Principio Del Enigma

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I

Las monedas nunca deben caer al suelo, sobretodo si las vas a robar, porque hacen un estruendoso ruido y te descubrirán; pero se debe descubrir el principio del enigma, para continuar en el enigma... Como decía una de mis profesoras de Geografía:

—Si van a copiarse en un examen, ¡Copiénse bien!

Eduardo Antonio reconoció que no era un inocente castigado injustamente, confesó en su mente y en su corazón que había cometido una acción vituperable que se habría impedido con un poco de comunicación. Seguramente no se lo hubiera negado el pan si lo hubiera pedido; en sí se consideraba el único que había obrado mal, sin conocer cuál era esa acción... ¡Él no era de naturaleza malvada! No se debía por ninguna chispa primitiva, ni por un elemento incorruptible de este mundo, solo se podía fortalecer, purificar e inmortalizar por un mal que estaba vagando cerca de el.

¿Quién era? ¿Lo conocía en realidad?

Él sabía con una de sus amigas practicaba la brujería, pero la consideraría incapaz de hacer tal acción; ¿Puede el alma ser rehecha enteramente por el destino y volverse tan mala? Ella hablaba poco, no se reía nunca, era necesaria una emoción extrema para arrancarle una sonrisa al año, algo así como las lúgubres risas del forzado en cadena perpetua. Ya no oraba a los mártires que estaban en los crucifijos, sino a un extraño libro que tenía un símbolo con tres esquinas, y en cada una de ellas hay un nombre, pero no lo recuerdo.

Creo que uno de ellos era Amón... ¿Quién era ese? No lo sé y nunca se atrevió a investigar su significado, temiendo con lo que se iba a encontrar.

Estudiaba, leía, tocaba el piano de vez en cuando, dibujaba ideas abstractas, y nunca se atrevía a hablar en las reuniones de estudiantes por miedo a quedar en ridículo... Para él era el idealismo perfecto de un estudiante promedio, ¿Qué más necesitaba aquel joven que compartía los ocios de su vida entre su casa y la universidad?

¡No lo sé!

Un médico cambia totalmente cuando le toca ser el Paciente, seguramente esto le ocurría a nuestro protagonista... Sabía exactamente su diagnóstico, pero necesitaba una opinión de un experto que la validara. ¿Nunca les ha pasado que han dudado de sus propias palabras? ¿Les ha pasado...? ¿Nunca saludaron a un desconocido en la calle pensando que era un amigo? ¿Alguna vez una persona dijo algo incorrecto en clases y ustedes por vergüenza nunca lo corrigieron?

Si no le ha pasado nada de esto, le aseguro que son personas realmente afortunadas, y perfecta en todo el sentido de la palabra.

Todo esto estaba ocurriendo un día domingo; el día en que Dios descansó de su arduo trabajo, día en que las personas descansan, parecido a un día feriado, cuando no hay ningún comercio abierto y las calles están solas. En las tardes se puede ver un atardecer hermoso con garzas blancas, adornando el paisaje duraznero; se puede inhalar paz y exhalar estrés, para volver al odiado lunes en el cual nos enfrentaremos nuevamente a nuestras fastidiosas y engorrosas responsabilidades.

Pero para nuestros personajes un domingo no era esta metáfora; era un día como cualquier otro... Santiago José estaba de guardia, Eduardo Antonio estudiaba para un examen que tenía el lunes, el doctor Anthony preparaba sus notas para evaluar a los estudiantes en clínica quirúrgica, y la doctora Samantha pasaba su única tarde libre en el gimnasio, la cual tuvo que suspender debido a la llamada que recibió.

Samantha Nahomi.

Uno de mis estudiantes sentía malestar, pero cuando ví de quien se trataba mi primera reacción fue despreocuparme al recibir la llamada de la madre de Eduardo; la calmé y le dije que llegaría dentro de unos minutos porque estaba cerca de la zona.

Cardiopatías y EscalofríosWhere stories live. Discover now