dieciocho

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— ¿Por dónde queres empezar? — Preguntó la chica, así comenzaban con el verdadero propósito de su juntada a solas.

— No sé, Rochi. Me cuesta todo — No habían llegado a tocar un libro de historia y el chico ya parecía estar estresado.

Apenas llegó a la casa del ruloso, se saludaron con un beso en la mejilla, algunos dirían que fue un momento incómodo porque parecían dubitativos de sus acciones. Blas la guió a su cuarto mientras que le indicaba algunos lugares de su casa que podría llegar a usar, tales como el baño y la cocina.

— Bueno, tranquilo, vamos despacito y en el medio metemos un pequeño descanso. Vas a ver que cuando me vaya vas a tener todo aprendido — Terminó con una sonrisa intentando compartirle ese sentimiento.

— Dale, no te prometo nada. Sé que ayudaste a Sabri, pero te juro que me cuesta demasiado — Le advirtió.

— Blas, no sos boludo. Te prometo que lo podes aprender, por ahi solo te falta la constancia de sentarte a estudiar y encima te cuesta la materia entonces se te hace peor — Parecía estar buscando una justificación ante el estrés que ya presentaba el chico.

🎭

Habló muy temprano.

Llevaban 3 horas estudiando y apenas habían llegado a comprender 2 de los 7 temas del exámen.

— Pero intenta acordarte, lo acabo de decir — Incentivó a que tire una respuesta y le dio una pista.

— No se porque me cuesta tanto, te juro que te escuche — Pasó sus manos por su cara en señal de cansancio y otra vez estrés.

Rocio posó su mano en el hombro de chico y dejó caricias en este — No estas tan mal, solo que — Pausó un segundo intentado encontrar una explicación — tendrias que conectarlo con otras cosas. Por ejemplo, yo lo pienso como si fuese un chisme y eso hace que mi cabeza lo retenga. Si vos lo pensas como algo que te interese, hay chances de que se te quede más tiempo —

El chico no emitió palabras de lo confundido que estaba por todo lo estudiado y el consejo de la chica. Parecía exhausto.

— Por ahí es el momento de ese descanso que te dije antes — Le sonrió.

— Sos un ángel, gorda — Logró hablar. Se levantó de su asiento y besó la cabeza de su compañía, tiró levemente de su brazo mostrando las intenciones de llevarla hacia la puerta para bajar y distenderse.

— ¿Sabes qué podría hacer? — El chico la guió hasta su cocina.

— A ver — Hizo que largue la respuesta a su pregunta.

— Te podría cocinar, te lo prometí — Se giró para mirar a la chica — Vos te podes sentar en la mesada como la vez anterior y yo te hago algo rico —

La chica estaba fascinada con la idea y su cara no lo ocultaba — Me parece que te gusto la idea — Acotó mientras acariciaba las mejillas de ella ante la ternura que le generó su mirada. Rocío se limitó a asentir mientras que el sonrojo se hizo presente.

El chico, con una sonrisa decidida, comenzó a buscar ingredientes en las alacenas y la heladera.

Rocío se sentó en la mesada de la cocina, observando con curiosidad cada movimiento que él hacía. Entre risas y pequeñas conversaciones empezó a cocinar.

El chico se puso un delantal y comenzó a cortar pedazos de chocolate mientras ella lo observaba con una sonrisa — ¿Necesitas ayuda? —  Preguntó ella.

— No, tranqui, ya lo hice un par de veces — respondió él, con una mirada cómplice — Aparte me gusta tenerte a mi lado sacándome charla —

Rocío asintió y se movió para estar más cerca — ¿Qué estás preparando? — Preguntó curiosa.

— Un brownie que aprendí de mi abuela — respondió él, mientras encendía el horno — Es fácil, pero queda buenísimo —

Mientras él revolvía los ingredientes, ella parecía hipnotizada — No sabia que tenias una receta de brownie secreta — Comentó ella.

— Siempre guardo mis mejores cualidades para ocasiones especiales — Bromeó él, guiñandole un ojo.

Rocío rió suavemente y le dijo despacio — Bueno, me siento afortunada de presenciar este talento culinario tuyo — Dijo con una sonrisa juguetona.

El chico empezó a verter la mezcla —¿Entonces, cuál es el secreto de esta receta de tu abuela? —

— Ella dice que hacerlo en compañía y con amor, mejor si esas personas también sienten amor —- Respondió él, sonriendo — Es un toque secreto que le da ese sabor especial —

Rocío asintió, como ya no es sorpresa para nadie, se sonrojo ante los dichos de este e intentaba esconder su sonrisa. — ¿Y cómo descubriste ese secreto? —

— Bueno, mi abuela finalmente cedió y me lo reveló después de años de insistencia — Reía ante el recuerdo.

— Me dijo que me contaba porque era especial, por eso siempre estaba con ella cuando los preparaba. No le digas que te conté, se ofende si te llego a decir y ella todavía no te conoce —

Rocío se rió con él — Debería intentar conseguirlo por mi cuenta algún día entonces — Trató de que el chico capte sus intenciones.

— Cuando quieras, conociéndote estoy seguro de que te lo diría enseguida. Ella dice que puede sentir las energías de las personas que conoce y así sabe si confiar o no — La miraba y le brillaban los ojos.

Rocío sonrió — Me encantaría eso. Espero ser digna de la receta —

Mientras terminaba de configurar el horno, el chico le lanzó una mirada cómplice — Gracias por ayudarme, en serio. Aunque más por este descanso y tu compañía —

— No hay problema, estoy para lo que quieras y más si eso implica ayudarte — Respondió Rocío con sinceridad — Además, se me pasó volando este ratito cocinando y eso que no hice nada —

El chico asintió — Quizás es la magia de la receta de brownie o simplemente la nuestra —

— O ambas cosas — sugirió Rocío, sonriendo.

Blas no aguantó y se lanzó sobre los labios de la chica. La tomó desprevenida pero eso no impidió que rápidamente le siguiera el ritmo.

Amaban esa nueva complicidad que empezaba a crecer entre ellos dos, era algo tan íntimo pero tan simple que se sentía bien, como si cada gesto cómplice tejieran un lazo que fortalecía su conexión, creando un vínculo especial que iba más allá, dejando entrever la posibilidad de algo más significativo en el horizonte de su relación.

daylight : blas polidoriWhere stories live. Discover now