El juicio

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Rachel-Rebekha

-¿Y si las cosas salen mal- le pregunto a Marcos. Marcela ha tenido que quedarse en casa de su hermano.

-Confío en tí- me dice. Marcos se ha colocado un traje color negro, luce extremadamente guapo y cada vez que me capta mirándolo mis mejillas enrojece. En es instante me entrega unos lentes negros y me los coloco.

-¿Que pasa si ella aparece?- pregunto.

-No lo hará, muchos afirman que está muerta y es mejor que sea así. Si la veo la mataría.

No pregunto más nada.

-Todos en esa sala se sorprenderán de verte, incluido mi primo. Tu solo sigue tu papel como una actriz, después de esto tendrás tu libertad y estarás con tu familia en Los Ángeles.

Asiento.

Cuándo el auto se detiene frente a los tribunales de justicia, soy consciente del grupo de Paparazzi que esperan afuera.

-Estos hijos de puta. Tendremos que salir así.

El chófer abre la puerta y Marcos baja del auto, hay algunos flashes pero nada más, cuándo bajo mi pierna y me levanto, pasan alrededor de seis segundos para que los flashes se disparen en mi dirección, Marcos se interpone y me ayuda a caminar ya que los paparazzi se me atraviesan en el camino y es cuándo estamos dentro cuando respiro por fin.

- No entres en pánico - me dice Marcos y me toma la mano las cuáles me tiemblan. Mi pecho sube y baja.

-¿Y si no puedo?.

-Podrás-Sus manos están unidas a las mías y eso me reconforta. Jesús, todo esto es tan complicado, siento que no tuve el tiempo suficiente para prepararme en fingir ser alguien más. ¿Y si esas personas allá adentro conocen tanto a la verdadera Rebekha que me terminan descubriendo?, ¿y si alguien se levanta y pregunta quién soy?.

-Obtendrás tu libertad, mi capo es un buen hombre y merece la cárcel por cosas peores y no por una desaparición absurda- dice.

Suelto una risa nerviosa. El hombre es un capo de la Cosa nostra, un matón y un ser vil en todo su esplendor. He leído sobre la mafia y mi año durante el club también escuché, mis clientes eran hombres pertenecientes a los juegos oscuros de la mafia. Muchos se quejaban o me decían lo que habían hecho horas antes de llegar a mi.

Odiaba el hecho de tener que vender mi cuerpo y escucharlos a ellos.

El juicio comenzó hace más de cuarenta minutos, hay dos policías uniformados cuidando la entrada y me dan miradas de ves en cuándo.

-Entrarás sola, no tengo permitido entrar. Pero te esperaré aquí.

Asiento.

La ansiedad mezclada con los nervios es lo peor que puede existir.

Pero puedo sentir la libertad tan cerca, en la Palma de mi mano.

Uno de los radios de los policías suenan y apenas entiendo antes de que me observen.

-Testigo, puede pasar.

-Vamos.

-¿Que pasa si no lo logro?- pregunto una vez más en tono bajo.

- Te llevaré de vuelta a ese club.

La piel me da escalofríos.

Suelto un suspiro y me acomodo la ropa, dejo la cartera afuera y acomodo mi cabello. Corrijo mi postura recordando lo que Marcela me ha dicho sobre caminar y avanzo. La puerta es abierta y ante mi queda a la vista un enorme salón llena de personas que no conozco pero se supone que debo conocer. Mientras avanzo, escucho jadeos y los murmullos estallan en la habitación llenándome de nervios, pero de todas las miradas que siento sobre mí es la de un hombre en particular sentado a la izquierda, no paso por alto la mirada seria e inexpresiva que me da. Es como si estuviese pensando muchísimas cosas al mismo tiempo; va de traje y su cabello está perfectamente peinado como si en ves de estar siendo el acusado fuese el abogado.

Continuo mi camino hasta el estrado donde me siento frente a un micrófono.

Hago los votos de juramento antes de cComenzar. Decir la verdad está muy lejos de lo que voy a hacer.

-¿Nos dice tu nombre por favor?- el juez me dice y el silencio es sepulcral en el lugar.

-Rebekha Jane Zafiro- contesto.

-Bien, es una completa sorpresa que estés aquí- el juez dice- y estas defendiendo al acusado.

-Así es.

-¿Porqué?.

Silencio total. Lo único que puedo oír es son los latidos de mi corazón en mis oídos.

- Me obligarón a hacerlo.

-Sea más detallada, por favor.

Suspiro.

- Amo a Lucas - digo fingiendo sentirme frustrada- No podía traicionarlo, pero... dijeron que sí no lo hacía, si no lo culpaba matarían a mi padre- suelto algunas lagrimas. Pero son más por los nervios que por otra cosa.

-¿Quienes son ellos?- pregunta el juez.

-Nunca dijo su nombre y tampoco lo vi.

-¡Irrelevante al caso, señoría! - el abogado acusador se levanta- no hay pruebas de los que la señorita Zafiro dice.

-De hecho las hay - el abogado de Lucas se levanta- tenemos pruebas de llamadas telefónicas que argumenta lo dicho.

Lucas sigue mirándome y eso me pone verdaderamente nerviosa.






Al terminar se testificar y ser ataca por el abogado acusatorio, salgo y siento que puedo respirar en paz.

-Lo hiciste bien, ahora vámonos antes que salgan.

Asiento pero antes de que podamos irnos Marcos mira detrás de mí y su expresión cambia.

-Hija...

Me giro y observo a un señor de unos sesenta años, su cabello está canoso pero perfectamente peinado. Sus ojos están llenos de lágrimas y al quedar frente a mí me observa con tanta emoción que me es imposible no sentir algo extraño en el pecho. Este hombre creé que está viendo a su propia hija, no a una impostora que se ha apropiado de ella.

Me abraza entre sus brazos. Tan fuerte que siento que va a asfixiarme.

-¿Donde estuviste todo este tiempo?- me toma del rostro y veo sus ojos. Hay lágrimas de preocupación, de alivio. De algo más que no puedo descifrar.

-Yo...

-No es necesario que digas algo, nos vamos a casa. Lucas... yo lo culpé porque estaba desesperado pero no quiero seguir con esto, Lucas no es el hombre que piensas, no es bueno y no te conviene para nada- mira a Marcos- nos vamos a casa- me toma del brazo y miro a Marcos.

-Señor, Zafiro, no puede...

-¡¿Es mi hija y puedo?!- le dice con rabia y me sorprendo por como están las cosas- retiraré los cargos, pero no quiero tener que ver con los negocios de Lucas D'Angelo nunca más.

-No sabe lo que está haciendo-Marcos le dice.

Marcos es de esos chicos que parecen salidos de revistas, altos, buen cuerpo, tatuajes y una mirada encantadora. Pero en el momento que no le parece algo de una suelta una amenaza que espera cumplirse.

-Marcos, gracias- le digo- mi padre me necesita ahora, me iré con él y hablaremos después.

Marcos me observa detalladamente pero parece captar mi indirecta.

Ahora tendré que buscar una manera de salir de este engaño que al parecer ha crecido un poco más de lo debido.










Usurpando La Mafia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora