.

Intentó hablar en medio de sus risas — No, no. Acá — Agarró un poco de harina y la esparció por la cara del contrario.

— Ah, no, atrevida. Ahora vas a ver, Rochi — Empezó a corretearla por toda la cocina alrededor de la isla.

Cuando la alcanzó la lleno de harina, tanto la cara como el pelo — Blas, mi pelo — Se quejó la chica alargando sus palabras.

— Ay, perdón, gorda. Es que era mi venganza — La atrajó hacia su pecho. La chica lo admiro desde abajo.

— ¿Cómo me dijiste? — Dijo con una sonrisa creciente.

— Eh ¿Qué parte? — Desvió su mirada.

— Así también me llamaste cuando veníamos — Para este entonces tenía una sonrisa notable.

— Si… ¿Te molesta? — Por fin se animó a mirarla y sonrió al notar la mirada de la chica.

— No, obvio que no — Murmuró.

Empezaron a acercarse. Sus miradas variaron entre sus ojos y sus labios. Ambos podían sentir que el otro también quería pero Blas la miró esperando algún gesto de incomodidad, no lo encontró.

Estaban tan cerca, que podían sentir sus respiraciones cruzarse. Ambos cerraron los ojos dejándose llevar por el momento.

— ¡Dale, chicos! Cuando metan el bizcochuelo al horno ponganle timer y venganse con nosotros — Eso bastó para que se separaran.

No sabían que contestar, el ambiente se puso incómodo y ambos miraban para todos lados menos al lado del otro.

Matias entró por la cocina — Chicos, les hablé..
— Se detuvo al ver como se encontraban ellos, tanto el incómodo espacio como lo sucios y llenos de harina que estaban — Ah bueno, tranqui. Yo los dejo bañarse después, pero apurense — Y el mismo se apuró en salir de la cocina.

— Yo lo meto al horno, si queres anda con los chicos — Se ofreció Rocío y tomó el atrevimiento de mirarlo.

— Te espero, tranqui — Hicieron el esfuerzo de desaparecer esa tensión provocada por el casi beso.

Ella se empeñó en entender cómo funcionaba el horno, no quería molestar a Blas con esta pequeñez. Una vez hecho, lo miró y vio que estaba subido a la isla.

— ¿Estás cómodo? — Estaban a un metro de distancia pero sentían como había algo que los atraía hacia el otro. Rocío empezó a caminar hacia su lado.

— Hace que me duele un poco la espalda, pero bueno. Aparte ya soy alto y estar acá arriba es un montón — Fingió quejarse de cosas inexistentes — Por ahí, vos estás más cómoda acá arriba — Sin darle tiempo de reacción, bajo y, tomándola de la cintura, la ayudó a subirse.

La chica intentó disimular los escalofríos que le generó esta acción — Mira, estamos más parejos ahora — Hablando de la diferencia de altura que tenían estos dos.

El chico se hizo lugar entre las piernas de la chica — Si, tenés razón — Volvió a hacer el intento de acercar sus caras.

Tomó el atrevimiento de apoyar sus manos en las piernas de la chica impulsando a que ella rodee sus hombros con las suyas.

Se sonreían mutuamente, se miraban y admiraban cada facción que tenían el otro. Podían ver cada lunar, peca y mínima cosa que adornaba la cara del otro.

Poco a poco se volvieron a acercar, cerraron sus ojos y empezaron a acariciar las zonas donde sus manos estaban, creando así un momento más íntimo.

Cuando ya estaban a punto de sentir los labios del otro, tanto que desde otra perspectiva seguro se veía como si ya se estuvieran besando, escucharon:

— ¡Si los voy a buscar, los traigo de los pelos pendejos! Dejen de charlar tanto y cuéntenos esos chistes al grupo — Esta vez venía desde afuera y creía que fue Facu el que gritó.

En vez de pasar por el momento incómodo de hace un rato, juntaron sus frentes mientras reían por lo bajo.

— Me parece que nos solicitan —

La ayudó a bajar de la mesa y fueron uno atrás del otro con el resto del grupo.

Estaban todos en una ronda, se sentaron juntos y compartieron una mirada de complicidad. Aunque ya no tenían la cara llena de harina, su cabello si y las dudas de sus amigos no tardaron en llegar, más una mirada cómplice del dueño de la casa.

daylight : blas polidoriWhere stories live. Discover now